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El cambio climático está resquebrajando las montañas

Vista del Pic de Ger en los Pirineos franceses.

Raúl Rejón

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El cambio climático está resquebrajando las montañas. El calentamiento global no solo deshiela los glaciares, sino que desmenuza el terreno congelado de manera que cada vez se producen más desprendimientos, según ha demostrado un reciente estudio en el que ha participado el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

El aumento de las temperaturas que está trayendo la crisis climática ha provocado un aumento en el número y la cantidad de desprendimientos de rocas en los Alpes suizos de Täschgufer, explican los investigadores en su investigación publicada en Nature Geoscience. La serie temporal de estos eventos que han obtenido –que abarca desde 1920 a 2020– muestra cómo se multiplicaron las caídas de rocas al final de los años 40 y a otra vez a mitad de la década de los años 80.

“Para hablar de relación entre un fenómeno como la caída de rocas y el calentamiento global hace falta una serie de datos larga que no teníamos. Gracias a esta aproximación, hemos logrado obtener una compilación que abarca un siglo y que muestra cómo la actividad se ha visto alterada por ese calentamiento global”, detalla Juan Antonio Ballesteros, investigador del Museo de Ciencias Naturales y coautor del estudio.

El desprendimiento de rocas se ha visto alterado por el calentamiento global

Juan Antonio Ballesteros Investigador del MNCN

Y este crecimiento “está relacionado con la degradación del permafrost”. Las zonas de suelo que permanecen congeladas están deshaciéndose en las últimas décadas a medida que hace más calor. Se está debilitando y, al perder cohesión, la ladera se resquebraja, se suelta, y precipita ladera abajo.

Los investigadores han conseguido estos datos mediante la dendrogeomorfología, el estudio de los anillos de crecimiento de los árboles de la zona. En concreto, de 375 ejemplares vivos situados en zonas de desprendimientos. Juan Antonio Ballesteros explica que “las caídas de rocas impactan en los árboles y producen heridas en las plantas. Y, a nivel anatómico, dejan un registro muy claro en los anillos”.

Las especies estudiadas han sido, sobre todo, piceas, alerces y abetos que, cuando reciben esos impactos, generan canales de resina traumáticos alineados en los anillos, “lo que permite saber en qué momento del año se produjeron esas heridas”, prosigue Ballesteros.

Y esa huella temporal ha evidenciado que “hasta 1970, las heridas se generaban en verano”, es decir, en la estación cálida del año, “pero desde ese año se constata que, sumadas a las heridas de verano, se adelanta el momento en el que aparecen las lesiones hacia la primavera. Y eso está relacionado con el incremento del calor y la degradación del permafrost”.

Las temperaturas en los Alpes están creciendo a un ritmo mayor que la media global del planeta por lo que “el calentamiento y la pérdida de terreno congelado van a conducir a más desprendimientos rocosos en las laderas”. En definitiva, las montañas ya son más inestables.

La investigación se ha llevado a cabo en los Alpes, pero es extrapolable a otras a otras zonas. “Estamos estudiando con la misma metodología qué ocurre en los Pirineos”, cuenta el investigador del museo. “Aunque todavía estamos recopilando datos, hay evidencias que hacen pensar que se está produciendo el mismo efecto”.

Ballesteros apunta a recientes desprendimientos como el que mantuvo cerrado el paso de montaña del Portalet durante varias semanas en mayo de 2023 o el de Panticosa en marzo del año pasado.

Las cumbres, áreas vulnerables

El Panel Científico Internacional sobre Cambio Climático (IPCC) ya ha explicado que la montañas se sitúan en la intersección entre “áreas de calentamiento acelerado y población que depende de ellas”. Los impactos del calentamiento global son muy evidentes en estas zonas y abarcan, según el informe específico del IPCC, desde el aumento de las temperaturas, el cambio de la meteorología, la reducción de las nevadas y la capa de nieve, a la pérdida de los glaciares y el deshielo del permafrost. “El ritmo, la profundidad y el alcance de la adaptación a estos cambios son insuficientes para afrontar el riesgo que afecta a las regiones de montaña”, concluyó el informe.

“Las altas montañas son más vulnerables y sensibles al cambio climático”, remacha Juan Antonio Ballesteros. “Esto hace que sean zonas más susceptibles a este tipo de procesos. Saber qué está sucediendo es el primer paso para tomar medidas que nos permitan paliar o al menos adaptarnos a los efectos del calentamiento global”. 

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