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El 15 de diciembre de 2016

Tiempo de lectura: 02:33
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La insana belleza de Animales nocturnos

Isabel Ribote

Despega con enorme potencia visual este nuevo trabajo de Tom Ford. La belleza de lo grotesco hipnotiza al espectador desde sus primeros compases y lo conduce, sin apenas tiempo para coger aire, hacia una espiral de lujosa tristeza de talante siniestro.

Sinuosidad estética que se nos presenta como un regalo con trampa. Una enorme caja de aspecto exclusivo y extremo que, una vez abierta, esconde fealdad por doquier y contiene una medicina perversa, amarga y áspera; que borra cualquier viso de esperanza en cualquier aspecto positivo de la condición humana.

El argumento fluye por dos sendas bien diferenciadas. Una, se asemeja a una autopista cómoda y lujosa por la que nos conduce la mirada de Amy Adams. La otra nos lleva por una carretera comarcal, sucia e insana, en donde lo terrible se respira y casi se llega a masticar. Mientras la primera historia nos muestra unos personajes carentes de emociones, asépticos, casi robóticos que se dejan llevar en una realidad tan opulenta como aburrida, la segunda nos muestra una brutalidad que no pide perdón en ningún momento, simplemente sucede.

De una factura impecable en lo estético, podemos observar mucho del diverso bagaje profesional de Tom Ford. Sus años como diseñador de Alta costura y su formación como arquitecto quedan patentes en todo el metraje. Tanto el vestuario como el diseño de interiores se convierten en dos protagonistas más y compiten con el resto del elenco actoral. De hecho, el personaje de Amy Adams trasmite tal frialdad que bien podría confundirse con una de las obras de arte que la rodean, salvo por sus grandes ojos azules con los que logra una interpretación realmente magistral. El resto de su ser se nos muestra casi robótico.

Mucho se está hablando en positivo del personaje (o personajes) que toman las facciones de un siempre efectivo Jake Gyllenhaal. De nuevo en una interpretación arriesgada y compleja que no termina de convencerme. Algo parecido me ocurre con el personaje del magnético Michael Shannon, que interpreta, a mi juicio, un papel demasiado secundario y desaprovechado para la talla de este singular actor.

Pero si hay alguien que destaca en este conjunto de seres extremos me quedo con un Aaron Taylor-Johnson que nos tenía acostumbrados, hasta el momento, a personajes mucho más básicos y amables. En Animales nocturnos, el actor británico se come la pantalla mientras da vida a Ray Marcus, un auténtico depredador que bien podría pasar a formar parte de la lista de los psicópatas cinematográficos más devastadores de la historia del cine. Está claro que su personaje, aunque sin demasiados minutos en pantalla, goza de las secuencias más interesantes de todo el conjunto. Y las sabe aprovechar. ¡Vaya que si las aprovecha! Juzguen ustedes.

En definitiva Animales nocturnos es, en conjunto, interesante, de visualidad potente y efectiva, pero también demasiado efectista. En mi opinión, Ford confía demasiado en el aspecto estético y pierde fuelle a la hora de dar profundidad a sus personajes.

Cuenta con un elenco de ensueño y una factura impecable en labores de producción, sin embargo, el film hubiera ganado enteros de contar con un nombre más experimentado en labores de guion. Hay momentos en la trama que quedan inconclusos, como esa llamada de la protagonista a una hija de la que nada sabemos ni nada alcanzaremos a conocer, o esa aparición mínima de un caprichoso Michael Sheen que parece haber perdido toda su entidad en la sala de montaje y así, diferentes escenas que se antojan mal desarrolladas.

De cualquier forma, merece la pena acercarse a conocer de cerca a estos Animales nocturnos y comprobar, una vez más, como la fuerza del cine puede hacernos olvidar, durante un par de horas,  nuestras propias existencias.

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Isabel Ribote
Cuando se apagan las luces, la replicante enamorada vive en las existencias de aquellos que cuentan sus historias sin pudor. La vida sigue fuera de la sala, pero ante la pantalla, todo resulta más confortable. Ante la pantalla, solo debes dejarte llevar...
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