Tradición y devoción en un encuentro multitudinario

Rioja2

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La mañana de Miércoles Santo comenzó con la limpieza y veneración al Santo Cristo del Sepulcro en la “capilla de los ángeles” de la Concatedral de Santa María de la Redonda. Cada año este acto sube los grados de la Semana Santa logroñesa. Sube los grados en muchos sentidos.

Cada año más fieles se acercan a venerar a Cristo yacente, cada año la Cofradía se esmera en mejorar un acto íntimo, difícil de mejorar, pero que lo consiguen año tras año. Felicidades por trasmitir esos valores que el mundo necesita.

Unas horas después, con el sol ya durmiendo, y con un cielo estrellado y despejado, la noche estaba fría, la más fría de las tres que llevamos de Semana Santa, pero no importaba. El calor lo pusieron los fieles que se congregaron en multitud en un Encuentro emotivo en muchos sentidos. En la cara de los presentes se veía una mezcla de fervor y pasión propios de las procesiones que se llevan en la sangre, en los genes, porque este mismo Encuentro lo han vivido nuestros padres, nuestros abuelos,…

Un año más vivimos ese encuentro de miradas, donde un Nazareno exhausto por el peso de la Cruz buscaba los ojos de su Madre Dolorosa. Su Madre complaciente, le intentaba aliviar su pesar con esa mirada que sólo las madres nos dan cuando más las necesitamos. Ojos llenos de amor que le daban fuerza a pasar el trago amargo a un Nazareno, roto por la incomprensión de hacer el bien, y sólo recibir injurias y maldades. Pero los ojos de Su Madre le ayudaban a “llevar la cruz”.

Este año, el obispo de la Diócesis, D. Juan José Omella, que venía acompañando durante el itinerario a la Cofradía de Jesús Nazareno, pronunció un fervorín, cuando se encontraron Madre e Hijo, a la altura de lo que nos tiene acostumbrados. Fueron palabras cargadas de mensaje, de paz, de reconciliación, de ánimo para los más desfavorecidos, de “lucha” para seguir construyendo un mundo mejor y más cercano a los problemas de millones de pobres que en pleno siglo XXI sigue habiendo en el mundo. Y todo ello visto desde los ojos de un Nazareno y una Dolorosa que nos lo pedían ello mismos a través de las palabras del Obispo.

Después ambos pasos se marcaron por el “camino de la amargura” en unión, en amor, en sintonía, la misma que debes llevar todos los hombre y mujeres de bien.

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