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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

“Estábamos convencidos de que íbamos a subir”

"Estábamos convencidos de que íbamos a subir"

Rioja2

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Fue el primer fichaje del Racing de Santander para esta temporada y acabó siendo la portada de El Diario Montañés para ilustrar un ascenso con sabor a salida del infierno: Santander vuelve a tener un equipo en Segunda División. En su casa tiene varios ejemplares del periódico de ese día aún pendientes de repartir entre familiares y amigos, que se apresuraron a pedírselos nada más ver circular la imagen por las redes sociales. No es para menos. La foto, su foto, es de esas con las que cualquier futbolista ha soñado tener en la estantería de su habitación alguna vez. Una grada totalmente rendida, en éxtasis, y el jugador en medio, con una euforia mayor, agarrado por todos los que pueden llegar a tocarle como si fuera su salvador, esa persona que les ha llevado a la gloria. Él es Iñaki Sáenz (Logroño, 1988), que el verano pasado abandonó la UD Logroñés con Cantabria como destino. Un club histórico en horas bajas le esperaba con los brazos abiertos.

Después de recorrer la banda izquierda durante cuatro temporadas (120 partidos) con la elástica blanquirroja, se enfundó la camiseta blanca del Racing de Santander para, entre otras cosas, rematar el balón que más tarde su compañero Koné utilizaría para eliminar al Sevilla en la Copa del Rey. Precisamente en esa competición se plantaron. Cuando toda España estaba pendiente de ellos al haber alcanzado los cuartos de final, decidieron no jugar el partido de vuelta contra la Real Sociedad para reclamar sus salarios, que ya arrastraban cuatro meses de impagos. “Fue un momento muy duro. No sé si la mayoría de nosotros volveremos a jugar contra la Real y unos cuartos de copa. Pusimos en juego las aspiraciones deportivas y personales a nivel de club porque era necesario. El peor día fue el anterior al partido porque teníamos muchas dudas, cómo hacerlo, la repercusión… pero al final salió todo bien”, reconoce Iñaki.

El jugador reconoce estar todavía en una nube y no haber asimilado todo el torrente de emociones derivados del ascenso.“Hablaba con mis familiares y me decían que no estaba muy feliz, por lo que no sé si lo he exteriorizado. Aún no me lo creo. Supongo que cuando pasen los días me daré cuenta”. Esa cascada de sensaciones, propiciadas por un gol del Llagostera en propia puerta en los últimos minutos del partido de vuelta del playoff, terminó de golpe y porrazo con unos nervios que atenazaban a la plantilla en general, pero a Iñaki en particular. “Estábamos nerviosos porque la gente lo daba por hecho. No sé si era presión, porque estábamos convencidos de subir, pero sabíamos que si no subíamos iba a ser un palo muy gordo. Cuando pitó el árbitro el final tuve una mezcla de sentimientos que no sabía qué hacer, si llorar de alegría o ponerme a correr para buscar a los míos”.

Para definir el estado de ánimo de los santanderinos el extremo calagurritano tiene menos palabras porque no es fácil. Son demasiadas cosas las que le pasan a uno por la cabeza para hacer una descripción. “La gente está… imagínate”. El punto de inflexión lo coloca en enero, cuando el Racing cambia de Consejo de Administración a raíz del plante en Copa (por simplificar la situación, ya que es algo más enrevesada). “Ha sido una segunda vuelta increíble, la gente estaba con nosotros después de cinco años en los que no se sentían identificados con el club por culpa del Consejo de Administración”. Líos extradeportivos aparte, confiesa que no se puede quejar. “En lo deportivo ha ido todo cómo la seda. Además teníamos a un jugador como Koné, que para mí tiene nivel de primera, y eso afecta en todos los sentidos”.

El futuro se presenta tranquilo para el futbolista riojano. Por el momento, al haber disputado los partidos que le exigía su contrato para renovar, tiene contrato en vigor con la entidad cántabra para la temporada que viene. “Quiero disfrutar de la Segunda División en Santander. Estoy muy contento aquí y agradecido a la gente por todo”.

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