De por qué 'Morir nos sienta fatal' y cómo evitarlo

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Aunque decirlo pueda parecer duro, advierte la periodista Mª Ángeles López Romero, autora del libro “Morir nos sienta fatal”, la vida debería ser un “entrenamiento” para la muerte, sin eufemismos, en el que aprender a encarar tan “inevitable” momento, la única certeza que tiene el ser humano.

“Pero ese entrenamiento -aclara- no significa pensar todo el día en la muerte. No, eso sería algo enfermizo, pero sí ser conscientes de que puede llegar cualquier día, en cualquier momento”. En su tierra, Andalucía, lo expresan así de claro: “para morirse sólo hay que estar vivo”.

“La vida es un vivir para morir”, insiste Mª Ángeles López Romero, redactora jefe de la revista “21”, editada por la congregación de los Sagrados Corazones, una publicación que intenta mostrar esa “otra cara” de la Iglesia católica, ajena a la jerarquía y el dogmatismo.

Una Iglesia “muy extendida” que “tiende puentes de una espiritualidad abierta y compartida por todos” y que procura el diálogo “entre creyentes y no creyentes”.

De ahí que “Morir nos sienta fatal” (Editorial San Pablo) sea un libro al margen de dogmatismos, escrito “desde el sentido común” y con sensibilidad, y dirigido “a todo tipo de público. Ni a creyentes -recalca- ni a no creyentes, ni a quien tiene las ideas claras ni a quien tiene muchas dudas... Para todos, porque todos, al final, nos tenemos que enfrentar a la muerte”.

Un libro “valiente, aunque también podría haberlo sido más”, reconoce, que “no responde a los cánones tradicionales de lo que hoy se considera religioso”, y que recoge una charla a tres entre ella, encargada de poner por escrito lo hablado, y dos profesionales de la medicina que, en su día a día, están en contacto con la muerte.

Antonio González-Garzón, cirujano especializado en oncología y endocrinología, y Marta López Alonso, teóloga y enfermera con gran experiencia en cuidados intensivos y paliativos en diferentes hospitales públicos y privados, coinciden en la necesidad de hacer a lo largo de la vida “ese camino de preparación” para la muerte, que pasa, como primera condición, por no eludir hablar de ello.

“Debajo del gran temor social que tenemos a hablar de la muerte y de todo lo que encierra, está el miedo a enfrentarnos a la experiencia vital del morir”, se escribe en el libro, en cuyas páginas se advierte de que “si todos supiéramos el plazo de vida que nos queda nos volveríamos locos”.

“Que nos dé miedo, que no nos guste morirnos no significa que no podamos hablar de ello”, afirma López Alonso, convencida de que es necesario “para vivir la vida con intensidad, para dotarla de contenido, porque ser conscientes de nuestra vulnerabilidad implica agarrar el toro de la vida por los cuernos, dotarnos de un cierto esqueleto vital consistente que nos permita mantenernos en pie cuando llegan las dificultades”.

El libro invita pues a la reflexión y a combatir serenamente el miedo al “cómo y el cuando”, un miedo “siempre humano y a veces necesario”. “Lo importante -continúa la autora- es llegar con las herramientas adecuadas para que ese miedo no nos gobierne, para que seamos nosotros, cada uno de nosotros, los que, de alguna manera, tengamos el control del proceso final de nuestra vida”.

Miedo que no distingue entre creyentes y no creyentes, destaca López Alonso. “Se producen las mismas dudas, las mismas angustias... La experiencia de los profesionales que están a pie de cama es que no hay distinción entre unos y otros”.

Reconoce la autora del libro que el “dogmatismo” de las religiones ha hecho “mucho mal” a la hora de encarar la muerte, “imponiendo una única manera de afrontar la idea”, y apela al respeto “en una sociedad plural” como la actual. “Los dogmas -insiste- al final lo que provocan es rechazo”.

Creyentes los tres, los participantes en este libro tienen muy clara la obligación que tiene la sociedad de procurar una muerte digna a todos y cada uno de sus ciudadanos, y de humanizar los momentos finales. Y recalcan la “ausencia de conflicto” que existe al respecto entre los profesionales de la sanidad.

“Ellos -continúa- lo tienen clarísimo. Lo llamativo es que el resto de la sociedad estemos debatiendo sobre determinados puntos de las leyes, cuando el profesional a pie de cama, al margen de sus creencias pero incluso con sus creencias, no tiene dudas”.

La legislación española que garantiza el derecho a una muerte digna “es bastante interesante. Podría mejorarse, sí, pero ya es amplia. Debemos tener claro que estamos en manos de grandes profesionales que van a saber -asegura- lo que tienen que hacer para que esa muerte sea lo más humana posible”.

Una cuestión que no es “ni de derechas ni de izquierdas” y que debe quedar al margen del debate partidista. “Nunca puede ser un arma arrojadiza ni electoralista”, destaca.

El libro no aborda “abiertamente” una cuestión “tan polémica y delicada” como es la eutanasia, un concepto, opina, “que ya está anticuado”. “Las leyes españolas, que son las necesarias, aunque se puedan mejorar, son suficientes para dotar el momento último de la vida de la suficiente dignidad. Y de la suficiente capacidad para elegir”.

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