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Los estudiantes chilenos frente a Piñera

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Miles de estudiantes chilenos, profesores, padres, personal escolar y hasta familias, han salido a las calles de la Capital chilena y a otros grandes centros del país para pedir el fortalecimiento de la educación pública. Los manifestantes exigen una reforma del sistema impuesta (y que continua vigente) por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), que redujo a menos de la mitad el aporte fiscal en educación (del 7% del PIB recomendado por la UNESCO al 2,4%), fomentó la creación de universidades privadas y traspasó desde el Estado central a los municipios la administración de los colegios.

Más tarde, con los gobiernos de la Concertación (1990-2010) se introdujeron reformas en educación, pero éstas siguen sin apostar por la educación pública ya que obligan a los alumnos de educación superior a recurrir a becas y a elevados créditos que se convierten en una deuda similar a la de una hipoteca al final de sus estudios.

Por ello, la población chilena ha decidido manifestarse a lo grande, logrando las mayores marchas de los últimos años que han reunido a más de 50.000 personas en Santiago de Chile, donde ha registrado algunos disturbios. Las protestas, han logrado que el Gobierno reaccione con un Acuerdo Nacional para la Educación, que incluye un fondo de 4.000 millones de dólares pero que no plantea una reforma profunda al sistema, que es lo que de verdad piden los estudiantes.

El descontento generalizado y las manifestaciones han originado una caída de la popularidad del presidente Piñera en las encuestas (ahora cuenta con sólo el 31% del respaldo pupular), el peor nivel desde que inició su mandato y también han repercutido en la valoración del ministro de Educación, Joaquín Lavín, del 70 al 46 % de respaldo ciudadano. Por ello, Piñera se ha visto obligado a remodelar por segunda vez su gabinete de ministros, entre los que ha incluído a un nuevo ministro de Educación, Felipe Bulnes, el cual ha asegurado que la nueva propuesta del gobierno “da una respuesta fundamental a un diagnóstico” que los propios estudiantes han hecho.

Aun así, el presidente de Chile ha declarado que la educación “es un bien de consumo” y que “tiene un componente de inversión”, afirmaciones que han sido duramente criticadas en las redes sociales. Tras la avalancha de críticas, el presidente ha precisado su comentario: “nunca he visto la educación como un instrumento, sino que la veo como un fin en sí mismo. Es un instrumento para potenciar nuestras capacidades y habilidades productivas, y es un fin en sí mismo para permitirnos una plena y mejor realización como personas”.

El papel del Estado en la educación chilena es dudoso, mejor dicho, secundario. Tras las reformas de la era Pinochet y los gobiernos de la Concertación, Chile cuenta hoy con 3,5 millones de estudiantes escolares y con casi un millón de estudiantes de educación superior, el 70% de ellos representan la primera generación de estudiantes que cursa ese nivel de estudios en sus familias.

Rocío Zarzalejos Salamanca. r.zarzalejos@fcyc.es

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