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Escéptico Día de Europa

Rioja2

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El Día de Europa que celebramos este lunes, cuando se cumplen 61 años de la Declaración Schuman, no será tan trágico como el de 2010, aunque quizás sí más euroescéptico. La crisis, que ha pasado como una apisonadora por la Unión Europea ha cargado de razones a algunos países para querer desvincularse del proyecto en común que se inició tras el final de la Segunda Guerra Mundial y que desembocó en la creación de la UE, a la que se han ido añadiendo nuevos países.

El 9 de mayo de 2010, los ministros de Economía y Finanzas de los distintos gobiernos se reunieron de urgencia para salvar el Euro. Grecia se hundía y Alemania abanderó el rescate que el tsunami financiero terminó por extender a Irlanda y Portugal, como era previsible por todos los expertos. España, la siguiente en caer, no ha caído, de momento. Los analistas coinciden en que la caída de nuestro país supondría el hundimiento de la Unión Europea por el elevado coste de su rescate.

Durante este último año, Grecia se ha tenido que enfrentar a la negociación de unas condiciones duras de rescate. Irlanda, más de lo mismo y Portugal, también. 83.000 millones de euros es la cifra pactada por el BCE, el FMI y el Gobierno portugués para reflotar su economía mientras Grecia acude a un re-rescate de última hora, una petición de ayuda (nueva ayuda) que Bruselas negaba mientras Alemania y Francia, que dirigen el timón de un barco que avanza sin rumbo fijo, negociaban la ampliación de 110.000 millones de euros que no han sido suficientes para reflotar al país heleno.

Pero, en este aniversario europeo la crisis ha provocado el auge de la extrema derecha en algunos países y la negativa de seguir pagando rescates. Es el caso de los finlandeses, que amenazan con no poner un euro más para salvaguardar la estabilidad europea en esta crisis económica y financiera sin fin. Por otro lado, el cambio de caras al frente de las principales carteras de la UE no acaba de arrancar. Solana ha dejado un vacío al frente de la Política Exterior, que la actual representante, Catherine Aston no termina de llenar. Es poco mediática, casi nada visible y carece del empuje y la solvencia del español.

Esta falta de la liderazgo de la nueva jefa de la diplomacia europea se ha dejado ver en la crisis que recorre los países árabes, en los que más que una acción conjunta europea ha quedado visible una profunda división marcada por una errática Merkel que dirige Alemania a bandazos en los últimos meses frente a Reino Unido y Francia, que comandan, por ejemplo, la operación militar libia para terminar con el régimen de Gadafi. Estas distenciones no le están sentando nada bien a una maltrecha Unión Europea azotada por el fantasma de la crisis que, en mayor o menor medida, ha afectado a casi todos los países europeos.

Quizás sin la urgente necesidad de salvar a una Europa en riesgo, como lo era hace un año, ahora los ciudadanos conciben la Unión con escepticismo, porque incluso uno de los principios más grandes que la inspiraron, como es la caída y supresión de líneas fronterizas, está en duda. Se negocian de nuevo los términes Schengen a cuenta de la crisis migratoria italiana que prácticamente ha sido obviada por las autoridades europeas, despertando el malestar del Gobierno de Berlusconi. La llegada masiva de tunecinos a la isla de Lampedusa y su intento por cruzar a Francia desde Italia lanzaron a Sarkozy a exigir un cambio en los términos del Acuerdo Schengen, algo que está por ver.

El año que empieza ahora seguirá marcado por el ahorro y el recorte en los presupuesto mientras siguen cayendo unos y otros gobiernos víctimas de la crisis financiero y con el euro aún en serio riesgo.

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