La boda del Príncipe Guillermo y Kate Middleton

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2.200 millones de personas (a través de televisión, radio, Internet, en directo) siguen a lo largo del viernes la boda real que recorre las calles de Londres, en las que han dormido muchos curiosos que se han acercado para poder ver a los jóvenes entrar y salir de la Abadía de Westminster. No les ha importado la lluvia ni tampoco las bajas temperaturas de la pasada madrugada porque la ocasión les ha merecido la pena a todos, excepto a los turistas, que están viendo alterada sensiblemente su estancia en la capital británica. Se han alterado las rutas de autobuses urbanos, de metro y de tren. Todo para que la boda real salga perfecta.

Sin embargo, y antes del gran momento, a las doce de la mañana, muchos de los que se acercaron hasta el entorno de St James y Buckingham tuvieron a última hora de la noche del jueves su recompensa. Emulando a su madre, la difunta Diana de Gales, el Príncipe Guillermo, quien no acudió (como estaba ya previsto) a la cena de gala ofrecida a los invitados a la ceremonia, se acercó al pueblo. Charló con ellos y de ellos recibió la enhorabuena. Muchos recordaron en ese momento a un gesto no tan propio de un Windsor como sí de su madre, quien está presente estos días en las calles londinenses y que estará aún más en la ceremonia que se celebra a pocos metros del Palacio Real. La misma alianza de compromiso que lucía su madre, la luce ahora su prometida y ya casi esposa. Y de ella se han hecho miles de réplicas que adornan a estas horas centenares de vitrinas de tiendas de souvenirs así como las manos de muchos fans monárquicos y de curiosos y turistas, que han llegado de distintas partes del mundo, pero sobre todo de los países que forman la CommonWealth y que no se han querido perder el acontecimiento monárquico.

El recorrido nupcial está perfectamente calculado. Lo harán los novios en vehículos privados, no en carroza. Petición de la prometida, Kate Middleton, quien ha pasado la noche en la suite de un hotel londinense acompañada por toda su familia, y que igual que Guillermo saludó a las cientos de personas que se acercaron para verla llegar. Una sonriente Kate, sin miedo a las cámaras, sin aparentemente nervios (todo lo contrario que Guillermo, quien confesó que estaba preocupado en decir sus frases correctamente y no equivocarse) saludó a los ciudadanos que la felicitaban a voces en el centro londinense.

El mismo baño de multitudes es el que recorre desde primera hora las calles de la capital británica hasta que miles de personas en directo escuchen el “sí quiero”. Para lo cual se ha instalado una enorme pantalla en las mismas puertas del Palacio de Buckingham, desde donde algunas soportaban esta mañana una ligera lluvia, que previsiblemente acompañará durante todo el día a los novios.

La imagen que los novios han querido y quieren dar este viernes es de sobriedad dentro de los límites que marca toda la pompa que desde siempre ha exigido ser un Windsor y ser futuro monarca. Ambos han querido trazar su propia boda y que nadie se la condujera. Así, junto al gesto de vincular cuatro gestos solidarios con pequeños donativos de los invitados a la boda, Guillermo y Kate sólo pasearán en la carroza real al salir de la Abadía de Westminster para saludar a las miles de personas que esperan verlos. A la boda también asisten ciudadanos de a pie, un gesto que la sociedad británica ha valorado enormemente, amén de amigos y conocidos de la novia que son gente absolutamente al margen de todo el protocolo real. Será por eso que ya el baño de multitudes es importante desde primera hora en el cortísimo recorrido que les llevará desde Westminster Abbey hasta Palacio. Da igual que llueva o haga sol en la capital británica, no como sucedió en España con la boda entre Don Felipe y Doña Letizia, a quienes la intensa tromba de agua les dejó sin darse ese baño.

Pero, además, con esta boda muchas cosas van a cambiar en Reino Unido, en el corazón y la esencia del ser británico. Desde hoy, Isabel II pasa ya a un segundo plano. Será su nieto, Guillermo, quien pase a centrar toda la atención sobre el futuro monárquico del país (muy bien aceptado). Está por ver si serán él y Kate quienes se conviertan en monarcas en lugar de su padre y Camila Parker, duquesa de Cornualles. Por de pronto, y aunque Guillermo no quería, desde hoy él y su esposa serán los duques de Cambridge, un rumor insistente que finalmente ha terminado por confirmarse en las últimas horas.

Como es propio del carácter extravagante de los británicos, en las calles a lo largo de la mañana se ha podido ver de todo: desde solteras vestida de boda despidiendo al “soltero de oro”, hasta decenas de pamelas de todo tipo de colores y tamaños (las mismas que lucen las invitadas). Todo en Londres es hoy una fiesta. Y eso es al fin y al cabo lo que quieren celebrar sus ciudadanos en una capital absolutamente engalanada con las imágenes de los contrayentes y con banderines que adornan las principales avenidas y calles comerciales. La guinda al paste de bodas la ponen los centenares de famosos, de todas las áreas, que han acudido a la ceremonia, convertida casi en la boda del siglo.

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