Londres celebra una Boda Real

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Sólo coincide el día, el 29. Sus padres se casaron en un mes de julio y él, Guillermo de Inglaterra, lo hará el 29 de abril. Han pasado 30 años desde aquel matrimonio, que empezó mal y terminó peor. Y que estará muy presente en la Abadía de Westminster este viernes cuando millones de personas desde cualquier parte del mundo observen las imágenes de la boda real entre el Heredero del Heredero a la Corona Inglesa y su prometida desde hace ya ocho años, Kate Middleton. No en vano, se ha ganado el título de “Kate, la paciente” entre sus compatriotas y para quienes una boda real no despierta especial entusiasmo a pesar de que todo Londres se ha engalanado para la ocasión.

Una ojeada desde Picadilly a mano izquierda y uno puede observar centenares de banderines que adornan una de las principales calles comerciales de Londres. Todo Regent Street hasta alcanzar Oxford Circus está repleto de miles de pequeñas banderas con la insignia británica. Eso alzando la vista, pero a ras de suelo y caminando hacia Trafalgar Square, los turistas y viandantes tropiezan con las decenas de tiendas regentadas por paquistaníes en las que las tazas, los peluches, las pegatinas y cualquier curiosidad lleva ahora mismo grabados los nombres y las imágenes de la pareja real: Guillermo y Kate. Y entremedias, decenas de unidades móviles de distintos medios internacionales que informan ya de la que será la boda del SXXI.

Pero, al margen del fervor o la indiferencia que despierte entre los británicos este enlace, el viernes 29 de abril se casa el hijo de Diana de Gales y eso aún hoy, 14 años después de su muerte, marca. Los británicos arroparon a Guillermo y a Henry cuando quedaron huérfanos de su madre y se implicaron en todos estos años en una historia familiar, que se convirtió en el devenir de un país que se vio reflejado en la “princesa del pueblo”, como acertó en calificarla el ex primer ministro laborista Tony Blair. Y es que Diana de Gales puso un punto y aparte en la encorsetada imagen de la monarquía británica. A veces con errores y otras veces con aciertos, que su hijo Guillermo ahora no quiere repetir. Tanto es así que hace poco bromeaba con la prensa acerca del tiempo que han tardado él y su prometida en dar el paso al altar. El hijo de Carlos de Inglaterra contestaba a la prensa con cierta ironía que le había dado así un margen a Kate Middleton para arrepentirse.

No en vano serán los monarcas del SXXI, no se sabe cuándo pues su padre lleva 59 años esperando a suceder en el trono a Isabel II, quien a su vez accedió a la Corona tras la muerte de su padre Jorge VI en febrero de 1952, y a quien despidió poco después de su boda. Los británicos no desean, en su mayor parte, ver a Carlos y a Camila reinar por todo lo que ha supuesto su historia tanto para la monarquía como para el país salpicando de escándalos su peculiar historia desde el mismo día de la boda de Carlos de Inglaterra, cuando éste lució unos gemelos con dos “ces” entrelazadas, las de su amante, Camila Parker. Y verla como reina consorte no es del agrado de la sociedad británica, que sí ve en Guillermo el aire fresco de su madre, que recorre aún todos los rincones de Londres como si su recuerdo hubiera quedado perenne no solo en las estanterías de las tiendas de souvenirs que bajan de Trafalgar Square hasta Westminster Abbey.

Pero estos tejemanejes están aún vivos en la memoria del joven Guillermo, quien no sólo tiene presente a su madre en el regalo de boda que hizo a su prometida, sino en el tiempo que ambos se han tomado y en la historia que han vivido, quizá preparando a su país para un cambio en las tradiciones porque, como dijo hace unos días otra heredera plebeya, Doña Letizia, “las tradiciones están para romperlas”. Y por eso los novios llevan cinco años de convivencia y no se van a enfrentar al abismo del día a día sin saber qué es. A nadie le importa ya que ella no llegue virgen al matrimonio, como sí lo hizo una tímida y retraída Diana de Gales. Y tampoco importa al público británico que Kate Middleton no pertenezca al círculo de la selecta nobleza inglesa ni naciera destinada para ser princesa. Ella es hija de un piloto y de una azafata de vuelo, que ahora se dedican a un negocio familiar que organiza fiestas infantiles. Además, ella ha marcado distancias, se ha mantenido discretamente al margen de la prensa y a la distancia exacta de la Familia Real para no estar ni muy cerca ni muy lejos sino al lado del futuro Heredero. Es una joven independiente que, salvando las distancias obvias, poco le separa de otra joven treinteañera con estudios universitarios de cualquier capital europea. Y ambos se tomaron un tiempo, el que duró su breve ruptura hace tres años, para meditar si los dos estaban dispuestos a asumir la única función para la que estarán destinados desde el próximo viernes: ser reyes en el SXXI.

Además esta pareja podrá hacer gala de una cualidad no muy dada en los Windsor como es la cercanía y la empatía con el pueblo. Sólo la Reina Madre, título que se ganó Isabel I cuando cedió la Corona a su hija por la muerte de su marido, ha conseguido ganarse a pulso el respeto y la admiración de una sociedad que devastada por la II Guerra Mundial vio en ella el ejemplo a seguir y de ella (y del Premier Winston Churchill) tuvo el aliento y las fuerzas para levantarse de las cenizas en que los nazis convirtieron gran parte de las ciudades británicas. Isabel I tenía el don de gentes del que carece su hija Isabel II, quien siempre mantuvo una relación fría y distante con sus hijos, en especial con Carlos, con el que sostiene un trato que no corresponde al esperado entre una madre y un hijo. Y esa relación la proyectó siempre sobre el pueblo británico hasta que, de nuevo ella, Diana de Gales con su muerte la obligó a cambiar de actitud si no quería ver caer la institución más antigua del país: la monarquía, es decir, ella. Guillermo aprendió de su madre todo lo contrario y eso es lo que pretende ofrecer en su futuro reinado cuando le toque y lo que su prometida también tienen intención de hacer a juzgar por las palabras que dedicó a la que hoy sería su nuera y de la que hace unos dijo que “será un ejemplo a seguir”.

Tras la boda poco cambiará en la monarquía británica. Guillermo volverá a sus funciones tras dos semanas de viaje de novios y Kate seguirá con su trabajo. El nieto de Isabel II ha solicitado a su abuela dos años sabáticos para que ambos jóvenes se adapten a las nuevas circunstancias y no se repitan los errores que marcaron el último enlace real en Londres hace ya 30 años.

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