Miedo a hablar

Rioja2

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Las películas de éxito mundial ponen a veces un foco de luz sobre algún problema cotidiano que pasa normalmente desapercibido. Es el que proyecta ‘El discurso del Rey’ la magnífica película de Tom Hooper, ganadora de cuatro estatuillas en los Óscar, y que versa sobre la disfemia (conocida popularmente como tartamudez) una “disfunción en la forma de hablar” que afecta en España a unas 800.000 personas, aunque todavía no existe un censo riguroso. La personas que sufren disfemia, conviven de por vida con este trastorno que a menudo se sufre “en silencio”, porque lo que provoca en la mayoría es miedo o vergüenza a hablar y expresarse.

Para ayudar a paliar este problema de fluidez en el habla, existe el cada vez mayor reconocido trabajo de los logopedas, Alba López y Domingo Álvarez, desde hace varios años dedican su tiempo a ayudar a superar los trastornos relacionados del habla y el lenguaje en su Clínica del Lenguaje de Logroño. Lo primero que quieren descartar estos profesionales es que “no hay que hablar de discapacidad sino de peculiaridad en el habla”, matizan, “la disfemia no es un enfermedad ni una discapacidad, pero lo cierto es que llega a discapacitar a muchos de quienes la padecen en esta sociedad a veces incomprensiva con este problema”.

Se trata de un síndrome clínico caracterizado por disfluencias (alteraciones en la fluidez del habla) involuntarias anormales y persistentes en el habla, acompañadas por peculiares patrones conductuales (tensión muscular en cara y cuello) o afectivos (timidez, miedo o estrés). “Se dan repeticiones, prolongaciones o interrupciones en los movimientos productores del habla”, explica Domingo.

La importancia de una atención temprana

La disfemia “se manifiesta en todas las personas durante la etapa infantil, entre el segundo y cuarto año de vida”, explica Alba, “es una disfemia evolutiva que se da cuando se está aprendiendo a hablar, al ir adquiriendo el lenguaje de niños, se dan a menudo repeticiones y las palabras se bloquean, pero esta es momentánea y en la mayoría de los casos se pasa”. Si se diagnostica a tiempo antes de los seis años y se trata correctamente “se puede corregir hasta en un 80% de los

casos“, tan importante es la función del logopeda como la ”del psicólogo que debe orientar a los padres para que sepan cómo interactuar con el niño para ayudarlo a superar sus dificultades a la hora de expresarse“, comenta.

Desde el punto de vista de la atención temprana, ambos coinciden en que hay que atajar cuanto antes la patología, “no se puede comprobar que se vaya a pasar o a reafirmar con el tiempo, si se deja va a más y va a ser más costoso atenuarla, hay que ir al especialista porque la estimulación temprana es lo más eficaz”, apuntan.

Tras esa primera etapa, si a partir de los 6 o 7 años, esos bloqueos en el habla continúan o se acentúan con otras manifestaciones conductuales, corporales o respiratorias, “entonces hay que actuar e intervenir con las terapias adecuadas a cada caso”.

A la Clínica del Lenguaje se acercan cada día personas por diferentes motivos que suelen ir aparejados a las diferentes etapas de la vida, aunque no se puede establecer un patrón definido, “de niños son los padres los que observan las dificultades y se preocupan”, explica Alba, un poco más mayores “a veces se muestran reticentes e intentan enmascarar el problema y vienen presionados por la familia, en la época del instituto quieren estar de igual a igual con sus amigos y quieren superarse, aunque su entorno de familia y amigos lo tengan asumido, en la universidad, ya más maduros, no les preocupa tanto venir”; y finalmente en la fase adulta “hay un porcentaje bajo que acude a nosotros, pero los hay y vienen lanzados por el ánimo de superación, aunque estén en un entorno también favorecedor en el que se tiene totalmente asumido o entienden el problema”.

Si hubiera que establecer un momento que influye de especial manera en la vida de las personas con disfemia es cuando se empieza a trabajar, “la etapa laboral es la que más marca, porque es cuando a uno le ponen o se pone a prueba e interviene la comunicación y es cuando encuentran trabas...”, precisamente este paso puede suponer un trauma, Alba todavía recuerda un caso que le impactó, el de “un chico que se preparó tres veces para unas oposiciones que incluían pruebas físicas y test, éstos los pasaba, pero no ocurría así con las entrevistas porque se bloqueaba y era muy frustrante, sólo fallaba en el aspecto del habla , tenía un componente

psicológico , una educación muy rígida que de pequeño le bloqueaba y ahora de adulto le impedía cumplir sus deseos“. Como vemos, no sólo hay que poner el acento en la parte mecánica, en las repeticiones, bloqueos, temblores... ”sino la parte psicológica juega un papel trascendental y al igual hay que tratarla, porque puede ser parte de la causa que provoca el problema en el habla o a veces la única“.

Trabajo integrado multidisciplinar

Cuando el paciente canta, baila o juega no suele haber bloqueo, “uno de los problemas es que no sabe marcar el ritmo porque poseen una tensión excesiva que le produce esos bloqueos y no les permite relajarse”, explica Domingo, “la melodía le marca el ritmo, los agudos y a respirar en las pausas para seguir cantando, el baile también, porque también te marca el ritmo, todo ello lleva a una mayor fluidez en el habla”. Para superar una situación concreta como hablar por teléfono, “puede ayudar a lograr una secuencia rítmica en el habla, llevar a la vez un ritmo con los pies o con los dedos de las manos”, apunta Alba.

Otra de los ejercicios que hacen estos logopedas es colocarse “detrás del oído del paciente y hacemos una lectura simultánea, comenzando a leer el texto una palabra por detrás, y al revés”, explican, “al igual que ocurre cuando se le pone música al paciente y se les hace hablar o leer, al no escucharse su voz la lectura es más fluida, pierden el miedo a errar porque muchos al escucharse cuando hablan cogen miedo o vergüenza”.

Para llevar a cabo estos procesos de aprendizaje, Alba y Domingo coordinan la Clínica del Lenguaje junto con otros profesionales, otros dos logopedas especializados en psicomotricidad , una psicóloga y una terapeuta ocupacional. Dependiendo del caso “las terapias se pueden combinar, por una parte relajación y conocimiento corporal y sensorial, por otra el aspecto psicológico y por otra la parte de logopedia que involucra al habla y al lenguaje, aunque un logopeda sólo también puede ayudar sólo a tratar el problema porque manejar los conocimientos suficientes para controlar la respiración o técnicas para mejorar la fluidez”. También utilizan “sobre todo con los pequeños juegos tradicionales que estimulan los sentidos” y programas específicos en el ordenador con micrófonos para los mayores.

Siempre, eso sí, insisten, “respetando la personalidad de cada uno, tratamos de concienciarle de la dificultad que tiene y ver el trasfondo, el por qué se produce, y hacerle al paciente ser consciente de qué es lo que falla y darle las estrategias o las herramientas adecuadas para paliarlo”.

Causas

Entre las causas que provocan la disfemia también se puede hablar de “un componente hereditario, y se suele dar más en hombres”, explican ambos, “además de casos de lateralidad

contrariada (en personas zurdas que antiguamente se les obligaba a ser diestras), retardo auditivo (se tarda un poquito más de los normal en la escucha, cuando hablan ellos se oyen con cierta demora, no se escuchan inmediatamente), como mecanismo de repuesta ante la ansiedad (en una educación represiva, estricta o autoritaria) , trastornos emocionales como la timidez, o simplemente la falta de coordinación entre los sistemas respiratorio y fonatorio.“

Por ello hay que trabajar en áreas básicas como la respiración o relajación “porque normalmente tienen excesiva tensión en la cara, en la zona de la laringe y esos músculos hay que distendirlos para que a la hora de hablar puedan hacerla de una forma más fluida, el principal objetivo, conseguir fluidez, porque el habla va entrecortada sufren pequeños espasmos o atascos, y se trata de que estos se reduzcan y la voz fluya.”

En su consulta detectan disfemias “que con una estimulación adecuada pueden mejorar”, ésa es la clave según estos especialistas, “enseñarle estrategias -desde la confianza y para que ellos tomen a su vez también confianza- para el autocontrol en situaciones puntuales que sean inesperadas, porque normalmente si está en entornos conocidos el problema no se manifiesta de una forma tan marcada como cuando están en situaciones ajenas, a veces creemos necesario acompañarles en momentos como hacer la compra, o pedir información en un sitio, que implique que uno tenga que hablar o expresarse”.

Autoestima, comunicación y paciencia

La autoestima es otro de los pilares básicos en los que se debe asentar la personalidad, y en las personas con disfemia su falta les suele condicionar, “cada vez más somos conscientes de este trastorno, antes estaba muy mal visto y se le señalaba, hoy en día está aceptado y se considera una patología más, pueden ser brillantes intelectualmente y tener únicamente este problema”, comentan.

La falta de comunicación o el poco tiempo que se dedica a ello en la familia influye en la calidad del habla de las personas con disfemia, “ellos requieren acompasar su propio tempo corporal con el de su entorno, y a veces es difícil”. Hoy en día hay muchos estímulos como Internet o los videojuegos, pero “que eliminan la comunicación, sólo hacen respuestas mecánicas, no se expresan, necesitan jugar y que haya una estimulación comunicativa y contacto humano.”

Alba y Domingo también aluden a la paciencia -virtud que hoy en día la sociedad parece olvidar en este mundo globalizado y estresante- y que es sencillamente lo que demandan los afectados o afectadas “tenemos que tener la paciencia necesaria para dejar que se expresen, se trata de saber escuchar, y no interrumpirles y dejar que acaben las frases o palabras no tratar de acabárselas, tan sólo necesitan mayor tiempo de respuesta”.

En estos casos el tiempo sí que es oro para estas personas que sufren una patología que, con conciencia y trabajo, se puede disminuir satisfactoriamente y superar como otras tantas dificultades a la que nos enfrentamos en esta vida.

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