Solaria o la ley del silencio

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Miedo: miedo a quedarse sin trabajo, miedo a que no te vuelvan a llamar, miedo a no llegar a fin de mes, a no poder pagar la letra de la hipoteca... muchos riojanos conocen esta sensación sobre todo desde hace un par de años, cuando la crisis económica entró por la puerta de muchas casas.

Esa sensación también la conocen los 250 trabajadores, entre fijos -unos 40- y los eventuales que engrasan la rueda de la producción de Solaria durante las 24 horas del día. La empresa de placas fotovoltaicas trabaja a destajo, sin descanso, para sacar adelante una producción que envía mercados internacionales como Italia, Alemania o Inglaterra. El negocio no les va mal, aunque Solaria ha pasado también épocas complicadas.

Llegó a Fuenmayor de la mano del Gobierno de La Rioja para ocupar los terrenos que había dejado la multinacional sueca Electrolux. En abril de 2008, la empresa manchega que ya cuenta con una planta en Ciudad Real aterriza en nuestra región con la promesa de crear hasta 700 puestos de trabajo. Pero los resultados no son los esperados y en un primer momento contrata a unos 34 trabajadores -los que ahora son fijos indefinidos- e incluso solicita un Expediente de Regulación de Empleo para ambas plantas el 25 de febrero de este año. Casi tres meses después, reclama a las autoridades laboral su cancelación: Solaria empieza a remontar con un aumento de la producción y de sus pedidos.

Ese incremento de producción motiva que la dirección de la planta abra un proceso de selección de personal para ocupar en un primer momento 180 puestos de trabajo: ofrece contratos de obra de tres meses y turnos rotatorio, el sueldo es de 1.600 euros brutos. La noticia corre como la pólvora y hasta los medios de comunicación se hacen eco de la oferta de trabajo que congrega a multitud de riojanos en su mayoría jóvenes y de todo tipo de preparación: es una buena opción para escapar del paro.

Tanta es la urgencia de Solaria que los trabajadores se incorporan a sus puestos de forma inmediata y parece que el proyecto de reindustrialización de la zona de Fuenmayor tan perseguido por unos y tan denostado por otros, empieza a funcionar.

“EL QUE SE QUEJA, SE VA A LA CALLE”

Los 250 trabajadores que forman parte de Solaria comparten sobre todo dos cosas: las malas condiciones de trabajo y el miedo a ser despedidos. En otras circunstancias económicas, muchos de ellos no hubieran vuelto para firmar una renovación o un segundo contrato y en otras circunstancias económicas, la empresa habría apostado por mejorar las condiciones laborales de unos trabajadores ya formados. Pero, el Departamento de Recursos Humanos de Solaria tiene hasta 2.000 currículum en la mesa, eso deja en una situación indefensa a los trabajadores que saben que pueden ser sustituidos sin problemas.

Quien afirma esto es un trabajador de Solaria. Entró en la planta cuando hace más de seis meses com peón. Tiene que pagar un alquiler y necesita el trabajo, por eso mantiene el anonimato. “La gente tiene miedo porque sabe que si se queja va a la calle, tiene miedo a ser despedido” asegura.

Tiene un contrato eventual “como casi todos” y sus condiciones han ido cambiando “a peor” con el paso de los meses. Si un primer momento se le hizo un contrato de mañana, de lunes a viernes, en el segundo contrato se añadían también los turnos de tarde: siete días trabajados, dos de fiesta; siete trabajados, dos de fiesta y siete trabajados, diez días de fiesta.

Durante la jornada diaria -ocho horas- los trabajadores tiene 20 minutos para comer. Sin embargo, el aumento de la producción motivó que se añadiera un quinto turno. “Durante la semana te van cambiando el turno, empiezas trabajando un lunes de mañana y terminas el domingo haciendo el turno de noche, es una locura, a veces no sabes ni en qué día vives” asegura el trabajador.

Si en un principio había diferentes categorías: oficial de 3ª, peón... a partir del contrato del segundo turno las categorías desaparecieron y pasaron todos a ser peones con su correspondiente bajada de sueldo. El organigrama de Solaria quedaría así: peones, encargados, capataces y dirección.

Los abusos en los contratos no se quedan ahí. “En ocasiones, argumentan un descenso en la producción durante tus día de descanso para despedirte, te pagan los que te corresponde y te dicen que ya te volverán a llamar. He llegado a firmar varios contratos en menos de dos meses”. Este trabajador también asegura que cuando firmas tu despido tienes ya preparado el otro contrato con el nombre de una producción diferente: la incertidumbre laboral es evidente.

¿Cómo afecta esta forma de trabajar al trabajador? “Tengo problemas de sueño y aunque no me consta ninguna baja médica, es difícil compaginar la vida social y la laboral. Cuando tienes fiesta, tus amigos están trabajando y cuanto tú tienes que trabajar todo el mundo tiene fiesta”.

Pero además de los turnos abusivos, los trabajadores de Solaria trabajan sin calefacción. En invierno la temperatura puede llegar a ser de tan sólo 7º: ocupan sólo una parte de una planta enorme. “Nadie nos dice nada si no llevamos a la vista el uniforme, tenemos que estar con los abrigos puestos mientras trabajamos en invierno”.

Tampoco tienen duchas y los aseos son una letrinas para 300 personas. “Arriba hay unas pocas taquillas pero tienes que estar muy espabilado para hacerte con alguna, si no lo consigues, tienes que dejar tus cosas en cualquier lado”.

ELLAS DAN LA CARA

Solaria cuenta con tres representantes sindicales para 250 trabajadores. Dos de UGT y una de CCOO, todas mujeres. Su principal reivindicación es que la conversión de todos esos contratos temporales en fijos. Desde la sección del Metal de CCOO se asegura que Solaria se aprovecha de la necesidad de los trabajadores en tiempos de crisis para continuar con la temporalidad.

Y también para no mejorar las condiciones económicas con la entrada del quinto turno. En Puertollano, Ciudad Real, ciudad donde Solaria también tiene otra planta, la presencia de grandes industrias viene de lejos. Por ello, el quinto turno está perfectamente asimilado en la forma de trabajar de esas empresas que tienen mejores condiciones ya que se rigen por el convenio regional. No ocurre lo mismo ni por asomo en Fuenmayor: se paga igual trabajar un lunes que un domingo.

Los trabajadores fijos no están mucho mejor: además del quinto turno tuvieron que firmar una bolsa de horas que debían a la empresa durante el tiempo que duró el ERE. La empresa les presionó asegurando que de no firmar, no se aumentaría la producción y continuarían con el expediente de regulación. Prefirieron la bosa de horas.

“Nos alegramos de la creación de puestos de trabajo en La Rioja” dice Jorge Ruano de CCOO, “pero no a cualquier precio. Solaria tiene que acabar con la precariedad, con la eventualidad y ahí también tiene que hacer presión el Gobierno”.

Este es otro punto complicado: a principios de año, el Partido Riojano denunciaba que Solaria había recibido una subvención por parte de la ADER de 600.000 euros en 2009, cuando en ese tiempo la empresa atravesaba por malos momentos: estaba inmersa en un ERE que afectaba a 35 trabajadores de los 700 que se había comprometido en contratar. El propio presidente del Gobierno de La Rioja, Pedro Sanz, salió al paso de esta denuncia asegurando que a pesar de que la ADER había aprobado esa ayuda, el dinero no se había cobrado ya que Solaria no había cumplido con su compromiso de crear empleo.

Ahora parece que la empresa manchega podría llegar a tener en nómina a esos 700 trabajadores, y está por ver si el Gobierno entregará esa subvención pública a pesar de que las condiciones laborales de esos trabajadores no son las más deseables.

Anabel Espinosa representante de los trabajadores de Solaria por CCOO, afirma que el principal problema que tiene Solaria ahora mismo es la eventualidad eso provoca que “tengan miedo hasta de respirar”.

Para Anabel, la única fuerza que podían tener es que existiera un Comité de Trabajadores en condiciones, “imáginate tres personas para cubrir las necesidades de 250..., no llegamos, es imposible. Necesitaríamos que los demás trabajadores se involucrasen para hacer más presión” pero entiende el temor de los trabajadores eventuales a no significarse.

Aún así, Anabel espera que las cosas mejores y ve una buena disposición de la empresa para terminar, en parte, con la temporalidad.

Sin embargo, quiere ser optimista: consolidar una empresa cuesta, pero es consciente de que “estamos absolutamente solos, muy muy solos” refiriéndose a las administraciones públicas. “Espero que las cosas vayan a mejor”

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