La lección de BP

Rioja2

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La pesadilla que ha vivido durante los últimos cuatro meses el Golfo de México como consecuencia del vertido provocado por la petrolera inglesa British Petroleum (BP) podría llegar a su fin. Después de 800 millones de litros de crudo vertidos al mar, cientos de animales muertos, varios miles de millones de dólares gastados en indemnizaciones y reparaciones por los daños causados y alguna que otra decapitación en la cúpula de BP; un sellado provisional el 15 de julio y una inyección definitiva de lodo y cemento, el 4 de agosto, podrían dar por terminada la mayor catástrofe medioambiental que ha conocido EEUU. No ha sido la primera y sus efectos durarán varios años pero, aún así, puede que tampoco sea la última tragedia de este tipo que tiene lugar en EEUU si no se toman las políticas medioambientales oportunas.

La forma en que el presidente estadounidense, Barack Obama, ha gestionado esta crisis ha sido uno de los puntos más controvertidos. Cuando la plataforma petrolera Deep Horizon explotó el 20 de abril, Obama no tomó ninguna medida inmediata y tampoco visitó la zona del desastre, que había dejado un parte de 11 trabajadores muertos y había provocado el inicio de la fuga de uno de los pozos de los que extraía petróleo, el denominado Macondo. Esta actitud llevó a crear un paralelismo con lo ocurrido en 2005 con el huracán Katrina, que desoló la ciudad de Nueva Orleans, y con el entonces presidente George W. Bush, a quien se le acusó de no saber reaccionar a tiempo y no tomar las medidas necesarias para gestionar esa crisis.

Durante algo más de un mes, lo que el Gobierno estadounidense mantuvo fue que BP era la única responsable del vertido y que, como tal, debía encargarse de él. Sin embargo BP no estaba preparada para algo así, aunque muchos informes señalan que estos riesgos eran conocidos por BP (y por muchas otras empresas petroleras que tienen explotaciones en las costas americanas) pero ignorados, debido al coste de las medidas de seguridad y la improbabilidad de que se diera un suceso de este tipo.

Cuando Obama reconoció al fin que se había equivocado pensando que BP podía corregir su propio error, las cosas no cambiaron mucho más. El mandatario asumió, en una rueda de prensa en la Casa Blanca, la responsabilidad del Gobierno de EEUU en el control del vertido y de la reparación de la fuga, pero seguía siendo BP quien debía proveer los recursos materiales y económicos para solucionarlo.

Una catástrofe medioambiental sin precedentes

Durante el tiempo que precedió a las declaraciones del Presidente estadounidense y en los meses que se sucedieron, se especuló con la cantidad de barriles de petróleo vertidos y el impacto real de la fuga sobre el medio ambiente. En un principio se habló de 5.000 barriles diarios pero las últimas estimaciones, obtenidas gracias a la implantación de cámaras de alta definición en la boca de la fuga, la cuantificaban en una media de 60.000 barriles por día durante los primeros días, y 35.000 según fue avanzando el tiempo.

Sobre el impacto medioambiental no existían al principio, ni ahora tampoco, datos oficiales. Varias organizaciones se encargaron, de forma independiente, de medir los daños provocados, pero cada una con unos parámetros diferentes, de manera que los resultados de unas y otras divergían de manera considerable. Había quien tenía en cuenta sólo los animales que se encontraba muertos (sin hacer estimaciones sobre los que podrían haberse muerto y hundido en el mar); quien estudiaba los efectos visibles sobre los ecosistemas de la zona, aventurando la muerte de éstos; quien pensaba que había que analizar cómo se comportarían las especies con el paso del tiempo y quien pretendía minimizar los efectos del vertido, alegando que los ecosistemas del Golfo de México estaban ya muy dañados antes del desastre de BP. Pero en ningún caso se negaba que el impacto sobre el medio ambiente, las actividades económicas y la vida de los habitantes en la zona se estaba viendo afectada.

A pesar de la inexistencia de datos oficiales, los costes para el entorno natural del Golfo y de los estados tocados por la marea (Louisiana, Mississippi, Alabama, Texas y Florida) serán importantes. Las primeras estimaciones hablaban de más de 400 especies de fauna y flora afectadas, 1.200 pájaros muertos y largas capas de petróleo sumergidas a lo largo de la costa. Ahora, conociendo que el vertido ha sido mucho mayor de lo que se predijo en un principio, las cantidades de animales y plantas dañados se estimarían mucho más elevados.

Pequeñas consecuencias para una gran empresa

Así las cosas, las consecuencias para la British Petroleum no han sido tan catastróficas como cabría imaginar después de un accidente de tal calibre. Cierto es que en términos económicos la fuga del Macondo ha supuesto un duro golpe para la empresa. Por una parte, el valor de BP en Bolsa ha caído en picado, lo cual ha tenido daños colaterales. El mejor ejemplo de ello son los fondos de pensiones británicos. Del dinero que éstos recibían hasta ahora de las empresas que cotizan en la Bolsa británica, una de cada siete libras procedía de BP.

Sin embargo, pocos en la cúpula BP se han visto directamente afectados por esta tragedia. Quizás la única pérdida que tenga que lamentar la petrolera es la de Tony Hayward, el hasta ahora consejero delegado de BP, que anunció su dimisión el 27 de julio. Pero Hayward, que dejará su puesto definitivamente en octubre, recibirá una pensión anual de 715.000 euros, que podrían verse incrementados con un pago de más un millón de euros si abandona la empresa.

El castigo económico será probablemente el más duro para BP. Cuando se anunció la destitución de Hayward también se dijo que se contarían con unas provision

es de unos 25.000 millones de euros para pagar reclamaciones y pérdidas, y se desveló que entre abril y junio la empresa perdió alrededor de 13.000 millones de euros como consecuencia de la fuga de crudo. Bob Dudley, el estadounidense que asumirá desde octubre el puesto de consejero delegado, reconoció que esta catástrofe llevará a BP a “cambiar de cultura” y aseguró que servirá para que la británica y otras empresas de gas y petróleo aprendan de este error y eviten otros similares en el futuro.

Pero cuesta creer esto cuando se observa la historia de BP y se comprueba que es una de las empresas que tiene más “lapsos de seguridad, recorte de costes y desastres laborales”, tal y como denunció el bufete de abogados que se encargó de la demanda de los accionistas estadounidenses de BP, que aseguraban que no se les había informado sobre las verdaderas medidas de seguridad de las que disponía la petrolera en el Golfo de México. Y la misma sensación produce mirar hacia atrás en el tiempo y ver que catástrofes de enormes proporciones, como la del Exxon Valdez, el petrolero que encalló en las costas de Alaska en 1989, vertiendo 522 millones de litros de petróleo (frente a los 800 millones de BP), no han servido para evitar el actual desastre del Golfo de México.

El petróleo desaparece de la superficie

En cualquier caso, las previsiones en un principio realizadas en cuanto a daños medioambientales parece que no se cumplirán o, al menos, no serán tan visibles como se esperaba. La marea negra ha desaparecido relativamente pronto, gracias a los sistemas empleados para su limpieza: unas bacterias naturales que consumen el petróleo y unos controvertidos dispersantes tóxicos, cuyo uso ha sido criticado ya por algunas autoridades estadounidenses.

Ésto puede que haya contribuido al hecho de que haya muchas menos imágenes de animales muertos y playas cubiertas de chapapote que en el caso, por ejemplo, del Prestige en España. Y sin salir de EEUU, es fácil pensar que no se recordarán tantas escenas catastróficas de este desastre medioambiental como de casas anegadas y gente durmiendo en polideportivos por las inundaciones provocadas por el Katrina.

Quizás este hecho, el no recordar la fuga del pozo Macondo como una gran catástrofe natural porque la marea negra desapareció rápidamente, sirva para que la mentalidad de los estadounidenses en lo relativo al empleo de energía procedente del petróleo no cambie. Muchos consideran que es importante seguir obteniendo petróleo de las costas americanas, para evitar la dependencia de terceros países. De hecho, la moratoria para extraer crudo presentada por Obama fue muy mal recibida entre la opinión pública e impedida por un juez estadounidense al considerarla “arbitraria y caprichosa”.

Aunque BP no ha dado por finalizada la operación de sellado del pozo de manera oficial (aún falta la construcción de un pozo de alivio, prevista para finales de agosto, cuyo éxito no está asegurado), todo parece indicar que se están escribiendo las últimas líneas de la tragedia del Golfo de México, también la mayor de la historia de Estados Unidos.

Pero el fin de la fuga de petróleo no asegura el fin de este desastre medioambiental, ni pone, por el momento, las trabas necesarias para que la historia no se repita en otros lugares ni con otras empresas petrolíferas. BP tendrá que pagar seguramente mucho más de lo que ya ha pagado hasta ahora en concepto de reparaciones y compensaciones, pero nada impide que busque la forma de recuperarse de ello y continuar con sus actividades, y tampoco hay indicios de que alguien se lo vaya a impedir.

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