Los soldados de la Batalla del Vino se quedan helados

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Pocos años ha hecho calor durante las primeras horas del día en Haro, aunque sea finales de junio, pero la temperatura que los valientes asistentes a la Batalla del Vino de Haro han tenido que soportar roza casi la temeridad.

Y es que el bajó de temperaturas que hemos experimentado en La Rioja se ha notado especialmetne en La Rioja Alta. En las primeras horas del día apenas se superaban los 10 grados mientras que hace dos días llegaba a los 18 grados.Aún así, la fiesta ha continuado en los riscos de Bilibio. Como cada año y tras asistir a una misa y contemplar cómo el Regidor Síndico coloca el pendón de la ciudad en lo alto de los riscos de Bilibio, a donde han acudido todos en romería, los habitantes de Haro, peñistas y vecinoes, se han enzarzado en la Batalla del Vino, un más que húmedo combate en el que los contendientes se arrojan miles de litros de vino mediante botellas de plástico, garrafas, las clásicas botas, pistolas de agua o incluso armas de destrucción masiva: sulfatadoras. Durante casi dos horas, los trajes blancos y pañuelos rojos de estos peculiares contendientes se van empapando y tiñendo de morado; lo bueno es que si a uno le entra la sed puede beberse las municiones.

A mediodía cuando ya estén todos empapados, chorreando vino por los cuatro costados y con los consiguientes efectos etílicos en el organismo producido por estas auténticas armas químicas (el picor en los ojos para los malpensados, aunque, sí, también influye el haber ido a la lucha sin dormir, “de empalmada”, como se dice en el argot local).

Será el momento reponer fuerzas con una comida campestre. Luego, el regreso a Haro, a la plaza de la Paz, en lo que se conoce como las vueltas: jolgorio, baile y charangas musicales hasta la hora de acudir a la plaza de toros para presenciar la inevitable corrida de vaquillas.

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