Un cambio histórico

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Hace poco más de un año, Barack Obama llegaba a la Casa Blanca con una importante promesa: la reforma del sistema sanitario de Estados Unidos. Este importante cambio interno ha sido la gran apuesta del nuevo mandatario estadounidense y es ahora cuando parece estar más cerca de convertirse en una realidad.

Tras la aprobación del Senado el pasado mes de diciembre, las enmiendas al proyecto de reforma sanitaria han llegado a la Cámara de Representantes donde han conseguido el visto bueno de la mayoría de los congresistas: 219 votos a favor y 212 votos en contra. Ahora sólo queda esperar a la confirmación por parte del Senado a las modificaciones introducidas por la Cámara Baja y a la sanción de la ley por parte del propio Obama, algo que previsiblemente no tendrá ningún obstáculo.

El presidente estadounidense no esconde su satisfacción al ver que uno de sus mayores y más arriesgadas apuestas, en lo que a política interna se refiere, está a punto de materializarse. “Esta noche, después de casi cien años de conversaciones y frustración, después de décadas de intentos, y un año de prolongados esfuerzos y debates, el Congreso de Estados Unidos finalmente ha declarado que los trabajadores americanos, las familias americanas y las pequeñas empresas americanas merecen la seguridad de saber que aquí, en este país, ninguna enfermedad ni accidente harán peligrar los sueños por los que han trabajado durante toda su vida”, anunciaba Obama.

En la actualidad, en Estados Unidos existen unos 46 millones de personas que no pueden acceder a los servicios básicos de la sanidad pues no pueden pagar el coste de un seguro médico. A este problema se suman los 102 millones de estadounidenses que tienen una cobertura insuficiente y las 18.000 muertes que se producen al año por falta de atención médica.

La reforma

Según la propuesta de Obama, el nuevo sistema sanitario de Estados Unidos hará que se extienda la cobertura del seguro sanitario a 32 millones de ciudadanos, garantizando así la asistencia al 95% de los estadounidenses. De esta manera, la Sanidad será accesible para la clase media y las pequeñas empresas, quienes no tendrán que pagar grandes primas a las compañías de seguros médicos.

Además, se intensifica la protección de los consumidores y se protege a éstos de los abusos de las compañías aseguradoras.

Por otro lado, según mantienen desde la Casa Blanca, el nuevo mercado de las aseguradoras médicas, más competitivo, mantendrá un precio asequible en los seguros sanitarios, lo que contribuirá a que millones de ciudadanos estadounidenses tengan la oportunidad de obtener el mismo tipo de seguro que poseen los miembros del Congreso de Estados Unidos.

Entre otras medidas, la reforma introduce cambios en el Medicare, el sistema de salud gubernamental para mayores de 65 años, bajando el coste de los medicamentos con prescripción médica. “Esta reforma es justa para nuestros mayores. Hará el Medicare más fuerte y más solvente, prolongando su vida por casi una década. Y esto es lo correcto para nuestro futuro. Reducirá nuestro déficit en más de cien mil millones de dólares al final de la próxima década y en más de un trillón de dólares en la década siguiente”.

La otra cara del cambio

A pesar de todos estos beneficios, la nueva ley sanitaria implica otros aspectos menos positivos. La reforma del sistema sanitaria lleva aparejado un importante presupuesto que por el momento no queda claro cómo se pagará. La cadena BBC ha recogido el testimonio de un experto en este campo, Michael Cannon, director de Estudios sobre Política Sanitaria del Instituto Cato, en Washington, quien señala que la reforma “genera demasiadas situaciones inestables con las que tendrá que lidiar el Congreso”.

Según Cannon, los jóvenes e individuos saludables se verán motivados a cancelar sus pólizas existentes a sabiendas de que tendrán una alternativa más barata en el futuro. La tendencia podría provocar un colapso de los mercados de seguros.

Por otro lado, los republicanos critican que la nueva normativa aumentará el gasto público, la intervención del gobierno en la prestación de servicios de salud y hasta que facilitará la práctica de abortos.

Además, la reforma del sistema sanitario estadounidense no asegura un acceso universal a la Sanidad, todavía quedan colectivos sociales que no se pueden ver beneficiados por estas nuevas medidas. Este cambio considerado por muchos como histórico dejará fuera aún a unos cinco millones de estadounidenses, más los 12 millones de inmigrantes indocumentados que se calcula que hay en la actualidad en el país.

A lo largo de la historia de Estados Unidos, han sido pocos los mandatarios estadounidenses que se han atrevido a intentar modificar el sistema sanitario del país, solamente Barack Obama lo ha conseguido; sin embargo, será el paso del tiempo el que muestre si la reforma sanitaria obtiene los cambios concebidos y si la Sanidad deja de ser un privilegio en uno de los Estados más desarrollados del planeta.

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