Después de Irak

Rioja2

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Seis largos años han transcurrido desde que tres mandatarios se hicieran una foto en las islas Azores, una fotografía que tiempo después sería famosa por el significado que escondía: la alianza de tres Estados para intervenir militarmente en Irak. Sin declaración de guerra de por medio, España y Reino Unido se embarcaban de la mano de Estados Unidos en una misión, la cual unos califican como “guerra contra el terror” y otros como “invasión”.

La explicación de que el régimen iraquí poseía armas de destrucción masiva cayó en el mismo momento en que el que lo hizo Sadam Hussein. De esta manera, se mostró a toda la opinión pública que tal armamento no existía y llevó a muchos a preguntarse “¿Qué hacemos en Irak?”

Seguramente esta cuestión es la que ha provocado el inicio de una investigación oficial por parte de Reino Unido para descubrir cuáles fueron las circunstancias que llevaron a este país a implicarse en la guerra en Irak en marzo de 2003. El informe final sobre la investigación, que abarca el periodo entre 2001 y 2009, no se espera que se conozca antes de las elecciones generales de la próxima primavera, por lo que pueda influir en ellas.

Este proceso contará con un equipo investigador, compuesto por cinco miembros y encabezado por el ex funcionario Sir John Chilcot, quien fue designado por el primer ministro británico, Gordon Brown.

Durante la primera audiencia celebrada el pasado 24 de noviembre, Chilcot quiso dejar claro que la investigación sería imparcial y crítica con quien tenga que serlo si los resultados así lo determinan. “Queremos facilitar un entendimiento claro de los varios elementos centrales de la implicación de Reino Unido en Irak y cómo evolucionaron en el tiempo”, explicó.

“Estamos comprometidos, y los británicos pueden esperarlo de nosotros, a garantizar que será [una investigación] rigurosa, imparcial, objetiva y justa”, aseguró el antiguo funcionario. El objetivo de la investigación, añadió, es “establecer qué ocurrió en Irak, evaluar qué salió bien y qué no y, crucialmente, por qué” con el fin de que se puedan sacar lecciones.

“No estamos en un tribunal o en una investigación judicial o en una investigación legal, y nuestro proceso reflejará esa diferencia”, prometió Chilcot, que insistió en que “nadie está siendo juzgado, nosotros no podemos determinar la culpabilidad o la inocencia” puesto que “sólo un tribunal puede hacerlo”. No obstante, se comprometió a que “una vez tengamos nuestro informe final, no nos asustaremos de hacer críticas donde estén garantizadas”.

Por otro lado, Sir Chilcot aclaró que “si un testigo no se siente cómodo de responder las preguntas debido a un temor genuino de autoincriminación de un delito criminal”, el equipo investigador podría “considerar si, para garantizar la mayor apertura y coordinación posible”, se autoriza que “las pruebas suministradas a la investigación no se usen en procedimientos penales contra ellos”.

Algunas de las audiencias de la investigación se realizarán a puerta cerrada

con el fin de que no salgan a la luz cuestiones que “de ser dadas a conocer en público afectarían al interés público”, o “cuando haya otras razones genuinas para que un testigo tenga dificultades para ser franco en público”.

En la primera sesión han prestado declaración Sir Peter Ricketts, ex presidente del Comité Conjunto de Inteligencia, y ex altos cargos del Ministerio de Defensa y del Foreign Office, con el objetivo de analizar la política exterior británica hacia Irak antes de la guerra.

Durante la segunda jornada, el tema principal de la investigación serán las armas de destrucción masiva y las denuncias que contra el régimen de Sadam Hussein se presentaron por este motivo.

El gobierno de Tony Blair

El ex primer ministro británico, Tony Blair, será seguramente uno de los principales testigos de esta investigación, pues fue su gobierno el que decidió intervenir junto a Estados Unidos en Irak. En los últimos días, el papel de Blair ha sido cuestionado aún más tras la aparición de unos informes de alto nivel que acusan al ex primer ministro de mentir al Parlamento británico sobre la planificación de la guerra de Irak.

En opinión de los altos mandos del Ejército británico responsables en su momento, Blair carecía de estrategia alguna para reconstruir Irak tras la caída del régimen de Sadam Hussein durante la invasión del país árabe en 2003; una operación “espantosamente mal planificada”, en la que se obvió cualquier tipo de “plan de contingencia” para garantizar el respeto a las Convenciones de Ginebra, y que llevaba preparándose desde febrero de 2002, desmintiendo las declaraciones formuladas en ese momento por Blair en las que aseguraba no tener intención de entrar en guerra, según documentos oficiales de alto secreto obtenidos por el periódico Daily Telegraph.

Según estos informes, Blair y su equipo mintieron a la opinión pública y al Parlamento cuando aseguraron que el objetivo principal de la misión era “el desarme y no el cambio de régimen”, como eventualmente terminó sucediendo. La intención de Blair fue, desde el principio, apartar del poder al dictador Sadam Hussein lo antes posible, se asegura en los documentos.

“La planificación, a nivel de formación, del despliegue británico en Irak comenzó en febrero de 2002”

, según los informes, en los que se cita al director de las Fuerzas Especiales, general Graeme Lamb, quien asegura: “He estado trabajando en la guerra desde principios de 2002”, cuando en julio de ese mismo año, Blair aseguraba ante los diputados británicos, entre ellos miembros de su partido Laborista, que “no hay planes para una operación militar británica en Irak”.

La necesidad de ocultar esta operación al Parlamento y a gran parte de altos cargos del Ejército exceptuando “a muy pocos” oficiales quienes “actuaron encorsetados” por el secretismo de los procedimientos, desembocó en una ofensiva “precipitada” y “falta de recursos y de coherencia”, que puso a las tropas en una situación “de gran peligro”, se afirma en dichos informes.

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