La ley antiterrorista, más dura con la mujer

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La amenaza terrorista mundial, presente desde inicios de este siglo XXI, ha movilizado rápidamente a los gobiernos de muchos países que han querido adoptar importantes medidas de seguridad para evitar posibles ataques. En este contexto de miedo y obsesión por la seguridad, las mujeres se convierten en una doble víctima.

Por un lado, son víctimas de los gobiernos y sus medidas antiterroristas que afectan de manera desproporcionada a mujeres, sobre todo si son refugiadas, inmigrantes o solicitantes de asilo. Según Martin Scheinin, relator de Naciones Unidas sobre el impacto de esas disposiciones en el respeto de los derechos humanos, las mujeres son blanco frecuente del endurecimiento de los controles de inmigración y de la negativa de asilo bajo el argumento de que han dado apoyo material al terrorismo.

Por otro lado, las mujeres son víctimas de los propios terroristas que, en la mayoría de los casos, las obligan a ayudarles.

“Incluso en situaciones en las que los terroristas han forzado a las mujeres a proveerles abrigo, alimentos o favores sexuales a punta de pistola. Después, cuando logran huir, y buscar refugio en otro país, de repente se encuentran con una acusación de haber proporcionado apoyo material a terroristas”, ha explicado Scheinin.

Además, el relator especial de Naciones Unidas ha afirmado que es la caracterización sesgada del terrorista, en la que las mujeres son doblemente víctimas.

“Primero, porque las organizaciones terroristas para evitar el estereotipo de las autoridades, pueden forzar a las mujeres a ser parte de una nueva camada de atacantes suicidas”, señala Scheinin.

En segundo lugar, agrega, porque cuando los Estados se dan cuenta de esto, empiezan a sospechar de las mujeres o de grupos femeninos específicos, como las embarazadas, y a verlas como posibles atacantes suicidas.

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