Último pase

Rioja2

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } Un amigo y yo decidimos despedir a 'La Colmena'. No importaba la película, el caso es que queríamos decir adiós a estos cines que tantos buenos momentos nos ha dado. Llegábamos tarde, como siempre, y por el camino recordamos cuál fue la primera película que vimos. Era aquella romanticona protagonizada por Meg Ryan: 'Cuando un hombre ama a una mujer'.

De aquello hace ya 15 años, pero durante estos tres lustros, 'La Colmena', antes 'Los Golem' nos ha ofrecido la oportunidad de experimentar una programación de cine alternativo con ciclos en versión original o el mítico maratón de cine de Actual. En definitiva, una ventana al mundo, una puerta abierta a la imaginación y los sueños. El séptimo vicio, como diría Tolentino.

'La Colmena' dio su último pase el mismo día que murió

el actor que menos trabajó y que creó más leyenda dentro del mundo del celuloide: James Dean. Y allí llegábamos mi amigo y yo. Corriendo a la última sesión. Cuando entramos por la puerta, aquello olía a muerto. Yo emití un sollozo que tenía una parte de verdad y otra de teatro. Era una mezcla entre familiar y plañidera en aquel entierro. Estaba totalmente vacío y se respiraba una cierta morriña de sus tiempos de gloria. Cuando la algarabía de la gente era la banda sonora que precedía a las sesiones de cada tarde.

En el puesto de palomitas había una chica y en la taquilla aquel chico que tantas veces me ha cortado la entrada con una sonrisa. Nos apresuramos a comprar una entrada, pues eran ya menos cuarto y era nuestra última oportunidad. “Tú ya has visto la de 'Malditos bastardos' ¿no?”, le dije a mi amigo. “Sí y la de Coixet pero vamos a ver la de Japón. Que me da igual verla otra vez”, me respondió.

Le pedí las entradas al chico de la taquilla y no sabía muy bien como darle el pésame. Mi amigo se adelantó: “¿Chapáis ya ¿no?”. El chico contestó que sí con una sonrisa tímida y falsa. Aunque no nos miró a los ojos, ya que estaba tecleando en el ordenador para buscarnos asiento, se podía percibir como aquello le había dejado un hueco en el corazón. Yo le dije: “Qué penita” y dado el silencio sepulcral que se originó, decidimos no insistir en el tema.

Era ya tarde, pero mi amigo sugirió que nos compráramos unas palomitas. Mientras la chica las preparaba en su cajita de cartón, recordábamos los tiempos de gloria, cuando ese mismo puesto estaba repleto de gente esperando ser atendida y nosotros nos íbamos a la tienda de afuera porque era más barata. Los de la tienda de golosinas de fuera son los mismos que estaban junto a los Duplex de Pérez Galdós y cuando estos míticos cines cerraron, se vinieron a hacer la competencia a las tiendas de golosinas de 'Los Golem'. Como los feriantes, seguramente ahora tendrán que cambiar el negocio de lugar.

Íbamos subiendo las escaleras y mi amigo estaba empeñado en meter el dedo en la llaga “¿Te acuerdas cuando estrenaron 'Pulp Fiction'? Que vinimos a verla dos veces”. Yo le mandaba callar y una especie de vacío nos inundaba. Todo estaba igual que siempre, salvo el puesto de palomitas de la planta de arriba, que llevaba ya mucho tiempo cerrado. Por el pasillo nos reímos porque habían pintado de negro un diente de Scarlett Johansson, que aparecía en un cartel de cartón promocional.

Ya entramos a la sala y por fortuna, no había comenzado la película. Comimos palomitas y bebimos coca-cola en polvo por última vez y yo le sugerí a mi amigo que nos lleváramos una butaca. Cuando salimos dijo en alto lo de la butaca para ver cómo reaccionaba la gente de la sala y algunos dijeron: “En mi salón no quedaría mal”. Nos resistimos a salir, nos quedamos hasta el final de los créditos y cuando no hubo más remedio, bajamos aquellas escaleras por última vez y nos encendimos un cigarro justo antes de traspasar la puerta de salida.

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