El desenfoque de las inversiones públicas

Rioja2

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En este momento en el que la discusión entre los partidos políticos se limita y está centrada en quién es el peor, o dicho de forma castiza, el más malo, conviene salirse de este ambiente, tomar distancia.

¿De qué hablan los políticos? ¿Qué hacen? ¿Cuál es su influencia en lo real?

Una noticia de la pasada semana: las viviendas de protección oficial que se habían promovido hace tres años, están ahora a precios similares a los del mercado privado. Consecuencia de la caída de los precios.

Esta acción, política, ha tenido un alcance muy limitado. Fue una decisión cortoplacista. No se planteó una alternativa a la “burbuja” inmobiliaria que estaba en pleno apogeo. Se limitó a paliar momentánea y someramente los efectos de la “burbuja”.

Los políticos se sacaron la foto “¡qué sociales somos!” sin haber llegado a conocer el alcance y los efectos a medio plazo de la promoción.

Otra: en el primer semestre del presente año, la licitación de obra pública ha sido muy inferior a la del mismo período del año 2008. Por falta de proyectos.

Pero a los ayuntamientos se les ha exigido que en pocos meses propongan proyectos de ejecución inmediata para el lanzamiento del plan E (8.000 millones de euros).

La Vanguardia (6 de agosto) se refería a estos hechos en su editorial: “Es inadmisible que los recursos públicos programados para combatir la crisis y luchar contra el paro permanezcan ociosos por falta de proyectos disponibles... España puede perder hasta 3.000 millones euros de inversiones de los fondos comunitarios por no presentar a tiempo los planes correspondientes”.

Otro ejemplo de cortoplazismo.

Estas políticas son generadoras de “contratos basura”. No sirven para la generación de empleo estable.

Dadas las circunstancias, la política de “parches” ha sido necesaria. Pero carecemos de músculo en la planificación a medio y largo plazo del uso de los recursos disponibles. Falta rigor en los procesos de decisión y en la ejecución de los planes. Demasiados vaivenes políticos.

Convendría profesionalizar al más alto nivel posible la administración del Estado. Aunque claro, cuanto más alto sea el nivel funcionarial profesionalizado, menor será el margen de los partidos políticos para “colocar” a sus gentes en la administración del Estado. Cierto es, esto tendría efectos muy saludables sobre la política.

8 de agosto de 2009

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