La sharia se impone en Somalia y Pakistán

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Somalia ha sido, junto con Pakistán, el último país que ha asumido la sharia como complemento de su sistema judicial. El gobierno somalí de transición ha optado por asumir estas leyes en un intento por congraciarse con las milicias integristas que acosan al país.

En el caso de Pakistán, la aplicación de las leyes contenidas en la llamada sharia se han permitido en la zona del Valle del Swat durante las ofensivas en la zona entre gobierno y taliban, con el objetivo de apaciguar a los islamistas instalados en la zona.

En ninguno de los dos países, el objetivo se vio cumplido. La aplicación de la ley islámica no ha servido para disminuir la hostilidad entre integristas y ocupados, pero ha llevado a los territorios la aplicación de normas ancestrales que siembran la polémica al chocar, en muchas ocasiones, con los Derechos Humanos.

Este conjunto normativo se basa en interpretaciones del Corán, y en hechos del profeta Mahoma. No se aplica ni interpreta igual en todos los países en los que actualmente está en vigencia, y en la mayoría de los casos convive con un sistema legislativo de corte occidental. En ocasiones, el descrédito de este sistema occidentalizado es lo que ha llevado a la imposición de las leyes islámicas de la sharia. Su alcance incluye a cerca de un centenar de estados en África y Asia, pero su mayor concentración se sitúa en los países de la península arábiga.

En el caso de Sudán, la sharia fue impuesta por el golpista Yaafar al-Numeiri en un país polarizado entre un norte musulmán y el sur cristiano. La aplicación de esta ley supuso la revitalización de una larga guerra civil porque se consideró una medida discriminatoria.

Cuando Indonesia restituyó su democracia, a finales del pasado siglo, afloraron en el archipiélago problemas de corte religioso, pese a que fue dotado de un régimen laico. La región de Aceh, al norte de la isla de Sumantra, fue pacificada en 2003 solo después de la adopción de un estatuto de autonomía que contemplaba la introducción de la sharia ante la presión de una facción radical. Ahora la práctica rigurosa de estas leyes en la zona han favorecido la proliferación de un discurso más conservador.

El camino hacia el manantial

“Sharia” significa literalmente “el camino hacia el manantial”, es entendida como las normas que separan la salvación de la condenación, y llega a regir desde delitos comunes, hasta los aspectos más privados de la vida de las personas. Los principios que rigen este sistema normativo son la primacía del sentido primario, la inocencia como punto de partida, o el respeto a la propiedad.

Los crímenes considerados más graves son el asesinato o el tráfico de drogas, así como la usura, que pueden ser castigados con pena de decapitación; el robo también es considerado de especial gravedad y se castiga con lapidación o amputación de las manos.

Estas leyes entienden la familia y el matrimonio como la unidad social básica, a la vez que atribuyen al marido amplios poderes sobre su mujer y su prole. La poligamia por parte del varón está permitida con un límite de cuatro mujeres y siempre que las pueda mantener en igualdad de condiciones. Así mismo, la sharia recoge aspectos que permiten al hombre divorciarse o repudiar a su mujer.

Los casos de Safiya Hussaini y Amina Lawal supusieron una gran agitación en la opinión pública occidental al ser condenadas a lapidación por incurrir en delito de adulterio, lo que puso en evidencia la compatibilidad de la aplicación de estas leyes con los Derechos Humanos Internacionalmente reconocidos.

Los castigos denominados “hudud” regulan aspectos de la parte más privada de la vida del individuo y los estipula como delitos, como la práctica de juegos de azar, el consumo de alcohol, la apostasía, las relaciones sentimentales con infieles o el adulterio. Estos delitos se pueden castigar con latigazos, reclusión doméstica en el caso de la mujer, o incluso muerte por lapidación. La homosexualidad es otra falta considerada de gravedad, y puede llegar a penarse con multas económicas, prisión o (teóricamente) la penal capital.

Con la sharia, la polémica está servida, pese a que no se impone de igual manera y mismo grado en todos los países que la han llegado a asumir como parte de sus sistema jurisdiccional, lo cierto es que occidente la observa como incompatible con los derechos fundamentales más básicos del ser humano. Mientras, los gobernantes de los países que la aplican la han convertido en una estrategia política aludiendo al descrédito y la incapacidad del sistema judicial de tipo occidental para mantener el orden.

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