Los negocios de 'Compro oro' se han duplicado en los cuatro últimos meses

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } “¿Acepta oro de Marruecos?”, le preguntan a Juan José Sáenz, dueño de uno de estos establecimientos. “Mientras sea oro, me da igual de dónde sea”, le responde. Coge la pulsera que le entrega el cliente, hace con ella una marca en una piedra de toque y después le aplica un líquido. Si desaparece la señal, no es oro, pero tras aplicarle los ácidos, la raya permanece. Pesa la pulsera y le dice que se la compra por 300 euros. “En Marruecos la podría vender por 500 o 600”, le dice a Juan José, quién le recomienda hacer el viaje. Después comprueba las piedras de la pulsera, pero le comunica que son circonitas, es decir, que no tienen ningún valor.

Juan José regenta desde hace tres meses el negocio de compra-venta de oro la calle Muro del Carmen. Existen cuatro establecimientos de este tipo en Logroño y todos están muy próximos. El resto se encuentran en Portales. Uno lleva más de 20 años, otro unos 12 y los otros dos, unos tres meses. El mismo día que abrió el negocio Juan José, también lo hizo Juan Manuel Collado: “Estamos más o menos todos juntos. Cuando vas a vender la pieza, lo que quieres es que te den lo máximo posible y aunque estamos pagando todos más o menos a 10 euros el gramo, la gente va a uno, a otro y al final se queda con el que le de la gana. Si hubiera un negocio en la otra punta, no iría nadie, se irían a la zona donde están los otros tres juntos”.

Estos momentos en el que la economía familiar está tan debilitada, esta clase de negocio es de las pocas que no quiebra, más bien todo lo contrario. “Empecé en este negocio hace tres años y pico y ahora que llevo con este nuevo tres meses y medio, el ritmo que llevo aquí es el mismo que tenía en el otro sitio, pero antes estábamos dos negocios de compra venta y ahora cuatro. Eso quiere decir que se ha incrementado la venta, aunque yo no he notado nada. Sigo comprando lo mismo. Lo que está claro es que tiene que haber el doble de gente que cuatro meses antes”, asegura Juan José.

Tanto Juan José como Juan Manuel aseguran que acude gente de todo tipo, aunque ambos diferencian claramente dos grupos: “La gente que lo necesita para comer, las joyas suelen ser buenas. Es decir, está vendiendo lo que tiene. Luego está la que quiere darse el capricho y lo vende porque el oro está alto”, señala Juan Manuel, quien además afirma que en Logroño es uno de los sitios de España donde se paga el oro al precio más alto. En Barcelona, por ejemplo, se compra a 7 euros el gramo y en algunos sitios hasta a 5. “En este caso, el margen comercial del negocio es más alto, pero nosotros hemos considerado que vamos a pagar lo máximo, siempre y cuando podamos vivir con ello”, cuenta Juan Manuel.

“La gente cuando necesita dinero lo primero que hace es echar mano de estas cosas porque no tienen posibilidad de ir a un banco a pedir un crédito. Me han traído hasta fundas de dientes. Eso es lo más raro. También cosas muy personales, como la alianza de su expareja que quieren vender porque le trae malos recuerdos. Hay mucha gente que vende porque lo necesita, pero hay otra mucha que se han cansado de lo que tienen. Entonces lo venden y luego se compran otras cosas que le gusten más o que sean más modernas”, asevera Juan José.

En este negocio, los dueños se encuentran con casos realmente tristes. “Al principio lo pasaba muy mal. Me he pasado muchos días llorando porque te contaban cada cosa... Me cuentan casos que dan mucha pena, pero me voy haciendo duro. Yo no puedo arreglar nada, yo lo único que hago es intentar ganarme la vida”, explica Juan José.

“El problema de tener un negocio de éstos porque, quieras que no, te vinculas un poco con la gente que te viene. Si no lo conoces de nada, pues bueno, desgraciadamente, pues él tiene su problema y yo tengo el mío y ahí está la ventanilla que nos separa. Pero hay muchas veces que viene varias veces, que te empiezan a contar un poco sus problemas y ves que lo pasan mal”, dice Juan Manuel.

UN VALOR SEGURO

Circula una leyenda por ahí que dice que en tiempos de crisis, comprar oro es una inversión segura. Juan José nos explica que la gente piensa, equivocadamente, que invertir en oro es comprar joyas. “Es como comprar un coche nuevo, que al año ya vale la mitad. Esa joya hay que diseñarla, hay que fabricarla, hay que distribuirla y hay que venderla. Cuando llega al consumidor final, paga, a lo mejor, 500 euros, que de oro tiene 80 o 90. Lo demás es mano de obra, impuestos y demás. La inversión es comprar oro en lingote. Compras ahora un lingote de oro que está a 23.000 euros el kilo. El año que viene sube un 20%. Pues eso es lo que has ganado, el 20% menos la comisión”.

Juan Manuel cree que el oro siempre es un valor seguro. “No es como la bolsa, que una empresa cierra y te quedas sin nada. En este caso nunca vas a dejar de tener parte de lo que tuviste. El oro como inversión tiene dos vertientes. El oro manufacturado, que es lo que se puede ver en joyería. Ese tiene un valor añadido que siempre vas a perder, por muy bonita que sea la pieza. A mí me han traído piezas nuevas a estrenar pero que son para fundir. A lo mejor la señora pagó 300 euros pero de oro tiene 100. Luego está el oro como lingote, que ahí vas a perder pero muy poco. Si lo has comprado a 22.000 euros el kilo, igual lo vendes a 19.000 euros. Pierdes 3.000 euros, pero siempre tienes asegurados esos 19.000”.AMIGOS DE LO AJENO

Todas las transacciones que realizan este tipo de negocios tienen que estar reflejadas en un libro, que entregan a la policía una vez por semana. Los agentes comprueban entonces que ninguna pieza ha sido robada. Si es así, le confiscarán las joyas y esperarán a que alguien las identifique como suyas. “Puedo llevar a la persona que me lo ha vendido al juzgado, pero si a mí una persona me viene con una cosa robada, como para meterla al juzgado. Cuando pasa una cosa de esas se da por perdida”, afirma Juan José.

“Ese es el mayor problema que tenemos, comprar una pieza que está robada. Si lo hacemos sabiéndolo, cometemos un delito. Pero hay que ser muy tonto para hacer eso y ponerlo en el libro de policía. Si la compras sin saberlo y la persona la identifica, pierdes el dinero directamente y lo que puedes hacer es meterte en un lío de abogados para atacar a la persona que te lo vendió”, asegura Juan Manuel.

Juan Manuel cuenta su experiencia con los amigos de lo ajeno: “La única persona a la que he comprado algo robado, que fue de un atraco, me la vendió una chica simpática, joven, agradable y que no tienes ningún tipo de duda. Otra vez me confiscaron piezas porque el que me las vendió no era santo de devoción de la policía, pero luego me las tuvieron que devolver porque no se pudo demostrar ni que él lo había robado, ni que eso perteneciera a nadie. Tu no puedes hacer de policía. Trato igual al que venga con el Cohibas en la boca que al pobre que te dan ganas de irte corriendo. De hecho, la chica con cara de inocente fue la del atraco”.

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