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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El Rincón del Buen Decir: culo no, di posaderas

Rioja2

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Pese a que vivimos en una época en la que la libertad de expresión está a la orden del día, no siempre es lícito decir todo lo que pensamos, ni la primera palabra que nos viene a la mente y que denote lo que queremos expresar. Por este motivo, somos muy dados a sustituir ciertos términos tabú por otras palabras o expresiones que no resulten tan bruscas al oído interlocutor, los eufemismos. Aunque no siempre es así, puesto que en muchas ocasiones utilizamos términos o frases que resultan todavía más “dañinas” que las que se quieren evitar, los disfemismos.

Imagínense una conversación cualquiera con un amigo de esos que no dejan hablar a los demás y que, a pesar de ser interrumpido, continúa su perorata como si no hubiese pasado nada. En determinado momento su amigo les pide que le califiquen con un adjetivo. Si lo llamamos canso, mal; si decimos que es un pesado, peor; si utilizamos la palabra hablador, más de lo mismo... ¿Qué adjetivo le regalamos entonces? Les doy la solución: dicharachero, sí, como la Rana Gustavo, un término que el Diccionario de la Real Academia define como 'que prodiga dichos agudos y oportunos', pero que comúnmente utilizamos para calificar a alguien al que le gusta la conversación, sobre todo si es él el que habla, y que ya utilizaba Benito Pérez Galdós en el siglo XIX. Por otro lado, si lo que pretendemos es ofender a quien pregunta, también podemos utilizar términos como “coñazo”, “petardo” o “cotorra”, adjetivos que no dejarán indiferente a nuestro colega.

Pero hay muchos más ejemplos de este tipo. Un loco nunca será “loco”, será, en buenas palabras, un enfermo mental, y será, en malas palabras, un chalado, un pirado, alguien que está mal de la “perola”, que está como una cabra, o que se le va la pinza, una de esas creaciones léxicas que tan de cabeza trae a la sociedad española.

Dependiendo del aprecio con el que se diga, un borracho no estará “borracho”, sino “alegre” o “contentillo”, o como una cuba o “con un pedo como Alfredo”. Hay un dicho que dice algo así como que las personas no son viejas, que viejos son los trapos, por lo que este adjetivo puede ser sustituido por expresiones como “estar entrado en años”, “estar en los años dorados”, o “ser de la tercera edad”, aunque también puede conllevar términos como “vejestorio” o “chocho”, voz onomatopéyica que hace referencia a la pérdida de facultades mentales por efecto de la edad.

Cuando se pilla a alguien “con las manos en la masa” o “utilizando la 5D”, es decir, robando, se le puede acusar de ladrón, aunque es mucho más “light” decirle que es “amante de lo ajeno”, y mucho más grosero acusarle de mangante, “chorizo”, caco o maleante.

Prostituta es aquella mujer que ejerce la profesión más antigua del mundo, sin embargo muchas veces se prefiere sustituir este término por otro que no parezca tan soez, y se eligen frases como “mujer de vida alegre” o “mujer de la noche”. Sin embargo, cuando lo que se quiere es ofender verbalmente se recurre a palabras como puta o fulana que sin duda alguna son mucho más peyorativas. Ejemplos de este tipo los encontramos en los disfemismos que sirven para llamar a los homosexuales, entre los cuales encontramos “maricón”, “loca” o “mariposón”, frente al eufemismo “amanerado”.

En cuanto a las partes de la anatomía humana, también encontramos determinados términos que “da apuro” nombrar, como por ejemplo las zonas genitales masculinas y femeninas, que se cubren con términos como pajarito, picha o polla, la primera, y con vulva, partes pudendas o coño, la segunda. La parte del cuerpo que da título al Rincón de esta semana también puede recibir diversos nombres, dependiendo de la persona. El culo, en forma refinada, podría señalarse como “posaderas”, “la baja espalda” o “allí donde la espalda pierde su humilde nombre”. Por el contrario, de forma coloquial, podríamos hablar del “pandero” o del “ojete”.

Para la tía-abuela que viene de visita, nunca tendremos sobrepeso o seremos gordos, sino que estaremos de buen ver, “fuertecitos” o corpulentos. Sin embargo, la mala pécora de la vecina nos puede deleitar con un “rellenito”, “entrado en carnes” o “tripudo”.

Y ahora, queridos lectores, veremos brevemente esos términos eufemísticos con los que los jefes y políticos de hoy en día nos asombran en vez de decirnos la realidad. Porque cuando hay pérdidas económicas nadie utiliza esta expresión, sino que se dice que hay un crecimiento negativo, aunque los hay más valientes y se atreven a hablar de “estar en la ruina” y de crisis. Cuando hay despidos nadie lo llama así, sino que se hace un “reajuste de plantilla”. Y, por supuesto, un ERE no es un Expediente de Regulación, sino que serán unas “vacaciones forzadas”.

En el Rincón del Buen Decir de esta semana hemos intentado acercarles a ese mundo de los eufemismos y los disfemismos, aquellos términos que sustituyen a las palabras que han pasado a estar consideradas por la sociedad como prohibidas. Si tienen alguna aportación de este tipo no duden en mandarnos sus comentarios.

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