Más de la mitad de las pacientes con cáncer de mama gana peso por el tratamiento

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En la actualidad, la tasa de pacientes que superan un cáncer aumenta progresivamente. Los tratamientos disponibles hacen que la mayoría pasen de ser pacientes de cáncer a superar la enfermedad. Sin embargo, una vez superada, las mujeres se enfrentan a la incertidumbre de que el tumor puede volver a aparecer y a las secuelas de los tratamientos. De hecho, cerca del 80% de las mujeres operadas de cáncer de mama aumenta de peso tras la intervención.

Éstos y otros temas relacionados con los efectos adversos tras la cirugía y la calidad de vida han sido abordados durante la mesa Síntomas a largo plazo en los casos de mujeres intervenidas con cáncer de mama, organizado por la Federación Española de Cáncer de Mama (FECMA), en el marco del VII Simposio Internacional de Cáncer de Mama: Un reto en la era de la Biomedicina del Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (GEICAM) que se ha celebrado en Barcelona y al que han asistido cerca de 400 expertos para analizar los últimos avances en la detección y manejo de este tumor.

La práctica de ejercicio físico ayuda a reducir este sobrepeso, mejora su calidad de vida y estado emocional, lo que les permite volver antes a las actividades de la vida cotidiana. “Sin embargo”, explica Belén Ojeda, del Servicio de Oncología Médica del Hospital de la Santa Creu y Sant Pau de Barcelona y miembro de GEICAM, “las pacientes no suelen practicar ejercicio tras el tratamiento e, incluso, si son mujeres físicamente activas dejan de serlo tras el diagnóstico de la enfermedad. El gran impacto emocional que conlleva el propio diagnóstico del cáncer de mama contribuye a que la mujer entre en una fase depresiva y abandona la práctica de ejercicio o de otras actividades que realizaba habitualmente”.

EFECTOS

Pero este aumento de peso no sólo responde a la falta de ejercicio físico, ya que se ha visto que en las pacientes tratadas con quimioterapia este incremento de peso y la disminución del ejercicio físico son más frecuentes que en aquellas que sólo reciben un tratamiento local. “Este aumento puede responder también a que a las mujeres que tienen la regla algunas a veces se les retira con el tratamiento quimioterápico y también influye el tratamiento hormonal que reciben”, afirma la doctora Ojeda

Además del efecto beneficioso que el ejercicio tiene en la prevención del cáncer de mama, se ha demostrado que la práctica habitual de una actividad física tiene un efecto positivo en aquellas mujeres que han sido operadas de este tumor. “En este sentido”, señala la doctora Ojeda, “los profesionales sanitarios que atendemos a estas pacientes debemos tener presente que el ejercicio físico forma parte del tratamiento, ya que hay evidencias científicas suficientes que muestran que su práctica favorece el buen pronóstico y evolución de la enfermedad”.

El ejercicio físico debe ser continuado y progresivo, como caminar 30 ó 60 minutos diarios, nadar o practicar cualquier otro tipo de ejercicio recreativo. Asimismo es recomendable efectuar una dieta sana baja en grasas, rica en frutas y verduras para controlar el peso.

Junto a las secuelas físicas, el diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama lleva implícito unas secuelas psicológicas. Tal y como explica Montserrat Doménech, presidenta de la Asociación Grupo AGATA de Mujeres con Cáncer de Mama de Barcelona y miembro de FECMA, “la mujer es una pieza clave en el contexto sociofamiliar, por lo que cuando se le diagnostica un cáncer de mama lo primero en lo que piensa es en su familia, y especialmente en los hijos: cómo lo van a llevar, qué va a pasar, quién va a cuidar de ellos, etc. Tiene muy asumido el rol de cuidadora, por lo que de repente siente que pierde este papel y que a partir de ahora va a suponer una carga adicional para el resto de la familia”.

Otro de los ámbitos que preocupa a las mujeres con cáncer de mama es el empleo. “Tras una intervención y un tratamiento, que normalmente es agresivo, el retorno al trabajo no es fácil”, asegura Josefina Santacana de la Asociación GINESTA y miembro de la Junta Directiva de FECMA.

Es cierto, explica, que las bajas cada vez son más cortas, pero aún así surgen los problemas. “En cada trabajo la situación es diferente, pero sí que puede haber dificultades para cambiar de actividad dentro de la empresa por no poder realizar la labor encomendada hasta antes de la enfermedad y, aunque no se puede hablar de despidos como tal –aunque se producen-, hay problemas de promoción, sobre todo en cargos de responsabilidad”. Según los datos de una encuesta de 2006, la realidad es que una de cada cuatro mujeres con cáncer de mama acaba por abandonar su trabajo, “bien por pactar un despido o por otros motivos personales. También en algunos casos por jubilación o incapacidad, aunque es cierto que cada vez hay menos bajas por esta última causa”.

En este contexto, resulta clave la labor de las asociaciones de pacientes. “La mujer necesita compartir sus miedos y prefiere hacerlo con desconocidos. No quiere hacer daño o mostrarse débil con su entorno. De esta manera, en las asociaciones se crean lazos muy fuertes con estas personas porque se comparten muchos momentos y vivencias muy duras. Sin embargo, la mayoría nos comentan que después de pasar este mal trago mejoran sus relaciones familiares”, concluye Montserrat.

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