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“A veces estás en el sitio y momento equivocado y te cae la china”

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } “Aire para respirar. Por la boca levemente abierta entraba el justo para seguir viviendo. Se detuvo ante el arranque de la escalera. Era como un pez en un pantalán. Un poco mejor: a un pez fuera del agua no le entra ni siquiera ese mínimo oxígeno. Cada escalón era un gran obstáculo. Había leído en un periódico que en cada bocanada de aire que respiramos hay cerca de mil ochocientos microorganismos diferentes, entre microbios y bacterias. Reunió fuerzas. Un peldaño. Luego otro. Intentó respirar más hondo, infectarse, pero no lo consiguió. Le faltaban diecinueve”.

Así comienza 'La jauría y la niebla'. Un principio que ya deja intuir el tema que aborda, el miedo, que al contrario que el amor, siempre está presente. Una novela en la que Martín Casariego (Madrid, 1962) ha querido introducir la dedicatoria “para tantas otras familias, para la mía” y que se centra en un día importante para tres personajes centrales. Un anciano, escritor, que acude a un instituto para impartir una charla. Un adolescente que está sufriendo acoso escolar y su hermano, quien anda preocupado por la identidad de los Reyes Magos.

Parece que el autor nos habla de la propia vida desde tres puntos de vista diferentes. Tres miedos distintos que, para sobrellevarlos, es necesario dejar atrás valores tan importantes como la credulidad, la ingenuidad, la capacidad de ilusión... Mediante estos tres personajes podemos observar que hasta las rosas más bonitas necesitan producir espinas fuertes y puntiagudas para mantenerse en pie. 'La jauría y la niebla' es una moneda. La cruz es el miedo, la cara es la esperanza.

El miércoles presentó en Madrid 'La jauría y la niebla' y contó con el apoyo de Antonio Muñoz Molina. Todo un lujo ¿no?

Sí. Estoy muy contento de que hablara de mi libro. Habló de la obra sin destripar el contenido y de cómo 'La jauría y la niebla' te hace volver a creer en la novela y te hace pensar que este género no está ni mucho menos muerto, sino que sigue funcionando y cumpliendo un objetivo.

El título es muy significativo. “La niebla es el aliento de los lobos”.

Esa es una frase de la novela. Uno de los protagonistas, el escritor, la recuerda. Es una novela de acoso escolar y de ahí la jauría. El niño pequeño tiene la sensación de que algo se acerca y no sabe cómo enfrentarse contra eso. Es algo amenazante y que luego lo percibe como una especie de niebla. El título es por eso. La niebla como miedo, como amenaza, como algo a lo que es difícil enfrentarse.

Es una obra que habla del acoso escolar pero también del miedo en general.

Hay tres protagonistas. Uno tiene 7 años, otro 14 y el otro es una persona ya mayor y todos viven con algún tipo de miedo. El adolescente, el miedo producido por el acoso que directamente al que está sometido; el pequeño, por esa sensación que tiene de que hay algo que está amenazando, que se está acercando y que no sabe como enfrentarse a eso; y el personaje mayor el miedo a haber hecho cosas mal en la vida y a no saber encontrar de nuevo las fuerzas para seguir viviendo.

La novela además transcurre en 24 horas ¿pueden representar esos tres puntos de vista a las tres partes de un día?

Yo había pensado más en las tres edades. Yo estudié Historia del Arte y un tema clásico en pintura y escultura es el de las tres edades. El niño, el joven y el anciano. En pintura y escultura se observa cómo el tiempo cambia el cuerpo. En la novela más que hablar de cómo cambia el cuerpo, habla de cómo el tiempo cambia el espíritu, de cómo vemos la vida de manera distinta según la edad que tenemos y según la experiencia que hemos ido acumulando. La novela transcurre en un día que es muy importante para la vida de los tres protagonistas.

Al crecer, nos tenemos que hacer más fuertes y para eso nos tenemos que enfrentar a nuestros miedos. A cambio tenemos que renunciar a cosas tan preciadas como la capacidad de sorpresa o la inocencia.

Sí. La novela habla de todo eso. De perder la infancia vista como un refugio, algo inevitable. En la vida, efectivamente, tienes que ir aprendiendo a renunciar a algunas cosas, a valorar otras y a aprender si no a superar todos nuestros miedos, a convivir con ellos y a aceptar nuestras limitaciones.

El acoso escolar, que es el tema central de la novela, es un problema del que se comenzó a hablar con el suicidio de Jokin en Hondarribia en 2005, pero ¿no ha existido siempre?

Yo creo que ha existido siempre y además he hablado con gente de mi edad o mayor y en sus recuerdos hay episodios más o menos graves, pero el acoso escolar ha estado presente siempre. Desde hace unos años, a lo mejor cinco, en los medios de comunicación se presta más atención.

¿Qué ha cambiado entonces?

No es un fenómeno nuevo. Yo creo que hay una nueva sensibilidad y el cambio es muy positivo. La gente se ha empezado a dar cuenta de que es un problema que existe, que es importante y que como casi todos los problemas la solución no es taparlo, ni mirar hacia otro lado, sino enfrentarse a ellos.

Al documentarse para escribir este libro y al conocer casos de acoso escolar descubrió que a menudo el azar es quien elige a la víctima, que no tiene por qué ser el empollón o al que le han puesto gafas ¿el mensaje es que todos podemos ser víctima?

Sí. Por supuesto hay gente que por lo que sea tiene más posibilidades de convertirse en presa de la jauría, pero también es cierto que siempre hay excepciones y que le puede tocar a cualquiera. A veces estás en el sitio y en el momento equivocado y te cae la china.

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