Un programador riojano en el corazón de Microsoft

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Un joven programador riojano, Daniel Peña, se embarca esta semana en una aventura laboral que empezó como una beca de tres meses y le ha valido un contrato indefinido en la compañía con la que muchos sueñan colaborar. Ni siquiera había completado sus estudios de Ingeniería Técnica de Sistemas en la Universidad de Alicante cuando la empresa de Bill Gates se fijó en este logroñés de 29 años. Allí estuvo tres meses como becario, ahora se lo llevan a Canadá como empleado.

El mismo Daniel está sorprendido de cómo ha evolucionado su relación con Microsof, “porque me enteré de la beca por casualidad, presenté la solicitud sin mucha convicción y cuando quise darme cuenta había pasado varias cribas de la selección y ya sólo me quedaba la entrevista personal, que fue en Londres”.

Aunque todo el proceso ha salido realmente bien, Daniel lamenta que en España no haya más formación que ayude a los jóvenes que se animen a dar el salto al exterior: “El inglés que yo tenía en el momento de la entrevista era francamente escaso, el mismo que tenemos todos los españoles, que estudiamos unos cinco años de gramática pero no sabemos hablar nada”. De hecho, pensó que no iba a conseguirlo por ese motivo. No obstante, en una empresa como Microsoft, “intercultural de verdad, donde estás trabajando con gente de todo el mundo”, se sabe que el lenguaje del trabajo -“los tecnicismos del ramo”, dice él- son relativamente fáciles de manejar, y son los talentos lo que les interesa captar. “Se podría decir que la nacionalidad de Microsoft es el talento”, resume Daniel.

FILOSOFÍA EMPRESARIAL

Durante sus primeros contactos, Daniel ya se dio cuenta de que “Microsoft no sólo mima a sus empleados, sino también a sus futuros empleados”.

Le ha sorprendido sobre todo la forma de gestionar el trabajo. “Es totalmente opuesto a cómo se hace en España, donde he trabajado en diversas empresas”. La libertad -explica- es total, “de hecho, al principio me costó un poco acostumbrarme a la ausencia total de horario, pero resulta mucho más eficaz, uno rinde inmensamente más que cuando tiene unas horas obligatorias, en las que a veces se impone la picaresca de perder el tiempo o dedicarse a cosas personales sólo porque hay que quedarse a trabajar un tiempo determinado”.

“La empresa está abierta 24 horas al día; hay gente que tiene que salir un día, o que se va antes por costumbre pero se acerca el sábado para terminar algo... Al final lo que importa son los objetivos, y quien los cumple no tiene ningún tipo de trabas. Es curioso también que, a pesar de tener varios superiores, uno los siente como colegas, es un modo totalmente distinto de enfocar el trabajo”, nos cuenta.

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