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El maestro Camino presenta el libro de la peña 'El Quite'
Con motivo de la presentación del libro conmemorativo de los XXV años de la fundación de la Peña: 'El Quite' escrito por el crítico taurino riojano Pedro María Azofra, en la sala Gonzalo de Berceo vino a hablar el maestro Paco Camino.
En el acto estaba programado la entrega del trofeo a Miguel Ángel Perera pero tras su última intervención quirúrgica no ha podido asistir por tener que permanecer en reposo.
El maestro Camino con más de mil quinientos paseíllos a sus espaldas y doce puertas grandes en Las Ventas sigue, a sus casi sesenta y ocho años, siendo humilde y modesto, dando gracias a la Peña 'El Quite' por darle la oportunidad de conocer Logroño aunque actuó en nuestra ciudad, sólo conocía el Gran Hotel, El Cachetero y nuestra añorada Manzanera.
“Ser torero es una profesión difícil y casi imposible necesitando tener arte, valor, inteligencia y de todo, y he sido afortunado en ser lo que he querido ser: torero”
Su debilidad entre los encastes ha sido el de Santa Coloma, toro al que se le daban veinte pases y no como ahora que se le dan cien y te aburren. Se declara admirador de Ordoñez, El Viti, Pepe Luis Vázquez y Paquirri, con el que se solía picar muy habitualmente en los quites. Reconoce que “El Cordobés” tuvo un don personal para revolucionar el mundo del toreo y llevar gente a las plazas.
Muchísimas anécdotas relatadas por el maestro entre las que destacamos la apuesta que hizo con Diego Puerta en Logroño: toreaban un día el encaste Santa Coloma, que era su preferido y al día siguiente volvían a compartir cartel matando a los Atanasio Fernández, preferidos de Puerta. La apuesta consistía en hacer un quite por chicuelitas y haber cual de los dos se llevaba la mayor ovación, ganó Camino con los santacolomeños y Puerta le tuvo que pagar las cuarenta mil pesetas de entonces, mientras que al día siguiente Puerta quería apostar otra vez con su ganadería preferida y Camino dijo que no.
Comenta que todos los días se aprende algo del toro y que para ser torero hay que serlo 25 horas al día y que no hay que “distraerse” con otras cosas que trae el traje de luces.
El maestro fue gran capotero, tuvo facilidad y poderío para templar con la muleta y andaba suelto con los aceros, unos calificativos que le puso la prensa ya en tiempos de novillero sin caballos llamándolo “El niño sabio de Camas” o más tarde “El Mozart del toreo” pero a él mismo le hubiera gustado banderillear, lo cual no hacía por que según sus propias palabras era “torpe de piernas”.
Todo un lujo el poder escuchar a un maestro de la tauromaquia y de la palabra. Cerrando el acto y agradeciendo con unas palabras su presencia en Logroño el consejero Conrado Escobar.
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