No hay dinero para medicamentos

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James King, presidente de la Academia Americana de Médicos de Familia, admite que “la gente está teniendo que elegir entre pagar el gas, hacer la compra o comprar medicación”. King asegura haber visto pacientes que habían dejado, por ejemplo, su medicación contra el colesterol (concretamente, Lipitor) porque no se la pueden permitir. “También veo pacientes que han dejado la terapia contra la osteoporosis”, dice.

La compañía farmacéutica Pfizer, que comercializa Lipitor, difundía la semana pasada un comunicado indicando que las ventas de este medicamento han descendido en un 13 por ciento durante el primer cuarto del año. A la altura del mes de agosto, el número de recetas de medicamentos en Estados Unidos era más bajo que en los primeros ocho meses del año anterior, según un análisis que acaba de emitir la consultora IMS Health.

Aunque hay otros factores en juego, como la preocupación por la seguridad de los fármacos que empiezan a venderse sin receta cuando antes la requerían, muchos médicos y otros expertos del sector aseguran que la tendencia a la baja es consecuencia de la coyuntura económica, que obliga a los ciudadanos a apretarse el cinturón. De mantenerse en el tiempo -predicen- esa tendencia podría tener graves consecuencias.

Si la cantidad de gente que abandona los tratamientos llega a ser suficientemente grande, es posible que enfermedades que a fecha de hoy están controladas empezaran a extenderse. La consecuencia más inmediata sería una escalada en la factura sanitaria del país. Aunque el declive en las prescripciones que ha registrado IMS es sólo del 1 por ciento, es la primera vez en más de diez años que se produce un descenso en las recetas, ya que la población está envejeciendo y hay terapias novedosas en el mercado casi de forma continua.

VIDA O MUERTE

Entre 1997 y 2007, el número de prescripciones se elevó en un 72 por ciento; el año pasado fue de 3.800.000 millones. En declaraciones al periódico The New York Times, Timothy Anderson, analista farmacéutico, predice un empeoramiento del contexto económico a cuenta de este fenómeno. Para el profesor Gerard F. Anderson, experto en salud pública de la Universidad Johns Hopkins, “Mucha gente cree que en Estados Unidos estamos sobremedicados pero hay pacientes para los cuales los tratamientos son cuestión de vida o muerte, y no pueden permitirse interrumpirlos”.

Sin embargo, expertos como Valentín Cuervas Mons, jefe de Servicio de Medicina Interna y de la Unidad de Trasplante Hepático del Hospital Puerta de Hierro de Madrid, ya advertía hace tiempo de que uno de los mayores problemas de los trasplantes en Estados Unidos es conseguir que los pacientes mantengan la terapia, que es de por vida.

“En este país tener que hacerse un trasplante significa muchas veces pasar de ser una persona de clase media a estar por debajo del umbral de la pobreza, si no hay un seguro médico que lo cubra todo. Por eso muchos pacientes dejan de tomar la terapia contra el rechazo”, explicaba en un encuentro de expertos. Cuando Cuervas Mons decía esto, aún no se había desencadenado la crisis.

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