Lo que ocurrió en Cervera

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El Carrascal de Grávalos se encuentra en la carretera regional que lleva a Cervera del río Alhama. Es una masa forestal muy conocida para el recreo y la caza. En uno de sus claros, incluso, se ha habilitado un merendero donde las familias de la comarca pasan la tarde en plena naturaleza. Hombres y mujeres que desconocen en muchos casos qué es lo que ocurrió en el Cascarral. Sólo los más antiguos del lugar recuerdan, y ya de oídas, la razón por la que la cebada de una “pieza” situada cerca de El Carrascal crecía con más fuerza que el resto. La abonaban los cuerpos de 72 hombres y mujeres, vecinos de Cervera.

Cervera del Río Alhama se había destacado desde principios de Siglo XX por el movimiento asociativo de obreros y trabajadores. Cuenta Jesús V. Aguirre en su libro “Aquí nunca pasó nada. La Rioja 1936” que en 1917 se inauguró el Centro Obrero que llegó a tener unos 3.000 socios.

Los sucesos de octubre de 1934 también marcaron la vida del pueblo. En mayo de ese mismo año, algunos hombres del pueblo intentan quemar la Iglesia de San Gil, que sufre algún que otro desperfecto. La reacción de las Autoridades es brutal. El Ejércto entra en Cervera y detiene a 60 cerveranos, de los cuales 37 serán procesados. Tras la amnistía posterior a las elecciones son puestos en libertad.

El 26 de agosto de 1936, poco más de un mes del Golpe de Estado, falangistas comienzan a detener a gente. En plena festividad del patrón de Cervera, San Gil, condujeron a los presos, 29, hasta el Carrascal de Villarroya.

Allí en una de las piezas los asesinaron. A 26 hombres y 3 mujeres, todos ellos de Cervera. Unos fueron enterrados allí mismo y otros fueron sepultados frente a la tapia del cementerio de Grávalos. Algunos vecinos de este municipio recuerdan cómo tuvieron que darles sepultura y cómo después de muchos años tuvieron que señalar el lugar exacto para que los familiares puedieran recuperar los cadáveres.

En 1978 los familiares de los asesinados pudieron exhumar los cádaveres y trasladarlos al Cementerio de Cervera donde se instaló un monolito en el que se recuerda a las víctimas de aquella matanza. Cada dos de septiembre, los cerveranos se reúnen en un acto emotivo en ese mismo lugar, para honrar unos muertos, que sí tienen nombre y sepultura.

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