La Biblio-Pajarería

Rioja2

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@page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } P { margin-bottom: 0.21cm } “Se inaugura la Biblio-Pajarería, donde las aves son libros y los libros libres, que vuelan donde tú más quieras”. Con unos versos del autor de literatura infantil, Antonio de Benito, ha abierto sus puertas este centro de cultura que tiene como principal premisa que los abuelos se conviertan en poetas y cuenten historias a sus nietos.

Un espacio abierto a los sueños y a las fantasías, que se alza como un experimento para su posible proliferación por diferentes zonas verdes de la ciudad, tal y como ha explicado el alcalde, Tomás Santos. Este primer punto de lectura estárá tutelado de forma voluntaria y altruista por la Asociación de Vecinos del Carmen, que velará para que el material no se deteriore.

Las aventuras de Teo, el cosmos, los volcanes, los océanos, el libro 'El por qué de las cosas', juegos de dibujo o la prensa nacional y regional, son algunos de los ejemplares que se pueden encontrar en la Biblio-Pajarería y que pueden leer a la sombra de uno de los majestuosos árboles del Parque del Carmen, siempre y cuando lo devuelvan antes de las 13 horas. Si se quedan a medias con la historia, no se preocupen, al día siguiente pueden continuar.

UN NIÑO DE 44 AÑOS

Entre los cuentos de la Biblio-Pajarería, se ha hecho un hueco muy especial a los 25 libros de literatura infantil que ha publicado hasta el momento Antonio de Benito. Un soriano que lleva 12 años en Logroño y que es profesor de Primaria en Jesuitas.

Confiesa que su profesión está muy relacionada con su afición, pero el nacimiento de su hija le marcó definitivamente. Aunque siempre había ideado historias, el alumbramiento le motivó para inventar cuentos y, sobre todo, para publicarlos.

En cinco años, ha editado 25 libros que hablan, casi todos, de historias relacionadas con Logroño, como por ejemplo, 'El reloj de Bernabé' o 'Los Pérez Grinos'. Este productivo autor tiene además dos cuentos más en el horno que se presentarán este mismo mes.

Asegura que para él no es difícil ponerse en la piel de un niño y que, aunque le de vergüenza decirlo, disfruta mucho. “Cuando escribo me traslado a mi infancia o a mi propia clase. Soy un niño de 44 años. Además, si sumamos los ”cuatros“, nos da ocho, que es la edad de mis alumnos”.

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