La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder

Oír, ver y callar

Rioja2

0

Que levante la mano el que no se haya llevado alguna vez unos jaboncillos de la habitación del hotel. Eso es aceptable. De hecho, tal y como nos explica Marian Aguilar, directora del Hotel Ciudad de Logroño, “casi entra dentro del precio”. Pero una cosa es eso y otra adueñarse de las toallas, el mando de la televisión, el teléfono con pantalla o las bombillas de ahorro energético. “Han robado hasta dos camas supletorias que teníamos en el garaje. Encima, diferentes clientes. Lo que yo me pregunto es... ¿cómo se las llevaron?”

“El record lo tuvo un cliente alemán que venía por empresa. Se quedó con su familia un mes y medio en una habitación del hotel. Cuando se fue se llevó con él las almohadas, las mantas, las sábanas, el cenicero, el teléfono, vació el minibar... ¡hasta el colchón de la cuna del niño se llevó!” Cuando Marian se quejó a la empresa, el cliente fue al hotel y le dijo que les había tomado cariño, que le gustaban mucho y que no iba a encontrar otras iguales.

En 20 años de profesión, ha visto muchas cosas y se ha relacionado con todo tipo de personas. “Me acuerdo cuando vinieron los Reyes, que habíamos preparado unos postres estupendos, claro, pero la Reina pidió el postre en carrito y no teníamos. Rápidamente, quitamos la televisión del mueble, lo vestimos y ahí sacamos la fruta”.

También ha tenido que aguantar a algún artista excéntrico. “Una vez arrancaron las puertas de una planta, las utilizaron a modo de escudo y se liaron a luchar con los extintores. Luego vino el manager con dinero en efectivo para pagar todos los desperfectos. Ya se lo sabía porque no era la primera vez que lo hacían. Es un grupo muy conocido, pero cuyo nombre no puedo revelar”.

No sólo se le ofrece al cliente confortabilidad, amabilidad, atención y que todo esté a su gusto. Además, la discreción está por encima de todos los servicios que se puedan prestar. “Somos la discreción personificada. Por ejemplo, un señor que es de otra ciudad vino con su ”sobrina“ al hotel. Yo le conozco a él y a su mujer. El fin de semana siguiente vino a Logroño con su esposa y su familia y me lo encontré en un restaurante. Yo, por supuesto, dije: ¡cuánto hace que no venis a verme! El lunes siguiente me llamó para darme las gracias”.

Nunca mandan tarjetas de felicitación de Navidad y cuando algún cliente se deja el DNI, nunca le llaman por teléfono, sobre todo si es de Logroño. Lo guardan durante unos 10 días por si lo reclama. Si no lo hace, se lo llevan a la policía. “Yo tengo clientes que conozco pero que no saludo por la calle para no incomodarles. Aunque llevamos un registro de todas las personas que entran en el hotel, y que luego damos a la policía si procede, nadie más tiene por qué saber que ha estado aquí alojado”.

Marian recuerda anécdotas divertidas, ahora, que ha pasado el tiempo, pero que en aquél momento les hicieron pasar un mal trago. “En 1985 tuvimos un aviso de bomba en el Hotel Murrieta. Vino la policía a inspeccionar y de repente se oye un ”tic-tac“ en una bolsa en recepción. Evacuaron a todo el mundo, cortaron la calle e incluso vinieron los artificieros con un robot para desactivar la bomba. Finalmente, era una bolsa con un despertador de un cliente. Además, no evacuaron a todo el mundo. El de mantenimiento, que todavía trabaja con nosotros, estaba en el baño y se lo dejaron ahí al pobre. Menos mal que fue una falsa alarma”.

La directora del Hotel Ciudad de Logroño llega a la carcajada cuando se acuerda de una clienta francesa, que entró al buffet de desayuno con su perra y hasta la sentó en una silla. El camarero intentó explicarle que no se podían entrar animales en el salon de comida, pero la extranjera no le entendía. Entonces se acercó la directora, que habla perfectamente francés. Accedió a estar con el perro mientras la señora desayunaba. “Yo me quedé con el caniche fuera 20 minutos esperando a que terminara. Por fín llega, y mi sorpresa es que saca del monedero 20 duros. Todo el mundo se me quedó mirando para ver cómo reaccionaba. Le cogí los 20 duros y me dije, bueno, vamos a hacerlo fácil y rápido”.

Etiquetas
stats