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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera

Diferencias nacionales

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La esperanza de vida de los aborígenes australianos varones es 17 años menor que la de cualquier otro varón australiano.

En Indonesia, la mortalidad materna es de 3 a 4 veces superior entre los pobres que entre los ricos. En el Reino Unido, la mortalidad de los adultos de los barrios más pobres multiplica por 2,5 la de los adultos de los barrios menos pobres.

La mortalidad entre los niños de barrios de chabolas de Nairobi multiplica por 2,5 la de otras partes de la ciudad. El bebé de una mujer boliviana no instruida tiene una probabilidad de morir del 10%, mientras que el de una mujer que haya cursado por lo menos la enseñanza secundaria tiene una probabilidad de morir del 0,4%.

En Estados Unidos se habrían evitado 886.202 muertes entre 1991 y 2000 si las tasas de mortalidad de blancos y afroamericanos se igualaran. (Esa cifra contrasta con las 176 .33 vidas salvadas en los EE.UU. por los adelantos médicos durante ese mismo periodo.)

En Uganda, la tasa de mortalidad de menores de cinco años entre las familias del quintil más rico es de 106 por 1000 nacidos vivos, mientras que en el quintil más pobre es aún peor, de 192 por 1000 nacidos vivos, lo que supone que casi una quinta parte de los bebés que nacen vivos en las familias más pobres acabarán muriendo antes de cumplir cinco años. La tasa de mortalidad media de menores de cinco años en los países de ingresos altos, de 7 por 1.000 nacidos vivos.

ALGO MÁS QUE RIQUEZA

El crecimiento económico aumenta los ingresos en muchos países, pero el aumento de la riqueza, por sí solo, no necesariamente mejora la situación sanitaria nacional. Si los beneficios no se distribuyen equitativamente, el crecimiento nacional puede incluso agravar las inequidades.

En años recientes, la riqueza, la tecnología y el nivel de vida han aumentado enormemente a escala mundial, pero la cuestión es de qué modo ese aumento se utiliza para distribuir con justicia los servicios y el desarrollo institucional, especialmente en los países de ingresos bajos. En 1980, los países más ricos que albergaban un 10% de la población del mundo tenían un ingreso nacional bruto que multiplicaba por 60 el de los países más pobres que albergaban un 10% de la población del mundo. Tras 25 años de globalización, la diferencia ha aumentado a 122, según informa la Comisión. Peor aún, se constata que en los últimos 15 años, en muchos países de ingresos bajos cada vez es menor la parte del consumo nacional que corresponde al quintil más pobre.

Por sí sola, la riqueza no determina la salud de la población. Algunos países de ingresos bajos, como Cuba, Costa Rica, China, el estado de Kerala en la India, y Sri Lanka han logrado buenos niveles de salud pese a que sus ingresos nacionales son relativamente bajos. Sin embargo, como señala la Comisión, la riqueza se puede utilizar de modo inteligente. Por ejemplo, los países nórdicos han aplicado políticas que alientan la igualdad de beneficios y servicios, el pleno empleo, la equidad de género y unos bajos niveles de exclusión social. Se trata, en opinión de la comisión, de un ejemplo notable de lo que hay que hacer en todos lados.

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