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Alfredo García: “No hubo expedición de rescate”

Rioja2

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Alfredo García tiene tan sólo 26 años y la sabiduría y preparación física como para soportar tres “ochomil” a sus espaldas. LLeva toda la vida practicando el montañismo y no puede recordar como se inició en este deporte.

Su última hazaña, alcanzar la cumbre del Broad Peak (8.047 metros de altura).

Partió de España el pasado 20 de junio y el 1 de julio ya se encontraba en el campamento base. Durante un mes él y sus siete compañeros de la expedición española tuvieron tiempo suficiente para aclimatarse (uno de los requisitos fundamentales) y preparar los campos de altura. El camino a la cima, según relata, no tuvo una dificultad especial ya que es una montaña bastante homogénea, “lo más difícil fue la espera de 11 días en el campamento base para que el temporal amainase y llegase el buen tiempo.”

Alfredo es un joven preparado física y mentalmente para esta aventura. Una vez superados uno a uno los campamentos de altura llegó el gran día, el 31 de julio alcanzaba la cima la expedición española con 6 de sus ocho integrantes, ya que dos se retiraron por problemas de salud.

Alfredo tardó unas 10 horas. Subió con lo necesario. Entre otras cosas con mucha ropa de abrigo, barritas energéticas, guantes y agua, protegida dentro de su forro polar para que no se helase y con un mangito para poder beber. Fácilmente unos 20 kilos, sólo las botas pesan 3,5 kilos.

Una vez alcanzada la cima había que compartir la victoria. LLamó a sus padres, a su novia y a un amigo del trabajo y a todos les dijo: “y ya van tres”, después les relató con detalle la ascensión, disfrutó de las maravillosas vistas que tenía a su alrededor donde destacaba de forma majestuosa el K2 e inmortalizó el momento con varias fotografías.

Tras este momento único tiene que regresar al campamento base para que le reconozcan su logro. “Llegas con muchas energías pero en la cima te relajas aunque sabes que tienes que seguir, remontar para poder bajar al campamento y que te reconozcan tu ochomil”.

Ahora, una vez en casa se encuentra satisfecho por el trabajo, asegura que “ha sido duro, no nos ha dado tregua el tiempo. Cuando hay momentos que ves que no puedes y luego lo consigues te sientes muy satisfecho”.

DESASTRE EN EL K2

Cuando regresaron al campamento base se enteraron que en la vecina montaña del k2 había habido un accidente, un montañero serbio había perdido la vida. A la mañana siguiente empezaron a oir los primeros rumores de que la cosa se había complicado y había más personas implicadas. Una tragedia se había producido y a su juicio no hubo ningún dispositivo de rescate.

El k2 ya se ha cobrado 12 víctimas.

“Difícilmente los que se quedaron arriba podían sobrevivir”. Él y sus compañeros no pudieron hacer nada, no se organizó una expedición y tampoco tenían permiso para adentrarse en el K2 (8.611 metros). Cada equipo hizo lo que creyó conveniente.

Sobre los cadáveres o montañeros congelados habla con normalidad. No es la primera vez que le ha tocado ver un cuerpo congelado en el camino. “Cuando te planteas subir a esta altura sabes a lo que te expones y asumes que te puede pasar a tí”.

MOMENTOS DIFÍCILES PARA LA FAMILIA

Aquí en Logroño, toda su familia vivió con desasosiego las noticias que llegaban desde Pakistán. Su padre Pablo García Tre lo vivió “como cualquier padre desde la distancia” más aún cuando conocía las circunstancias de la zona. Intentó hacer cumbre en Pakistán en 1984. Sabía o se podía imaginar mejor que ninguno la situación que se estaba viviendo. Por su cabeza siempre rondaban los mismos pensamientos “podrán o no podrán, se congelarán o no se congelarán”, desasosiego por un lado y por otro alegría cuando comprobaron que su hijo estaba bien.

Pablo siempre confió en su hijo y pupilo, sabía que estaba preparado físicamente, a nivel técnico y con material de montaña de última generación aunque el factor climatológico y la suerte pueden cambiar el destino en cuestión de segundos.

Su padre está orgulloso de él, cuenta que le acaban de nombrar de deportista de élite. Para Alfredo esto es un halago, un reconocimiento en un deporte minoritario. Un reconocimiento a su persona que no siendo un profesional busca tiempo para entrenar y estar a la altura de objetivos como este.

CON CALMA Y SIN PRISA

Alfredo esta curtido por el sol y la nieve. La huella del frío se deja notar en su rostro y en uno de sus ojos, todavía lo tiene enrojecido. Se le ve un joven con mucha calma interior, en su brazo apreciamos un tatuaje con unos signos, significan montaña de nieve y está escrito en tibetano.

El montañero disfruta de su nuevo éxito, se le nota sobre todo cuando describe las vistas desde la cima. Allí pudo ver el K2. Los himalayistas tienen un dicho: “El Everest es la montaña más alta y el K2 la más difícil”. Con 8.611 metros, es la segunda más elevada del mundo, tan sólo 237 metros las diferencian. A tan extraordinaria altura, que sin duda dificulta su ascenso y ha obligado a más de uno a usar oxígeno, hay que unir su particular estructura.

El K2 es una pirámide colosal y casi perfecta, formada por esbeltas caras triangulares y aristas escarpadas. La suma de semejante orografía, pronunciados desniveles y altitud extrema son las causas que la han convertido en el ochomil más difícil.

Un reto que por ahora no tiene prisa en cumplir.

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