Pekín estrena los Juegos con un curso de cultura china

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Fue un acontecimiento sin precedentes. El Estadio olímpico se convirtió en un espectacular despliegue de luz y color, en el que no faltaron ni las referencias a los grandes inventos de la Humanidad originados en el 'imperio celeste' ni los mensajes de paz y armonía proclamados por el actual régimen, y en la que sorprendió el 'paseíllo lunar' final, a lo largo de todo el estadio, del último portador de la antorcha, el medallista y exitoso empresario Li Ning.

“China durante largo tiempo ha soñado con abrir sus puertas e invitar a los atletas de todo el mundo a los Juegos Olímpicos de Pekín. Esta noche ese sueño se ha hecho realidad. Enhorabuena, Pekín”, declaró el presidente del Comité Olímpico Internacional, Jacques Rogge, que tuvo unas palabras en memoria de las víctimas del terremoto de la provincia china de Sichuan, en mayo pasado, y recordó a China que los Juegos son un encuentro pacífico en el que se dejan a un lado “origen étnico, sexo, religión o sistemas políticos”.

“Celebrar estos Juegos es un sueño de desde hace un siglo. Durante siete años, desde el momento en que Pekín ganó la sede de los Juegos, los corazones de los 1.300 millones de chinos han latido al unísono del movimiento olímpico”, aseguró por su parte el presidente del BOCOG, el comité organizador de los Juegos, Liu Qi, que también dedicó buena parte de su discurso a los damnificados de Sichuan.

El espectáculo demostró una elegancia inusitada para lo que suelen ser las galas chinas. Lo que sí tuvo en común, sin embargo, fue el amor de los chinos por los grandes números. Porque la ceremonia comenzó a lo grande, con fuegos artificiales, gran invento chino por excelencia, y un espectáculo sonoro de la mano de los 2.008 tambores de bronce, réplica de los milenarios 'fou', desplegados en el estadio, en honor al año de los Juegos.

Los intérpretes levantaron una de las mayores aclamaciones cuando empezaron a tocar con bastones fluorescentes en rojo, que con el dorado de los tambores simbolizaron los colores de la bandera china y, por unos momentos, se convirtieron en la única iluminación el estadio, seguidas por recuerdos a sus '5.000 años de Historia', con referencias, sobre todo a la pólvora.

AROS OLÍMPICOS FLOTANTES

Uno de los momentos más aclamados, por una audiencia entregada, fue la formación, con luces blancas, de los aros olímpicos. Para sorpresa de todos, los aros comenzaron a flotar y se elevaron en el centro del Nido, una demostración del buen hacer del principal director artístico de la ceremonia, el realizador chino Zhang Yimou, conocido en los últimos años por sus batallas de artes marciales entre guerreros voladores en películas como 'Las dagas voladoras'.

A los aros les siguieron las 'apsaras', una veintena de gráciles hadas, inspiradas en las pinturas murales de las Grutas de Dunhuang, en la provincia de Gansu (norte), y por la que hace siglos pasaba la legendaria Ruta de la Seda.

Y llegó el momento de mirar al presente, con la aparición en escena de 56 niños, vestidos cada uno de ellos con el traje de cada una de las nacionalidades (la china, que representa el 97% de la población, y otras 55, entre las que se incluyen tibetanos, mongoles o uigures) que oficialmente conviven en China. Los niños, un recurso común en el Olimpismo, se vieron acompañado de unos soldados que portaban la bandera china.

La interpretación del himno nacional marcó una pausa en el espectáculo de luces, color y percusión. Las dos grandes pantallas situadas en el estadio aprovecharon para enfocar al presidente chino, Hu Jintao, coreando a su vez el himno chino, así como a los 56 niños, levantando el brazo y cantando al unísono la 'Marcha de los Voluntarios', himno extraoficial de China desde 1949 y catalogado como oficial apenas en 2004. Para cerrar la escena, más fuegos artificiales, esta vez, cómo no, en rojo y amarillo.

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Y tras el himno, una clase de pintura. China, por supuesto. En el centro del escenario un gigantesco rollo desplegado dejó paso un papel en blanco, en recuerdo del papel, otro de los descubrimientos debidos al Imperio del Centro. La labor de rellenar el lienzo correspondió a unos consumados pintores-bailarines, que completaron con piruetas su pintura, un ejemplo de dibujo con acuarela y tinta chinas. Una vez terminado el cuadro terminó desapareciendo, al igual que antes los aros olímpicos, flotando en el aire.

La clase magistral continuó con los tipos de imprenta móviles, movidos por casi 900 diligentes intérpretes y que terminaron formando el carácter chino “he”, inicio de la palabra “paz” (“heping”), pero sobre todo del término “armonía” (hexie), concepto asociado a la estabilidad y adoptado por el actual Gobierno del filósofo Confucio. Y prosiguió regada de un poco de historia, con los barcos liderados por el eunuco Zheng He hace más de 600 años y con los que, según defiende China, se descubrió América.

El calor comenzaba a hacerse notar entre la audiencia. Pero, un par demostraciones del poderío chino, con música, con la ópera de Kunqu, ejercicio, con la práctica del taichi, y un enorme “nido” humano del que salió una cometa gigante, terminaron dando paso a un globo enorme del que salieron los intérpretes de un bastante flojo himno olímpico, titulado 'Tú y Yo' y mantenido en secreto hasta la ceremonia. En total, 14.000 intérpretes, 7.000 de ellos soldados, intervinieron en un espectáculo que demuestran que a Zhang Yimou, que antes de realizador fue director de fotografía, pocos le ganan en el dominio de la imagen.

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