El Logroñés es ya un equipo de Tercera División

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No pudo aguantar más y lo que se veía venir, vino. El Logroñés es un equipo de Tercera División. Un descenso que viene motivado por la deuda que tiene contraída el Club. Una deuda que asciende a 409.467 euros.

Ahora que la palabra crisis está más presente que nunca en el día a día de los españoles, el Club Deportivo Logroñés se haya inmerso en la suya propia, una nueva, la enésima, aunque a diferencia de las anteriores tiene muchos factores en contra que le pueden llevar a su desaparición.

El C.D. Logroñés es, con sus 68 años de historia -oficialmente, aunque sus orígenes se remontan al año 1912- un club que ha vivido muchas veces entre la espada y la pared, que ha alternado épocas de gloria en el fútbol profesional con momentos “desesperados”.

Y siempre ha sido el dinero, fundamentalmente, el que le ha arrastrado a ese carrusel que ahora le ha conducido de nuevo a la Tercera División.

Ya en la década de los cincuenta, el Logroñés bajó a Tercera acuciado por las deudas que llegaban ese año a 400.000 pesetas.

La siguiente década fue similar y durante ella se desarrolló la denominada “operación chatarra” por toda la ciudad para recaudar fondos que evitasen la desaparición del club.

A principios de los años 70, los dirigentes del Logroñés reconocieron una deuda de 22 millones de pesetas, lo que deparó más de una década de austeridad y de jugar en Tercera y Segunda B, hasta que en 1983 el club ascendió a Segunda división.

Ese fue el preludio de la época dorada de la entidad, la que le hizo conocido en el mundo, con su ascenso a Primera División en 1986, tres años antes de que accediese a la presidencia el bodeguero riojano Marcos Eguizábal.

Con él pasaron por Logroño entrenadores como el argentino Carlos Aimar y los españoles José Luis Romero y David Vidal.

También vio el inicio de la carrera profesional como técnico de Miguel Angel Lotina.

Y sobre el campo, el Logroñés contó con estrellas mundiales, como Ruggieri, Alzamendi, Hugo de León, Polster o Salenko, junto a algunos destacados españoles, como Romero, José Ignacio o Santi Aragón.

Durante casi una década el Logroñés olvidó la palabra crisis, apoyado en la gestión de un empresario que aportaba la “liquidez” que nunca más tuvo esta entidad.

Pero en la campaña 1994-1995, el descenso del equipo a Segunda División hizo volver los “fantasmas”, que prácticamente ya nunca han abandonado al Logroñés, a pesar de que en la temporada siguiente retornó a Primera de la mano de Juande Ramos.

Con el equipo en Primera, Eguizábal vendió el club a un grupo de empresarios riojanos, cuya gestión sólo sirvió para acelerar otra vez el descenso a Segunda.

Sin embargo, no sería hasta el año 2000 cuando el Logroñés tocó un fondo del que no ha salido en ocho años.

Ese verano pasó de Segunda B, a donde había descendido deportivamente, a Tercera por sus deudas con los futbolistas.

Lo mismo le sucedió en el verano de 2004 y en la noche de ayer, con lo que, salvo sorpresa mayúscula, tendrá que jugar en Tercera División la próxima campaña.

Pero las diferencias entre la situación actual y la anterior son muy grandes como para poder superarlas.

El Logroñés lleva una década con dirigentes “importados” en Logroño, unos con más dinero -Carlos Cutillas- otros con más “nombre” -Martín Berrocal, Zalba, Antón Parera- y la mayoría de ellos sin capacidad económica para soportar una sociedad anónima tan peculiar.

El último de ellos, Juan Hortelano, no es más que el último de una lista de presidentes que han dejado a jugadores sin pagar y que tras prometer grandes resultados ha “desaparecido” para siempre de Logroño.

Además, las “grandes” deudas del club, más allá de los 400.000 euros que debe a los futbolistas -por los que ha descendido-, le agobian más que nunca, como lo demuestra el hecho de que la Seguridad Social, uno de sus principales acreedores, haya subastado ya en dos ocasiones las acciones del logroñés.

A esta entidad y a Hacienda el Logroñés les debe más de doce millones de euros.

A favor el Logroñés ya no cuenta ni siquiera con sus principal “activo” del último año, el apoyo incondicional del Ayuntamiento de Logroño, que ha tenido que quedarse en apoyo moral ante la imposibilidad legal de subvencionar a una entidad con tantos problemas.

Y tampoco ha podido “seducir” a un nuevo “mecenas”, el empresario riojano Félix Revuelta -dueño de Naturhouse- que se interesó por la compra del club, pero que la descartó al comprobar sus verdaderos números.

A todo ello se une que la entidad no existe como tal -en su sede el teléfono lleva cortado meses-, que su dueño, Hortelano, no ha desvelado sus intenciones de futuro y que no hay ni entrenador ni jugadores para competir.

Precisamente, los jugadores han sido los últimos en tratar de salvar al Logroñés, por su propio interés ya que tras siete meses sin cobrar sus sueldos un descenso les aboca prácticamente a perder todo lo que les deben.

Por ello dieron un paso “desesperado”, aceptaron un pagaré de un empresario desconocido en la ciudad que les planteaba que en octubre tendrá en su cuenta más de 400.000 euros.

Ayer, sin embargo, no dispuso de 21.000 euros cuando un futbolista se negaba a aceptar el pagaré y retirar su denuncia ante la Asociación de Futbolistas Españoles.

No obstante, hasta ese jugador decidió agarrarse a ese clavo ardiendo dos horas después de cumplirse el plazo dado para que se retiraran todas las denuncias.

Y a ello es a lo que se aferran el resto de jugadores, en un intento desesperado de que prácticamente se cree un precedente y se readmita en Segunda B a un conjunto descendido oficialmente.

Pero lo hacen solos, el Ayuntamiento, que les ha apoyado hasta anoche, comienza a meditar si

no será el momento de “refundar” a este club desde cero y para ello cuenta con la propiedad del estadio, Las Gaunas, y la marca, ya que la “patente” del Logroñés está registrada y pertenece al Consistorio.

Y los aficionados tampoco creen ya en el actual Logroñés.

De las asambleas multitudinarias y manifestaciones de otras crisis anoche se pasó a que sólo tres seguidores aguardasen el desenlace de la deuda.

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