Leucemia mieloide crónica

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“Al principio, en la Fase crónica, el paciente tiene una calidad de vida aceptable. Sin embargo, lleva dentro una bomba de relojería cuyo mecanismo se activa en unos 5 años de promedio”, afirma el doctor Steegmann, “después la enfermedad evoluciona en fases a una crisis blástica (CB), verdadera leucemia aguda, gravísima, cuya evolución se mide en semanas”.

El rasgo patogénico más importante en la leucemia mieloide crónica es la aparición de un marcador genético, el llamado cromosoma Filadelfia, que corresponde a un cromosoma 22 más corto de lo normal. “El cromosoma Filadelfia es fruto de un intercambio de ADN entre dos cromosomas, el 22 y el 9. En ese intercambio se produce un traslado del gen ABL hacia una región BCR. El gen ABL es importante en el control de la proliferación de las células, y al trasladarse, se transforma en un gen monstruoso (quimérico), llamado BCR-ABL, y muy hiperactivo”, explica el profesor Steegmann. “El resultado es un tumor líquido, una proliferación de glóbulos blancos y plaquetas. El cúmulo de células malignas aumenta el tamaño del bazo, y el paciente se queja de dolor en el lado izquierdo del abdomen, pierde el apetito y está cansado”.

Teniendo en cuenta el hecho de que en experimentación animal se ha demostrado que BCR-ABL por sí mismo es capaz de causar la enfermedad, puede afirmarse que esta proteína es la responsable directa de las alteraciones que aparecen en la leucemia mieloide crónica durante las primeras fases de la misma. La proteína BCR-ABL es una enzima del tipo tirosincinasa, que “por un lado, toma la molécula llamada ATP y por otro, quita a esta molécula los grupos fosfatos y se los dona a los diferentes sustratos que inician la transformación tumoral”.

Los inhibidores de la tirosina quinasa moléculas mimetizan el ATP y engañan a la enzima, de manera que se interrumpe la cadena de activación. En palabras del profesor Steegmann, “la investigación sobre imatinib, el fármaco que ha revolucionado la lógica del tratamiento de las neoplasias, surgió porque los investigadores encontraron que éste medicamento inhibía relativamente pocas tirosincinasas, y entre ellas, el BCR-ABL. Se encontró así una ”bala mágica“ que hacía que la cadena de órdenes de una neoplasia, la LMC, quedase interrumpida, matando a las células leucémicas sin afectar significativamente a otras células del organismo”.

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