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Lo peor de los espejismos

Rioja2

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Hubo un momento en que pareció que este año sí, que este año de nuevo le tocaba a Titín hacerse con un título del Parejas. Fue justo cuando suelen decidirse los encuentros, cuando se parten por la mitad para que ya no haya vuelta atrás. Titín y Laskurain conseguían, en el 7-15, rubricar uno de los mejores tantos del encuentro, después de haberse defendido ambos como jabatos y de que el de Tricio concluyese con rabia un tanto de aire. Olaizola II parecía desquiciado, pues, no en vano, llevaba once tantos sin poder rascar nada positivo.

Casi como en la semifinal, cuando fueron doce tantos del tirón. Titín y Laskurain volvían por sus mejores fueros, después de un inicio de partido titubeante, en el que al riojano no le salía la chispa en ataque y su compañero bastante tenía con capear el temporal. Porque la consigna de sus rivales, los ayer colorados Olaizola II y Mendizabal, era clara: leña al mono (Laskurain), que para eso está.

El joven zaguero había sufrido un auténtico bombardeo hasta el 7-3. Llevaba ya encima un considerable esfuerzo, pero, en ese momento, a Titín se le apareció su mejor estampa y encarriló esos once tantos consecutivos. Sacó sus mejores galas y se vistió de domingo, o como deberían vestirse todos los delanteros en fechas señaladas: aires, ganchos y dos paredes (el 7-12, que llegó así, fue magistral).

Sí, en ese 7-15 parecía que este año 2008, de nuevo coincidencia con cita electoral, a Titín le tocaba ser campeón de parejas. Pero, de repente, todo resultó ser una ilusión, un castillo de naipes con demasiado peso encima. Laskurain no pudo devolver desde el nuevo y los colorados se apuntaron el 8-15. Cambiaron de pelota y consiguieron empatar a 15.

Los azules pagaban sus propios errores: a Titín el brazo parecía habérsele encogido de nuevo y sus pelotazos salían sin la fuerza seca con la que acostumbra a castigar a sus rivales. Por contra, a Laskurain se le había alargado en exceso: no armaba bien los golpes y se le iban o arriba al colchón o abajo a la chapa.

Por un momento, se puso freno a la sangría. Titín desniveló de nuevo el encuentro en el 15-16, dejando la pelota bien pegada a la pared, para que Aimar se golpease el hombro, pero no lograse llevar a buena su golpe. Y otro tanto más, seguido, puso de nuevo el frontón a mil. “Titín, Titín, Titín”. Los riojanos desplazados hasta Vitoria rugían y animaban también a un cansado Laskurain.

Pero fue el segundo castillo cimentado sobre arena. A esa pelota los azules no le sacaron más jugo y Olaizola II y Mendizabal ya no quisieron ceder ni un ápice. Vieron pasar el momento preciso, el que les podía llevar a la 'txapela', y se agarraron a él. Lo hicieron con lo mismo que en su fulgurante comienzo de partido: castigando al zaguero rival, alargando los tantos, haciendo que las fuerzas de sus rivales marcasen el nivel de reserva. Laskurain, en el 21-17, desveló que no podía más. Se tiró al suelo con dolores en las piernas y posiblemente también en la cabeza. Porque hubo un momento en que se vio campeón. Como todos lo vimos. Lo peor de los espejismos no es descubrir que en vez de agua hay arena, sino que sólo te das cuentas cuando ya la tienes en la boca.

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