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Ansiedad y sustancias adictivas

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Los trastornos de ansiedad subyacen bajo muchos casos de consumo de drogas en adolescentes, según aseguró Salvador Ros, director médico del Instituto Europeo de Neurociencias (IDN), durante el IV Congreso Nacional de Ansiedad y Trastornos Comórbidos que se ha celebrado en Barcelona. En este encuentro, que ha reunido a más de 500 expertos, se ha hecho un repaso de las últimas novedades en torno a estas patologías que pueden ser altamente incapacitantes, con especial interés en dos colectivos: los adolescentes y los ancianos.

La ansiedad puede ser secundaria (asociada a una enfermedad), y otras veces es una enfermedad en sí misma como ocurre en el Trastorno de Angustia o en los Trastornos Fóbicos, y por último puede presentarse asociada a otras enfermedades psiquiátricas como la depresión, la drogodependencia, el trastorno alimentario o el suicidio.

Salvador Ros, coordinador del IV Congreso Nacional de Ansiedad y Trastornos Comórbidos, refiere que existen dos épocas de la vida especialmente vulnerables a la ansiedad, la adolescencia y la ancianidad. Motivos de índole biológicos, y circunstancias ambientales específicas de estos tramos de edad, pueden iniciar procesos ansiosos o agravar estados previos.

Los síntomas en psicopatología se modifican en el tiempo y pueden presentarse de distinta manera, a veces encubiertos en expresiones somáticas, complicando en ocasiones el diagnóstico incluso para el médico experto. El adolescente puede manifestar su ansiedad en forma de conductas oposicionistas, irritabilidad, trastorno de la alimentación o alteraciones en el sueño, y frecuentemente es un malestar facilitador del consumo de tóxicos.

ANCIANOS

En el anciano la ansiedad se relaciona frecuentemente con la aparición de enfermedades incapacitantes, pérdida de capacidad económica consecuencia de la jubilación, frecuentes situaciones de soledad, y el inevitable temor a la muerte. En esta ocasión pueden aparecer en forma de somatizaciones, alteraciones cognitivas, inquietud motora, y frecuentemente se asocia a la enfermedad depresiva.

El abordaje es igualmente diferente en estas etapas de la vida. En la tercera edad deben tener más peso los fármacos, mientras que en niños y adolescentes es fundamental la terapia psicológica. En cualquiera de los casos, los expertos aseguran que con un abordaje integral, los resultados del tratamiento de los trastornos de ansiedad son “excelentes”. El doctor Francesc Sabanés, psiquiatra, subraya la diferencia entre una ansiedad cotidiana, que aparece como respuesta a las exigencias o a los problemas de la vida, y la ansiedad patológica, que engloba trastornos diferentes y que pueden ser muy incapacitantes para las personas que las padecen. La línea las separa depende de la frecuencia y la intensidad con que se sienta esta angustia.

El doctor Sabanés recuerda que ante una crisis de ansiedad o de pánico, la persona comienzan a sentirse mal, con taquicardias, sensación de mareo, temblor, necesidad de orinar más a menudo… a lo que se suma la sensación de muerte inminente –se cree que se sufre un infarto o una embolia y aparece el pánico a morir- y el temor a perder el control –volverse loco-. Un trastorno de ansiedad puede modificar completamente el ritmo de vida del enfermo ante el miedo a sufrir una crisis.

Sobre este particular, este experto recuerda que en los últimos años se ha mejorado sensiblemente el diagnóstico de estas patologías, lo que ha permitido constatar que en torno a un 13-16 por ciento de la población las padece, “una cifra que podría revisarse al alza puesto que está tomada únicamente de las personas que acuden al médico”, añade el doctor Ros.

Los trastornos de ansiedad engloban a varios grupos de patologías entre las que destacan la ansiedad fóbica, las crisis de angustia, la ansiedad generalizada, la fobia social y el estrés postraumático. A estas se le suman los trastornos obsesivo-compulsivos, que protagonizan personas que siempre están dando vueltas a la misma idea y de la que no se pueden librar.

Sabanés recuerda que en los trastornos de ansiedad son determinantes la biología del individuo, su personalidad, aunque también los condicionantes externos. “Las sociedades son cada vez más ansiógenas y dejan a las personas más vulnerable ante las crisis. El tejido social es menor, las familias cada vez están menos cohesionadas –el hecho de reunirse todos los domingos a comer y a contarse las cosas antes era un gran colchón para la ansiedad-. A esto se suman los nuevos modelos de producción, que obligan a una fuerte exigencia laboral”, concluye.

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