Una enfermedad olvidada

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En total, la patología afecta a unos 12 millones de personas, con una incidencia anual de nuevos casos cifrada entre 1,5 a 2 millones, según datos de la Organización Mundial de la Salud.

Esta organización califica a la leishmaniasis como una enfermedad olvidada, dado que su mayor prevalencia sucede países en vías de desarrollo. En concreto, en América Central y del Sur, en Oriente Medio y Oriente Próximo, India y China. Además, en la actualidad hay un foco epidémico en el Cuerno de África y países vecinos: Sudán, Somalia y Etiopía, que suma ya más de 50.000 muertes.

Como explica Luis Rivas, esta patología se encuentra estrechamente asociada a condiciones de pobreza y salubridad, agravada por la resistencia creciente a los fármacos de primera línea, los antimoniales orgánicos.

En España, como el resto de los países europeos de la cuenca mediterránea, la leishmaniasis humana es esporádica y está especialmente asociada a situaciones inmunodepresión, como la coinfección por el virus HIV. Los casos que requieren hospitalización en el país son alrededor de un centenar por año y, según apunta el investigador del CSIC, la mortalidad de pacientes con HIV/Leishmania ha desaparecido prácticamente tras la aplicación de las nuevas terapias retrovirales.

Según Rivas, es preciso valorar la incidencia del calentamiento global sobre la enfermedad, que está desplazando la presencia de su insecto vector hacia latitudes más septentrionales. Así, en España podría extenderse a Galicia y la costa cantábrica, únicas regiones del país donde la presencia del mosquito no es endémica. “Una fenomenología similar de nuevos focos establecidos de leishmaniasis ha sido citada en Lombardía y Alemania, donde hasta hace pocos años los casos de leishmaniasis eran únicamente importados”, añade el investigador del CSIC.

A la hora de tratar la leishmaniasis, el primer fármaco de elección son los antimoniales orgánicos. “Esta terapia es efectiva por regla general, excepto en pacientes inmunodeprimidos. Sin embargo hay un incremento constante de cepas resistentes, y por otra parte, poseen efectos secundarios muy importantes”, indica Rivas. La segunda línea de actuación es la anfotericina, con una eficacia muy alta pero elevada toxicidad, excepto cuando se administra bajo formulación liposomal.

Un fármaco de reciente aplicación es la miltefosina, actualmente en utilización en India y Nepal en la leishmaniasis visceral asociada a resistencia a antimoniales. “Su gran ventaja es la escasez de efectos secundarios y administración oral. No obstante, la inducción de cepas resistentes en el laboratorio es muy sencilla, por lo que su aplicación masiva como monoterapia hace muy factible la aparición de resistencias clínicas en un futuro cercano”, puntualiza Rivas.

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