Más vida, más enfermedad

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Más de 100.000 personas padecen Parkinson en España, una enfermedad que afecta al 1 por ciento de los mayores de 65 años, y cuya franja de edad de mayor incidencia se sitúa entre los 50 y los 80 años.

Durante la última década han sido grandes los pasos que se han dado para mejorar el conocimiento de esta dolencia neurológica degenerativa. Para hacer repaso de todos estos avances, alrededor de 300 profesionales han participado en la X Reunión de Controversias en Neurología. En esta edición se ha decidido hacer una retrospectiva y aprovechar para hacer una revisión de los progresos en diagnóstico y tratamiento del Parkinson durante los últimos años.

La enfermedad de Parkinson se diagnostica a una de cada mil personas, pero los pronósticos indican que la incidencia se incrementará en el futuro. “Se trata de una dolencia asociada a la edad, al igual que otros procesos neurodegeneradores como puede ser el Alzheimer. Dado que en la población mundial la esperanza de vida es cada día mayor -sobre todo en los países ricos-, es lógico que el número de casos anuales diagnosticados crecerá de forma paulatina”, explica José A. Obeso, del departamento de Neurología de la Clínica Universitaria de Navarra.

DOPAMINA

Los últimos diez años han servido para establecer una evolución en el tratamiento del Parkinson. Destaca en especial un avance: la estimulación dopaminérgica continua. “El déficit de dopamina, que es una de las principales características de esta enfermedad, debe reponerse con fármacos que actúen de forma homogénea y constante, sin ningún tipo de altibajo”, razona Obeso.

Pero éste no ha sido el único avance, también se ha reconocido que para un mejor control de la enfermedad, es necesario actuar más allá del tratamiento de los signos cardinales, como el temblor o la rigidez.

Para C. Warren Olanow, jefe del Servicio de Neurología del Hospital Mount Sinai, en Nueva York, “además del uso de fármacos que provoquen una estimulación dopaminérgica continua, hay que resaltar la estimulación cerebral profunda y la esperanza de que los factores neurotróficos -un grupo de proteínas naturales que mantienen vivas las neuronas durante el desarrollo embriológico y durante la etapa de adulto- puedan ser distribuidos en el cerebro de los pacientes con Parkinson”.

Uno de los aspectos en los que no se ha avanzado aún de forma definitiva es en la detección precoz de la enfermedad. “En la actualidad, cuando se detecta y diagnostica la enfermedad de Parkinson en un paciente, éste ya ha perdido el 80 por ciento de la dopamina estriatal y la mitad de las células en la sustancia negra. ”El cerebro es capaz de compensar la pérdida de dopamina hasta este punto, pero posteriormente comienza a funcionar de forma anormal“, explica el doctor Obeso. ”Por este motivo, cuanto antes se reponga este déficit dopaminérgico, más oportunidad tenemos de poder compensar el funcionamiento de los ganglios basales. De aquí deriva la gran importancia que tiene iniciar el tratamiento sintomático lo antes posible“.

Los agonistas de la dopamina son a día de hoy un tratamiento adecuado para las primeras fases del Parkinson. Según el doctor Olanow, “estos fármacos proporcionan un control muy efectivo de los síntomas durante los primeros 5-7 años, y reducen significativamente la incidencia de complicaciones como las motoras.

En cuanto a cómo puede evolucionar el conocimiento de esta dolencia en un futuro para mejorar su diagnóstico y tratamiento, el doctor Olanow apunta que “detener la progresión de la enfermedad, implica entender mejor los mecanismos moleculares relacionados con la neurodegeneración”. De todas formas, explica Obeso, “puede ser que en el futuro a corto plazo esté relacionado con tratamientos neuro-restauradores, mediante terapia celular o génica, en los que ahora se está trabajando intensamente”.

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