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“...Y quiero volver con la pluma en la mano como el buen piloto lleva la sonda por el mar, descubriendo los bajos cuando siente que los hay, así haré yo en caminar a la verdad de lo que pasó...” Bernal Díaz del Castillo (Medina del Campo, 1492-Guatemala, 1584), acompañante de Hernán Cortés en la conquista de México, pasó a la Historia como uno de los más destacados escritores que relataban la llegada de los europeos a las tierras indígenas.

Su labor, entonces más cercana a la propaganda de la conquista que a la información, no era nueva. Años antes las Crónicas de Pedro López de Ayala o la Estoria de España o la Grande e General Estoria de Alfonso X el Sabio habían abierto el camino de una figura, la del cronista, que aunque ha cambiado con el tiempo acabaron asumiendo municipios e instituciones de la más diversa índole como medio de recopilación de aquello relevante que sucedía en su entorno.

Actualmente, en España, los cronistas oficiales se cuentan por miles. En concreto, cerca de 8 mil podrían estar en activo hoy por hoy, según las cuentas de Joaquín Criado, presidente de la Asociación Española de Cronistas Oficiales, a la que pertenecen más de 300 socios. Ninguno trabaja en La Rioja. Ni siquiera Logroño cuenta con un cronista oficial desde que falleciera el periodista Jerónimo Jiménez, hace ya más de cuatro años y al que precisamente Criado sucedió en la presidencia de la Asociación Española de Cronistas Oficiales tras su desaparición.

Desidia, falta de candidatos o simple desinterés municipal, el caso es que hasta el momento nadie ha suplido la labor que Jiménez realizaba en el Ayuntamiento de Logroño. Un trabajo desinteresado, cuyas funciones son tan amplias como diverso el campo del conocimiento. “El cronista hace de todo y de nada”, apunta Joaquín Criado. “Hay cronistas que incluso se dedican a al estudio botánico de su ciudad y sobre ello escriben; los hay notarios, historiadores y filólogos como yo”, asegura Criado. La formación y el interés de cada uno determina en notable grado su trabajo. Por eso, la existencia de no sólo uno sino de varios cronistas puede ser enriquecedora. La edad también es determinante. “Cuando un Ayuntamiento elige como cronista a un hombre de 30 años espera que trabaje y haga mucho por su ciudad; cuando opta por uno de 80, más bien busca reconocer una trayectoria”.

La falta de regulación de la figura hace así que cada consistorio sea el que decida para qué quiere un cronista, si es que lo quiere. Porque los hay que no ven necesaria su existencia. “Pasa, por ejemplo, en Sevilla, donde no hay cronista porque dicen que las universidades cumplen ya esa labor”, cuenta Criado.

Al igual, el interés y compromiso de cada profesional determina en gran manera la presencia mayor o menor de su figura en el municipio. No se puede olvidar que la labor de cronista es desinteresada y gratuita, un acto de generosidad, al que, reconoce Criado, “no todos responden con el mismo nivel de exigencia”, pero que defiende como “un buen servicio a la comunidad” que Logroño debería volver a tener en cuenta.

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