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El desarraigo cultural perjudica la salud

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La preocupación por la educación que reciben los menores ha trascendido el ámbito escolar y familiar. Psiquiatras y psicólogos también están preocupados por los frutos de un sistema que no favorece “el esfuerzo ni la educación en valores”, hasta el punto de que es uno de los temas centrales del III Congreso Internacional Multidisciplinarsobre el Trastorno por Déficit de Atención y Trastornos de la Conducta, organizado por la Fundación CON F.I.A.S, que da cita a profesionales de la psiquiatría, la neurología pediátrica, la psicología, la pedagogía, la sociología, la política y el periodismo.

Durante el Congreso se celebrará una mesa redonda sobre la problemática que rodea a los jóvenes y niños inmigrantes, en la que se pondrán en común experiencias de otros países “para no repetir los mismos errores”. Concretamente se contará con la presencia de Mauricio Rojas, miembro del Parlamento Sueco, que ha hecho una exhaustiva investigación sobre la evolución de la inmigración en Suecia y que revela los riesgos que conlleva la “aculturación” o falta de arraigo cultural de los inmigrantes de segunda generación.

“Son jóvenes que en su casa viven la cultura del país de origen de sus padres, con la que ellos no se identifican; pero a la vez no pueden asimilarse al país receptor, por lo que se quedan en una especie de tierra de nadie, con un riesgo más elevado de fracaso escolar, exclusión social, trastornos de la personalidad y consumo de drogas”, detalla el doctor Quintero.

Este experto matiza que, aunque en España todavía no se puede decir que se esté viviendo esa problemática, sí que comienza a atisbarse con fenómenos puntuales como los de las bandas latinas. “Debemos aprender de otros países que tienen más experiencia que nosotros en este terreno para no repetir los mismos errores”, dice. En su opinión, aunque es difícil dar con la clave, es fundamental que tanto el país receptor como el propio inmigrante hagan un esfuerzo por integrarse ya que está comprobado que la sociedad multicultural en la que todo cabe al final desemboca en guetos y en fenómenos de violencia. “Tiene que haber un equilibrio entre la identidad cultural del inmigrante y unos mínimos comunes que debe asumir”, subraya.

De manera paralela a los fenómenos sociales que influyen en el bienestar de los menores, durante el Congreso también se van a abordar problemas de salud como los trastornos generalizados del desarrollo –autismo-, que en ocasiones puede ser “muy grave” o el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad, que afecta a entre “un 6-8 por ciento de la población”.

Según explica el doctor Javier Quintero, psiquiatra vicepresidente de la Fundación CON F.I.A.S (Fundación para una infancia y adolescencia saludables), “la educación no corresponde sólo a los padres. Es una cosa de todos y estamos viviendo las consecuencias de no haber asumido cada uno su responsabilidad”, asegura.

Sobre las carencias de la educación que están recibiendo los niños y jóvenes, el doctor Quintero advierte que los datos más objetivos ya se están empezando a cuantificar, como la falta de comprensión lectora que arroja el recientemente publicado informe PISA. Este experto, que asegura que los psiquiatras ya habían comenzado a notar estas lagunas en las consultas con chicos de secundaria, subraya que, más allá de la dificultad al leer, refleja una problemática más compleja, que tiene que ver con la estructura de la personalidad.

El especialista subraya que la educación es “mucho más” que la transmisión de datos y que educar a los chicos en el esfuerzo no es “una cuestión de méritos”, sino “un elemento fundamental para construir una personalidad saludable”. Asegura que cualquier otra estrategia “desajustada” para conseguir las cosas como “el llanto o el chantaje”, va a redundar en un adulto de las mismas características, con una personalidad “insuficiente” para manejar situaciones y con poca capacidad de esperar y esforzarse para conseguir sus objetivos. “Y esto nos parece alarmante porque una sociedad que no se esfuerza es una sociedad que no progresa”, añade, recordando que esas actitudes no se enseñan “con 20 años” sino desde que los niños son pequeños.

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