La frontera de la vida

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La modernidad o el desarrollo económico y social de los países industrializados son algunos de los motivos que impulsan a las personas que viven en países con situaciones críticas a venir a España. Pero además hay inmigrantes que emprenden un largo camino, poniendo muchas veces en riesgo su propia vida, para buscar trabajo y alcanzar un futuro mejor. Según datos facilitados por el Ministerio de Trabajo, casi un millón de extranjeros obtuvieron permisos de residencia en nuestro país en 2007, lo que suma un total de 3.979.074 de inmigrantes 'legales'.

Pero la cifra que se desconoce es la del número de personas que se introducen en pateras, cayucos, camiones, furgonetas...para alcanzar un sueño: sobrevivir a cualquier precio. Muchos se han quedado en el camino; otros han recorrido medio mundo, burlando los controles fronterizos, para poder llegar hasta aquí; y otros han accedido a través de visados que obtenían en su país.

Concretamente en La Rioja existen muchos inmigrantes que han llegado a la comunidad con estas características. Algunos decidieron venir porque en su lugar de origen no les quedaba nada, otros porque la situación en su país era insostenible o porque no podían sobrevivir con el dinero que ganaban cada mes.

TRES VIAJES IRREGULARES

Con la mirada perdida hablaba Vakaramoko Daby, que con tan sólo 25 años se ha visto obligado a abandonar su país, Costa de Marfil. La situación política que se respiraba allí era insostenible, tanto que un buen día vio cómo su padre y su hermano eran arrestados por los militares. Vakaramoko, ignorando el paradero de su familia fue vapuleado por la insurgencia, mientras veía cómo destruían el poblado en el que vivía.

Con tan sólo el teléfono de un hombre que residía en Logroño, se dirigió hacia Mali y después a Mauritania para emprender un largo viaje en un cayuco con 6o personas a Tenerife. Una vez allí estuvo retenido por la policía y se le internó en un centro de atención durante 40 días. Después consiguió que el contacto le pagara el viaje hasta Logroño, ciudad en la que lleva tan sólo siete días, tiempo suficiente para darse cuenta de que está sólo, sin trabajo, sin dinero y sin conocer el idioma.

Zacarías es otro de los muchos inmigrantes que acuden a España para tener un futuro mejor. Llegó a España en patera y también estuvo retenido durante cuarenta días en Tenerife, después de pasar cinco meses en Senegal. La política y la religión de nuevo protagonizan la huída de los jóvenes de Costa de Marfil a España. Sin un techo bajo el que cobijarse, se encuentra en régimen de acogida por Cruz Roja. Pasa los días buscando trabajo “en lo que sea” poque “necesito comer; necesito vivir”, explica Zacarías con indignación. Reconoce que la policía le negó los papeles y que el asilo no estaba permitido, por lo que su estabilidad en el país, en estos momentos, se ve comprometida. Recordando su país asegura que ya no le queda nada allí y que ni puede, ni quiere volver, a pesar del “dolor y el sufrimiento” que ha vivido.

La política de nuevo es la causa de huída del colombiano Jorge Pinto, de 45 años de edad. Los grupos subversivos que existen en Colombia han sido la causa de que este hombre abandonara a sus tres hijos hace dos años para poder pagarles los estudios. Este Técnico de Mantenimiento de Aguas, en Colombia se dedicaba a cultivar alimentos en una parcela que tenía en propiedad, pero a la par se veía sometido a la “extorsión” de los grupos paramilitares del país como eran las FARC o el ELN que según explica “han destruido la estabilidad del país”.

Ingresó en el país con un visado para asistir como invitado al V Congreso Mundial de la Familia y después de dos años de asilo político, de trabajar en la construcción y en diferentes viñas, ha visto que ahora tiene tan sólo dos meses para presentar una alegación ante la inadmisión a trámite de la documentación que tiene, viviendo una situación “caótica”. Asegura que no ve otra salida que la de volver allí, aunque preferiría reunir a toda su familia aquí porque la vida en el campo en Colombia “no es buena”, ya que “psicológicamente te destruye” porque la convivencia con las “minas quiebrapatas” impide vivir con “dignidad” y “seguridad”

Además reconoce que en estos momentos está recibiendo mucha ayuda por parte de Cruz Roja, pero que se siente “mal” porque “estoy acostumbrado a tener las cosas por mi propio medio”, asegura. Mientras recuerda todo lo que dejó allí, explica que “la agonía, el tiempo y la espera” le hace sentirse “solo”.

UN GOLPE DE SUERTE

Aunque muchos inmigrantes que vienen al país en situación irregular no tienen mucha suerte, existen casos que no han sido tan negativos. Este es el caso de Mónica Zudor, rumana de 28 años. Traspasó las fronteras a los 22 años en una furgoneta junto con siete personas más, porque “vine sabiendo que iba a tener trabajo”, afirma Mónica. En Rumanía mantenía a sus hermanos y a su madre después de que falleciera su padre. Con tan sólo 70 euros al mes que ganaba Mónica tenía que subsistir toda la familia. Por ello decidió venir a España para poder tener un futuro y mantener a su madre y hermanos que se habían quedado en Rumanía.

Llegó sin papeles a La Rioja y estuvo en esa situación durante tres años. En ese tiempo

trabajó en un restaurante de Villoslada de Cameros desempeñando diferentes tareas por 550 euros al mes que enviaba a su familia. Reconoce que allí fue donde aprendió el castellano, pero además donde se dio cuenta de que “estaba sola”. “Cuando llegué a España era una cría, había dejado a mi familia allí, no hablaba el idioma. Me di cuenta de que había que buscarse la vida”, recuerda Mónica.

Con el tiempo consiguió que su marido, su madre y sus hermanos se trasladaran a Logroño. Asegura que ha tenido suerte, a diferencia de otras personas que como ella ha visto que no han podido optar a lo que Mónica ha conseguido en seis años. Aquí además ha formado su familia, tiene un trabajo estable y puede dar un futuro a su hijo de tres años, que a pesar de haber nacido en España carece de nacionalidad. Es por ello que seguirá luchando hasta que consiga regularizar la situación de su hijo, para poder darle una vida mejor.

Estas cuatro personas son un ejemplo de la realidad que existe hoy en día en Logroño. Como ellos hay muchas personas que luchan por conseguir una regularización y una estabilidad para poder optar a una mejor calidad.

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