Algo más que un partido

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El Caja Rioja continúa quemando kilómetros. Y ya lleva casi 7000 más un viaje a las Islas Baleares en el estreno de la competición para jugar ante el Basket Muro. Afortunadamente para Jesús Sala con los dos próximos desplazamientos el equipo se olvidará de las maratonianas jornadas de autobús. Eso sí, antes deberán purgar los más de 1800 kilómetros (ida y vuelta) que separan Logroño de Sevilla para jugar frente al Qalat Cajasol y los 1400 que hay entre la capital riojana y Santa Pola.

Y es que el calendario ha sido caprichoso con los riojanos. Quizá demasiado. El caso es que, excluyendo el viaje a Muro (en la primera jornada), el equipo logroñés ha tenido que afrontar los cuatro viajes más largos de la temporada de manera consecutiva. Primero fueron los 1900 kilómetros (ida y vuelta) necesarios para llegar a Torre del Mar (Málaga), jugar ante Axarquía y regresar a Logroño. Con la visita al Hoteles Almería se acumularon otros 1870 y este viernes, de nuevo en tierras andaluza, el equipo completará 1840 para buscar el triunfo en Sevilla. El punto y final a tan largo peregrinar llegará con el primer partido del nuevo año. Jugar en Santa Pola supondrá para el equipo 1416 kilómetros. A partir de ahí sólo los viajes a Vic y Plasencia rondarán el millar de kilómetros.

Un hándicap que no sólo afecta al Caja Rioja, sino a todos los equipos de la categoría y que, a la postre, acaba afectado a los resultados de los equipos a domicilio. ¿Porqué? La mejor explicación es el plan de viaje del Caja Rioja para estar este viernes a las 21.30 horas en tierras sevillanas. El equipo se montará al autobús en Logroño este jueves a las 00.00 horas para doce horas después, bajarse en Sevilla. Poco más de 24 horas tendrá el Caja Rioja para disfrutar de la capital hispalense. Después del partido el equipo regresará a Logroño.

Pero no sólo el interminable e incómodo viaje se convierte en un lastre que el juego del equipo puede acusar en el partido. A todo esto hay que sumar detalles como, por ejemplo, las camas del hotel. Acomodar a una docena de jugadores con una altura que supera, con creces, la media, no es fácil. Es cuando llega el momento de la imaginación. Las sillas o mesas de la habitación se convierten en improvisadas extensiones de la cama. Todo para salir del paso y tratar de afrontar el partido en las mejores condiciones. Toda una experiencia.

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