Vuelta a las andadas

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Más allá de lo deportivo el Logroñés tiene un problema, y gordo, en lo monetario. La llegada de Eugenio Vecino y de Vicente Moreno fue fiel reflejo de que el efectivo de Juan Hortelano estaba acercándose peligrosamente a los números rojos. La venta del 48 por ciento de las acciones del club a Vicente Moreno (porcentaje al que el madrileño no quiso aferrarse dejando abierta la puerta a la asunción de la mayoría accionarial del club) fue el punto de partida de una situación en la que, junto al nuevo dinero (al menos teóricamente) se prometieron acuerdos con Seguridad Social y con Hacienda.

Ha pasado poco más de un mes (la presentación de los nuevos accionistas tuvo lugar el 7 de noviembre en Las Gaunas) y la plantilla y el cuerpo técnico, hartos de recibir promesas de pago y de comprobar que sus cuentas corrientes lejos de crecer decrecen, han puesto el grito en el cielo. A día de hoy el Logroñés adeuda dos meses a jugadores y cuerpo técnico y el malestar en el seno de la entidad es máximo después de que las promesas de pago se demoren constantemente.

La situación no es nueva en un club acostumbrado a vivir en el filo de la navaja. Huelgas de jugadores, impagos y descensos han acaparado en los últimos años titulares en medios regionales y nacionales. La diferencia es que este año todo parecía que iba a ser más tranquilo. Al menos en lo institucional. Concluido el curso pasado y salvada, con apuros, la categoría, Hortelano se quiso dar su primer 'homenaje' ante la afición prometiendo un presupuesto de 1.300.000 euros para la confección del equipo. Después de seis meses las estrecheces económicas ya han llegado por lo que, o bien aquel presupuesto era ficticio, o bien el despilfarro en la plantilla ha sido mayúsculo.

Sea como fuera lo cierto es que el Logroñés se encuentra en una situación incómoda. Sin poder recibir subvenciones municipales hasta que se llegue a un acuerdo con la Seguridad Social y Hacienda, con un convenio de cesión de Las Gaunas más limitado de lo esperado, y en una situación deportiva que lejos de animar al aficionado le desilusiona semana a semana, las deudas asolan ahora a sus propietarios.

“Es por un cambio en el sistema de pago”, se ha llegado a sentenciar desde la propiedad. Sea por una cosa o por otra, lo cierto es que el dinero sigue sin llegar cuando, para mayor quebradero de cabeza de Hortelano y compañía, sus aficionados más fieles, los más ultras, exigieron la cabeza del madrileño el pasado fin de semana al término del partido. Fueron pocos y su opinión, por aquello de su visceralidad, posiblemente, no deba tenerse en cuenta. Pero es significativo. Los apoyos de Hortelano se acaban. Otra vez.

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