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Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera

La coronación de la magia

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La magia consiguió por fin su premio. Augusto Ibáñez, Titín III, tiene ya una txapela del Cuatro y Medio en su haber y ya no sólo pasará a los libros de la historia de este deporte como el mejor delantero de las últimas décadas, sino que ha dado una razón para que los oficialistas, los amantes del dato, también puedan considerarle como tal.

Después de la peor semana que podía vivir para preparar una final, después del luctuoso acontecimiento familiar con el que el destino le citó, Titín sacó lo mejor de sí para convertirse en el primer riojano en ganar el torneo y, ya de paso, convertirse en leyenda viva de la pelota.

El de Tricio salió concentrado al máximo y arriesgó en los primeros tantos, para ver si sus manos respondían a lo que su cerebro dictaba. Para buscar la magia. Y allí estaba: intacta, joven como el primer día, eléctrica y demoledora. Barriola, que comenzó el partido con su saque, no se lo podía creer. De una tacada, el riojano se marchó al 6-0.

Abel se tomó un respiro. Cogió su pelota y la metió pegada a la pared, donde Titín, con la zurda, apenas podía levantarla. En dos jugadas consecutivas, el de Leitza hizo amago de querer equilibrar la balanza. El partido se puso 6-3, pero Abel falló, hizo falta de saque.

No era un espejismo. Abel no tenía su mejor día y cuando Titín consiguió recuperar su pelota, miró a Joaquín Plaza y supo que había llegado su momento. En una sucesión de tantos a cual más medido, Augusto sacó a Barriola del partido. Lo movió, le hizo resbalar, le impidió devolver. Le metió nueve tantos seguidos (15-3). Casi toda La Rioja celebraba ya la txapela.

Pero apareció el miedo. Abel comenzó a pegar donde antes no podía. Aprovechó el primer fallo del riojano y le devolvió el golpe. Comenzaron a caer en el marcador, como una losa, los cartones. 15-4. 15-5. Un respiro en el gancho que puso el 16-5. Pero vuelta a las andadas. 6, 7, 8, 9... Nadie podía parar en ese momento a Barriola. Nadie podía detener su remontada. Se puso 16-13, a sólo tres tantos de Titín. ¿Otra oportunidad perdida? No, la pelota no podía ser tan injusta de nuevo.

Y es cierto que a Barriola, en ese momento, nadie podía pararle. Nadie excepto él mismo. Con 16-13 en el marcador, Abel falló al devolver una pelota fácil y echó por tierra su duro trabajo. Titín tomo un respiro y el partido se calmó. Los corazones de más de medio frontón aliviaron su tensión y Augusto se fue al cestaño. Sacó su pelota, la puso en juego, Abel devolvió y Titín la mandó a la línea. O un poco más allá. Fuera. 17-14. Otra vez el miedo. Otra vez la sensación de oportunidad perdida.

Pero la fortuna quiso ser justa y Abel no consiguió devolver el saque en la pelota, cosa rara en él. Ahí se acabó todo. Con un tanto final de saque, en corto, Titín remató la faena de tantos y tantos años. Es campeón. La magia, su magia, se coronó bajo la esfinge de otro gran campeón, Ogueta. Titín, ya no le pueden caber dudas a nadie, es ya uno de ellos.

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