Uno de cada 500 niños nace con malformaciones en la boca

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El labio leporino es una deformación en la que el labio no se forma completamente durante el desarrollo fetal. El grado del labio leporino puede variar enormemente, desde leve (corte del labio) hasta severo (gran abertura desde el labio hasta la nariz). Mientras, el paladar hendido se produce cuando el paladar no se cierra completamente, dejando una abertura que puede extenderse dentro de la cavidad nasal. La hendidura puede afectar a cualquier lado del paladar. Puede extenderse desde la parte frontal de la boca (paladar duro) hasta la garganta (paladar blando).

“Un bebé puede sufrir de labio leporino o de paladar hendido, o de ambos al mismo tiempo. El grado de deformación del labio leporino y del paladar hendido puede variar enormemente. Puede haber mucha variedad en la deformación del recién nacido, a veces sólo afecta al paladar, a veces sólo el labio y no el paladar. También puede darse el caso de un labio hendido en un lado sólo o en los dos lados, o también puede ser un labio doble con un paladar completo. En conjunto, se trata de una malformación congénita del labio leporino y fisura palatina”, explica el doctor Sebastián Méndez Trujillo, Jefe del Servicio de Cirugía Oral y Maxilofacial del Hospital de la Arrixaca en Murcia.

Los especialistas todavía no han encontrado una causa definida de esta malformación. “Sabemos que hay una alteración genética y que tiene un componente hereditario, aunque no siempre, pero sí influye los padres que han tenido también esta malformación, lo que aumenta en gran medida la probabilidad de aparición en sus hijos”, apunta el doctor Méndez. Concretamente, si uno de los padres ha tenido esta malformación, las probabilidades de reproducirse en el primer hijo es de un 15%, y sube al 20% al siguiente hijo, y al 25% en el tercero.

Al nacer los niños ya con esta malformación es el neonatólogo el que detecta la anomalía en la primera exploración. “Y en ese momento ya entramos en acción los cirujanos orales y maxilofaciales. Algunos hospitales cuentan ya con una Unidad de fisurados para dar las primeras indicaciones, sobre todo en cuanto a la alimentación del recién nacido, para poder instruir a la madre en cómo dar el pecho al bebé en los primeros días de vida”, resalta el especialista.

Alimentar a su hijo y saber cómo, con el apoyo de los psicólogos, afrontar la situación se convierten entonces en las dos prioridades de los padres. En este segundo caso, afirma el doctor Méndez, “para los progenitores es doloroso ver a su hijo que suele tener el labio abierto por ambos lados e incluso el paladar”.

Los cirujanos orales y maxilofaciales siguen un protocolo de actuación para la recuperación de estos bebés en el menor tiempo posible. Para ello, la primera intervención se realiza a los 3 meses de vida. “El único requisito es que el niño tenga un peso mínimo de 6 kilos y buena salud general. Esa primera intervención precoz consiste en cerrar la parte más visible de la malformación en el labio y al ser tan temprana ofrece muchas ventajas para la recuperación final”, apunta este especialista.

Posteriormente, a los 9 meses vuelve a realizarse otra intervención para cerrar completamente el paladar. “Lo ideal es que un niño a los 9 ó 10 meses tenga cerradas todas las malformaciones que tenía abiertas al nacer. A partir de ese momento, las siguientes intervenciones ya pierden el dramatismo de las primeras, sobre todo para los padres”, destaca el doctor Méndez. Tras estas primeras operaciones de cerramiento, las siguientes intervenciones consisten en realizar cirugía ortognática en el fisurado, “o de distracción, que es una moderna técnica para alargar los huesos de la cavidad oral, en los que existe un problema de crecimiento”, afirma el especialista.

Otra de las consecuencias de estas malformaciones en el labio y el paladar es la aparición posterior de problemas en el oído y dificultades en el habla. Los niños con esta enfermedad suelen padecer de más infecciones del oído, debidas al desarrollo incompleto del paladar y de los músculos palatinos, que son necesarios para abrir las trompas de Eustaquio. “Hay una afectación en las trompas, por lo que también trabajamos en colaboración con otorrinolaringólogos”, asegura el especialista maxilofacial. “En las primeras intervenciones, el otorrino aprovecha para hacerle una exploración al bebé o incluso alguna pequeña intervención para poder mejorar estos problemas asociados”.

Igualmente la pérdida de la audición puede ocasionar problemas de aprendizaje en cuanto al desarrollo del habla. El niño con paladar hendido debe examinarse a temprana edad para practicarle cirugía reconstructiva. La voz de éstos tiene una cualidad nasal pero después de la cirugía puede someterse a una terapia con un logopeda para recuperar esta capacidad.

En los países desarrollados es menos frecuente encontrar esta malformación en adultos que hayan estado toda su vida con este problema y no haberse tratado nunca, una situación que sí es bastante habitual en países poco desarrollados. Sin embargo, como resalta el doctor Méndez “actualmente sí que encontramos pacientes adultos en torno a 40, 50 ó 60 años, donde no se ha completado totalmente la malformación porque en aquellos años no existían los protocolos de tratamiento que tenemos ahora, donde tratamos a los pacientes desde su nacimiento hasta los 20 años con un seguimiento continuo”.

Por este motivo, la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial recomienda a los personas que en su día no pudieron tener un tratamiento adecuado por la falta de técnicas adecuadas “y ahora a lo mejor tienen una fístula de boca a la nariz, o un problema de alteración en la mordida, por el mal crecimiento”, que acudan al especialista en cirugía oral y maxilofacial “ya que podemos hacer una recuperación completa, sea cual sea la edad”, concluye el especialista.

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