El daño de la pandemia en la infancia: “cuando mi madre iba a trabajar al hospital era como si fuera a la guerra”

El daño de la pandemia en la infancia: “cuando mi madre iba a trabajar al hospital era como si fuera a la guerra”

Rioja2

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No es fácil ser adolescente. Puedes pasar de la alegría a la tristeza en cuestión de segundos, todo te afecta y todavía no tienes muy definido ni quién eres. Si a eso le sumas una pandemia mundial, que te impide ver a tus amistades o incluso salir a la calle, tu ánimo puede caer por los suelos e incluso desembocar en una depresión o un ataque de ansiedad. Es lo que le ha pasado a muchos y muchas adolescentes durante el último año y medio, pero lo único que se ha dicho de ellos y ellas es que salían de botellón y no respetaban las normas. ¿Realmente les hemos prestado la atención que necesitaban? ¿Les estamos escuchando? Con motivo del Día de la Salud Mental, hoy hablamos con Mapi Yangüela, psicóloga infanto-juvenil de Psico360.

¿Cómo ha afectado a la infancia y a la adolescencia la pandemia?

Les ha afectado como a todo el mundo. Los adolescentes han sido los olvidados y los demonizados. Como estaban en su cuarto, estaban muy bien con sus tecnologías y no daban guerra. Además, parece que son los únicos que han salido, que han hecho botellón y no han tenido cuidado y eso no es así. Han hecho lo que han podido. Cuanto más los demonicemos, más rebeldes se van a volver y más se van a unir, esa no es una buena postura.

En la pandemia, ha habido dos momentos. Mientras estábamos encerrados, ha habido problemas en la infancia, sobre todo en lo relacionado con la conducta y el comportamiento, que se resolvieron. De repente, tenían a sus padres, les hacían caso, había tiempo en familia. ¿Cuántas familias no habían jugado nunca, no habían hecho bizcochos juntos? Eso resolvió muchos problemas de atención, de conducta o emocionales. De repente, los padres y madres tenían más tiempo y las prisas se olvidaron.

Después, poco a poco hemos ido encontrando en la consulta mucha más patología pero, sobre todo, más grave. Vemos que antes venían con miedos, nervios, problemas de conducta... con cosas más manejables y ahora vienen con patologías más graves: trastornos obsesivos-compulsivos, trastornos evitativos, ansiedad que pasa a agorafobia, depresión que da paso a autolesiones e inclinación suicida o problemas de conducta que llegan a episodios violentos. En definitiva, esto nos ha afectado a todos. Si yo antes era nerviosa, ahora he podido tener ansiedad. Si antes estaba triste, ahora ha habido momentos en este año y medio en los que he estado 'depre'... pero la salud mental es la gran olvidada y la infanto-juvenil muchísimo más.

¿Y sabemos pedir ayuda?

Ya se está empezando a hablar de algunos temas de los que antes no se hablaba, como el suicido, y ahora nos queda a todos un camino para empezar a trabajar en ello. Entre la infancia y la juventud hay de todo. Hay gente que pide ayuda a gritos y se lo dicen a su padre o su madre, hay algunos a quienes les interesa la psicología y hay otros que no quieren venir. Pero hay que recordar que no hay mejor fortaleza que reconocer que te puede pasar algo y que lo puedes solucionar.

Eso sí, si tu eres muy nerviosa, el psicólogo o psicóloga no te quita los nervios, pero te ayuda a identificar qué te comunica tu cuerpo y cómo resolverlo para que no te bloquees, no te dé una crisis de ansiedad, no explotes...Con los niños y niñas es más fácil, tienen menos capas de cebolla. A veces un niño se porta mal, llora, y es porque no sabe qué hacer con eso, no sabe no tener miedo, pero en cuanto les da cuatro herramientas para gestionarlo, lo ponen en marcha y aprenden a buscar soluciones de una forma muy rápida. Si ves que tu hijo o hija necesita terapia, llévalos. Además, te va a salir más barato, porque es más breve que con adultos.

Es básico en este proceso la colaboración de la familia y del colegio.

Es muy importante la participación de la famlia, es imposible trabajar con un niño como si fuera un ente solo y aislarlo. De hecho, los niños y niñas se adaptaron muy bien a la pandemia, cuanto más jóvenes mejor, pero se adaptan en función de cómo se ha adaptado la familia. Si la madre o el padre están nerviosos, el niño o niña está nervioso. En el fondo, si tiene a su familia al lado, no necesitan más, y mucho de lo que están pasando es un reflejo de cómo lo ha vivido la familia.

Los colegios son detectores. Por ejemplo, se ha visto cómo les ha afectado mucho el hecho de no cruzarse con otras clases, no podían estar con sus amigos si estaban en otro grupo, en un momento en el que la amistad es muy importante, y estaban en tensión. Este año que ya se pueden mezclar, están más relajados y relajadas.

¿Qué trastornos ha traído la pandemia en la infancia y adolescencia?

Hay muchos ataques de ansiedad y muchos miedos a cosas de la calle que no había visto nunca. Además, nos hemos encontrado niños y niñas que han acudido a consulta con muchos miedos, por ser hijos o hijas de médicos, enfermeras o policías. Uno de ellos me decía: “es como si mi madre se fuera a la guerra”. También ha habido médicos que se han ido de casa por precaución, pero no han estado con su familia.

En general, esta situación ha aumentado mucho en la infancia los miedos y la ansiedad por separación y en la adolescencia, los trastornos adaptativos cursando con ansiedad, con muchos problemas para ir al instituto y absentismo.

También hemos tenido un fenómeno nuevo en consulta: adolescentes que se sentían culpables por haber llevado el covid a la familia, lo que ha desembocado en la muerte de un familiar.

¿Les cuesta venir a una consulta de psicología? ¿Y a los padres y madres traerlos?

Cada vez menos, la gente viene al psicólogo cuando necesita ayuda para gestionar un problema determinado y no hace falta estar loco para venir. Llevo 20 años de profesión y he visto un cambio. Pero hay que tener en cuenta que la salud infantil no es igual que la de adultos. Un adulto lo puede verbalizar, decir que se siente deprimido, pero, por ejemplo, la depresión en niños o adolescentes a veces cursa con rabia, no se aguantan a sí mismos y no saben por qué y se achaca a son adolescentes. La sintomatología está más escondida o es más confusa.

¿Cómo se distingue entre un comportamiento típicamente adolescente o algo más?

Sería importante que las familias nos formemos. Cuando nace un niño o una niña, las familias se forman en darle de comer, el sueño, los pañales, pero pasa el tiempo y eso se va olvidando. Tenemos que saber lo que es un adolescente y cómo hablar con él. La adolescencia no es un problema, el problema es que no sabemos relacionarnos con ellos y ellas. Si los llegáramos a entender, no nos generaría esos problemas.

¿Qué señales nos indican que hay un problema?

Cuando alguna sintomatología está muy exacerbada: cuando siempre están en su habitación y no salen para nada, ni para estar con sus amigos, cuando no solo te contesta sino que pasa a la violencia, cuando hay un fracaso escolar absoluto. En el otro extremo, un adolescente es una persona que un día está contento y otro triste, hoy sus amigos no le llaman y es una hecatombe y otro día tiene un cumpleaños y estoy muy contento.

Sí que están surgiendo patologías en la adolescencia que nos tienen que preocupar como la adicción a las tecnologías, que les hace incluso no dormir. También estamos viendo muchas autolesiones, eso te está diciendo algo. Los síntomas psicológicos son funcionales, cuando ves un ataque de ansiedad o una autolesión, tu hijo o hija te está diciendo algo, no hay que ver por qué lo hace, sino para qué lo hace.

¿La pandemia habrá servido para algo en salud mental?

Ojalá nos pueda servir para darnos cuenta de que la salud mental es importante y que no se convierta en otra pandemia, que esta preocupación no se quede en algo temporal y sirva esto para poner recursos.

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