Regresa a EE.UU. el embajador de Turquía

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El embajador de Turquía en Estados Unidos, Nabi Sensoy, regresó anoche a su oficina en Washington, apenas diez días después de que fuera llamado a consultas por las autoridades de Ankara tras la aprobación de una resolución de condena del genocidio armenio por el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes norteamericana, según informó la agencia de noticias Anatolia.

Turquía criticó con dureza la decisión estadounidense, que calificó de “inaceptable” e “irresponsable”. Su primera reacción fue convocar a Sensoy, pero a continuación advirtió de un “empeoramiento” de las relaciones entre Ankara y Washington.

En este sentido, las autoridades turcas dejaron entrever que podrían cerrar la base aérea de Incirlik (sur de Turquía), donde prestan servicio unos 5.000 soldados norteamericanos y que resulta crucial para sus operaciones militares en Irak y Afganistán.

De hecho, el diario turco 'Milliyet' aseguraba ayer que Turquía ya ha negado recientemente el permiso para aterrizar en Incirlik a un avión estadounidense. Aunque fuentes oficiales turcas lo han negado, lo cierto es que el Ministerio turco de Asuntos Exteriores y el Estado Mayor del Ejército están “creando dificultades en actividades rutinarias en Incirlik”, en una suerte de adelanto de las “sanciones” que estudia aplicar Ankara a Washington si la resolución prospera en el pleno de la Cámara de Representantes, indicó el mismo periódico.

Sin embargo, su ratificación, prevista en un principio para el mes de noviembre, se ha retrasado 'sine die' después de que el presidente estadounidense, George W. Bush, presionara a la Cámara de Representantes y varios congresistas demócratas retiraran su apoyo a la resolución después de su aprobación en el Comité de Asuntos Exteriores.

Turquía se ha negado hasta el momento a reconocer como genocidio la deportación forzosa y masacre de entre un millón y un millón y medio de armenios a manos del Ejército otomano durante la Primera Guerra Mundial. En su opinión, las muertes de armenios -entre 300.000 y 600.000, según medios oficiales- no fueron el resultado de un plan de exterminio masivo dispuesto por el entonces Imperio otomano, sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y la hambruna durante el confuso periodo de la Gran Guerra.

Ankara ha abogado en los últimos años por el establecimiento de una comisión de historiadores turcos y armenios que investigue los hechos y establezca conclusiones de forma objetiva. Sin embargo, Ereván ha rechazado la propuesta argumentando que la comisión no se pondría de acuerdo porque primarían los sentimientos nacionalistas de uno y otro bando.

El genocidio armenio es una de las cuestiones más espinosas en Turquía. Su reconocimiento está prohibido en el país euroasiático. Por otra parte, Ankara no ha dudado en castigar, de una forma u otra, a las naciones que lo reconocen como tal y que incluso consideran un delito su negación. Así, por ejemplo, Turquía decidió congelar sus relaciones militares con Francia después de que la Cámara Baja del Parlamento galo aprobase hace un año una resolución en este sentido.

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