Ser mujer en un entorno rural: “si me ofrecieran irme a vivir a una ciudad grande, diría que no”

Rioja2

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El papel de las mujeres rurales es clave para el desarrollo de los pueblos. Ellas contribuyen a que los entornos rurales sean espacios vivos pero no siempre se les da el lugar que merecen. Con motivo de la celebración del Día de la Mujer Rural, Rioja2 ha querido charlar con cuatro mujeres de distintas edades para conocer de primera mano por qué disfrutan tanto viviendo en el campo. ¿Qué tienen los pueblos pequeños? Guiomar, Ana, Vicky y Marga nos dan algunas pistas.

Guiomar, 10 años. Enciso

Con total desparpajo, Guiomar nos cuenta que se siente “una privilegiada”. Vice con sus padres en Enciso, asiste al CRA del municipio y, aunque reconoce que no disfruta de tantos servicios como en una ciudad, asegura no aburrirse.

“Aquí puedo ir al campo si me apetece, tengo más libertad para ir sola porque en una ciudad mis padres no me dejarían. Puedo ir al campo, puedo ir al río, no hay tanta contaminación...” La lista de ventajas de vivir en un pueblo de menos de 200 habitantes es abultada, pero también hay inconvenientes: “en invierno hay menos gente, echo de menos a mis amigos en verano”.

Ana, 37 años. Viniegra de Abajo

Tras marcharse a los 17 años a Irlanda y vivir también en Ibiza, Ana decidió este verano retomar sus raíces y volver al pueblo de su abuela, donde pasaba todos los verano: Viniegra de Abajo. La oportunidad surgió en forma de trabajo en un restaurante y lo que comenzó como una ocupación para el verano se está alargando. “No tengo familia en el pueblo, estoy sola aquí, pero me siento más acompañada que nunca. Hacía tiempo que no tenía relaciones tan nutritivas”.

Ana se muestra encantada de haber decidido volver. “Hay cero contaminación acústica, las relaciones humanas son de más calidad. Tengo sensación de libertad total, tú eliges lo que quieres hacer, en una ciudad el ritmo te arrastra, llega el fin de semana y tienes que hacer cosas, aquí haces lo que te apetece en cada momento”.

Como mujer, nota las mismas ventajas e inconvenientes que en una ciudad e incluso ve más facilidades en un pueblo pequeño: “aquí te respetan más, es más fácil”.

Vicky, 53 años. Santa Eulalia Bajera

No todos han tenido el lujo de tener pueblo en el que pasar los veranos. Criada en Madrid, Vicky decidió recorrer España con su furgoneta hace 25 años y recaló en La Rioja. Tras vivir en Munilla, se estableció en Santa Eulalia Bajera, con un clima más benigno. Allí encuaderna y restaura libros -en Madrid trabajó en el taller municipal de encuadernación artesanal del Ayuntamiento de Madrid y se especializó en libros antiguos-.

Totalmente integrada en el municipio riojabajeño, reconoce que no fue fácil al principio. “Llegué con mi pelo largo y mi furgoneta y me costó mucho demostrar que era una persona formal y quiero romper una lanza en favor de las mujeres. Ellas me ayudaron mucho”.

Tiene claro que no echa de menos Madrid. “Lo que más me gusta de vivir aquí es la tranquilidad. Puedo ir con el coche al cine o a quedar con mis amigas pero al volver a casa, no siento que venga a un sitio masificado. Siento que formo parte de un entorno que me gusta y me siento libre, no estoy sujeta a horarios concretos. Me gusta sentir que puedo salir al río sin llevarme las llaves de casa. La ciudad, por el contrario, es tan impersonal e insegura. Aquí llegué a estar 15 días sin puertas”, añade sonriendo.

Marga, 64 años. Cervera de Río Alhama

Con 64 años y ya jubilada, Marga disfruta de su pueblo, Cervera del Río Alhama, donde participa activamente desde hace años en la Asociación de Mujeres y en la Asociación contra el Cáncer. Ve con pena cómo “los pueblos se van quedando sin gente” y cree firmemente que “hay que fomentar que la gente venga a vivir a los pueblos pequeños”.

Pese a ello, “si me ofrecieran irme a vivir a una ciudad grande, diría que no”. Destaca, sobre todo, la libertad con la que se vive en un entorno rural y también el compañerismo entre vecinos: “aquí sales a la calle y nunca estás sola. Yo salgo y con cualquiera me puedo tomar un café con cualquiera. Si necesitase ir al médico, te aseguro que encontraría un montón de gente que me pudiese acompañar. Voy con bolsas y enseguida viene alguien y me echa una mano”.

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