Verano del 85 llega al Festival de San Sebastián

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La sección oficial de esta 68 edición viene colmada de nombres conocidos y reconocibles en la industria del cine internacional. La “no celebración” del festival de Cannes durante el pasado mes de mayo por culpa de la pandemia, ha hecho de San Sebastián un delicioso menú de propuestas de enorme calidad que, de otra manera, difícilmente hubieran llegado a Zinemaldia.

A día de hoy, Cannes sigue siendo el festival de mayor prestigio del circuito y los cineastas de todo el mundo suspiran por hacerse un hueco allí año tras año.

Verano del 85 de Francois Ozon es una de esas piezas que por mérito propio merecen portar la etiqueta oficial de Cannes. Una deliciosa y emotiva fábula que adapta la novela “Dance on my grave” del británico Aidan Chambers y que funciona como una efectiva regresión para aquellos que desgranamos la belleza del hedonismo juvenil durante la década de los ochenta.

Ayudado por una banda sonora que invita a vivir con intensidad y a dar rienda suelta a nuestras emociones, el director galo penetra en la vida de dos adolescentes, de diferente condición social, que se lanzan a descubrir, no sin dolor, las consecuencias de los primeros enamoramientos que quedarán tatuados para siempre en su propio ADN autobiográfico como un matiz importante y vital de los adultos que serán el día de mañana.

Verano del 85, transita además por los caminos del thriller, adentrándonos en la desconcertante psique del personaje principal, Alexis, un chaval obsesionado por la muerte y última exhalación del ser humano. El actor Félix Lefebvre, presta sus rasgos al atormentado adolescente, al que una serie de casualidades obligarán a salir de su letargo para afrontar distintas cuestiones que cambiarán su manera de ver y afrontar la vida.

Su existencia oscila a lomos de un carrusel de emociones, tan desmesuradas como excesivas, en una suerte de rito iniciático que traerá múltiples consecuencias para Alexis, sus seres cercanos y el futuro de todos estos.

Como dato curioso, el propio Ozon, en rueda de prensa posterior, hizo alusión a la importancia que la banda sonora tiene en la película. Sin ir más lejos, la canción “In between days”que The Cure publicó en el año 1985, y que suena en varios momentos del metraje, le obligó a cambiar el dígito del título original de la cinta.

La incursión de la maravillosa melodía de Robert Smith funciona aquí como un caleidoscopio de emociones que abordan la felicidad absoluta para desembocar, en unos instantes, hacia los anclajes de la más honda melancolía, pasando por estados de ansiedad, ira y depresión. Una seña de identidad inequívoca de los claroscuros de la amarga adolescencia que, tras el paso de los años, y de manera contradictoria, muchos querríamos recuperar.

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