“Se ha vivido miedo, ansiedad, tristeza... Todo eran cifras: más muertos, más contagiados, más se extendía la pandemia”

"Se ha vivido miedo, ansiedad, tristeza... Todo eran cifras: más muertos, más contagiados, más se extendía la pandemia"

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“En esta pandemia hemos conocido la necesidad y conveniencia de abrir las ventanas para ventilar nuestros hogares, lugares de trabajo... Pero igual o más importante debe ser el ejercicio de la ventilación emocional de cada persona”.

Esta es la máxima que ha guiado a la Consejería de Servicios Sociales y a la Ciudadanía para poner en marcha un Plan de Ayuda Psicológica en las Residencias de Mayores, realizado en colaboración con la Delegación del Gobierno, que ha finalizado hace escasos días. La previsión inicial era atender a unas 125 personas, pero finalmente han sido más de 200.

“Se ha vivido miedo, ansiedad, tristeza... Nuestros residentes estaban informados, tanto por nosotros como por los medios de comunicación y había incertidumbre. Todo eran cifras: más muertos, más contagiados, más comunidades, más se extendía la pandemia por todo el mundo...”, cuenta la directora de la Residencia de Personas Mayores de Lardero, Gema Zautua.

En este centro, una treintena de residentes han recibido apoyo en sesiones individuales por parte de profesionales de los Equipos de Respuesta a la Emergencia (ERIE) del Gobierno regional, que gestiona Cruz Roja.

Begoña Aquesolo, una de las psicólogas de ese programa, señala que se han encontrado con “personas muy vulnerables, con las emociones a flores de piel. Tenían miedo de contagiarse ellos y sus familias y debían permanecer encerrados... Hemos visto tristeza, soledad, preocupación y también mucho agradecimiento al personal que los atendía”.

“Lo más impactante era la contención y el silencio de los primeros días, que eran fruto del miedo y de la inseguridad. Todos sabíamos que era algo desconocido, que no sabíamos cómo tratarlo, cómo prevenirlo, cada día era una cosa, unos protocolos nuevos... De la noche a la mañana tuvimos que cerrar, no podían venir las familias, ya no podían salir los residentes... ”, relata Zautua.

La incomunicación con las familias “lo hacía todavía más difícil”. “Las familias llamaban asustadas por lo que escuchaban a diario y el duelo también era en la distancia”, añade.

Las residencias han sido el foco de los contagios y muchas personas mayores han tenido que lidiar también con el duelo de perder a un amigos o a un compañero de habitación. Poder desahogarse y ser escuchado cobraba entonces mayor importancia. “Además del trabajo que realizaban en la residencia, valoraban que fuera alguien de fuera y les escuchara, tuviera empatía...”, explica Aquesolo.

La evolución “ha sido a mucho mejor. Nuestras personas residentes se sentían atendidas, protegidas y entendían el centro como una burbuja, como su protección. Han llevado el confinamiento tremendamente bien, nos ha sorprendido a los profesionales para bien”, relata Zautua.

El balance ha sido muy positivo y han sido los propios residentes los que, en ocasiones, solicitaban participar en el programa. “Necesitaban normalizar lo que les estaba pasando. Les hemos enseñado técnicas para controlar la ansiedad, les hemos explicado que trataran de no ver mucho las noticias y hemos reforzado lo que ya hacían bien por si la situación se vuelve a repetir”, detalla la psicóloga.

Ayuda también para los profesionales

Por otra parte, durante este periodo había que sumar las inquietudes que la pandemia generaba en los propios profesionales del centro, para los que la responsable de la residencia solo tiene palabras de elogio. “Yo soy sanitaria, soy enfermera, y ha sido algo que jamás me hubiera podido imaginar. Ha sido un reto, trabajando 24 horas al día, tres meses sin descanso y ha sido también una lección de la que creo que hemos podido sacar la parte mejor de nosotros”, afirma.

Destaca que entre los trabajadores y trabajadoras fue necesaria también una sesión colectiva de “ventilación emocional”. Han sido meses en los que se trataba de “transmitir seguridad”, de “evitar miedos”, de adaptar los protocolos que venían del Ministerio y de la Comunidad Autónoma, de formarse a marchas forzadas sobre la Covid-19.

Además, “no era solo el trabajo, luego tocaba irte a tu casa, quizá con personas mayores, con niños. Pensando si llevaré el virus o no, si lo traeré a la residencia... Cómo me mirarán los vecinos... Muchos de los compañeros tenían miedo a sentir rechazo”

“La gente lo ha empezado a exteriorizar ahora y creo que, más que miedo, ahora mismo lo que hay es concienciación. Al estar más preparados para posibles rebrotes, la gente está más tranquila. También contamos con el apoyo del equipo de Salud Laboral, que han venido en varias ocasiones a formarnos sobre la actuación ante posibles casos o casos confirmados, sobre la colocación y retirada de EPIs, etc.”, detalla la responsable de la residencia de Lardero.

11 centros

En total, a través de este Plan se han realizado 17 intervenciones en 11 centros: San Agustín, Monte Rincón, Teresa Jornet y Madre María Josefa (Logroño), Santa María La Real (Nájera), Residencia Ruiz (Ventas Blancas), Los Jazmines (Haro), Los Manitos y La Concepción (Calahorra), Lardero, Jesús Nazareno (Ezcaray).

“La situación que estaban viviendo los centros era absolutamente extraordinaria y preocupante. Desde la Consejería tratamos de poner todos los medios que pudieran ser de ayuda”, subraya Jesús Río, del Servicio de Personas Mayores de la Consejería de Servicios Sociales.

El objetivo del departamento que dirige Ana Santos era doble: “realizar el apoyo psicológico y emocional a las personas que conviven en las residencias y orientar al personal sobre medidas de apoyo emocional para afrontar el confinamiento”.

El programa se ofreció a los 32 centros residenciales riojanos, “aunque algunos tenían reparo, porque no olvidemos que en lo peor de la pandemia había precaución ante la entrada de cualquier persona de afuera”, puntualiza Río, añadiendo que otros centros también realizaron el apoyo con sus propios psicólogos.

Desde la ERIE “se hizo un primer contacto telefónico para saber qué iban a encontrar, qué problemas estaban afrontando esas personas”: “La mayoría tenía ansiedad, fobia a la COVID, la ausencia de contacto con los familiares...”, explica Río, que destaca que “en muchos casos, los residentes solicitaban el apoyo por propia iniciativa por el propio miedo, ante la muerte de algún compañero de la residencia, por problemas de autocontrol...”

El programa ha tenido una duración aproximada de dos meses. Las valoraciones han sido positivas y desde la Consejería se está estudiando una posible continuidad de programas de apoyo psicológico de este tipo.

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